El pasado doce de noviembre escribí sobre el Señor Presidente y su “mañanera” en relación con la horripilante diplomacia mexicana. Debo decir algo simple: la diplomacia mexicana se desarrolla –en un 90 por ciento– en la relación con Estados Unidos. Lo demás es rutina.
“…Ayer se tiró un poco más de tres horas con las cantinelas de toda la vida, pero ahora con un ingrediente: los demócratas del equipo de mister Joe Biden, “ya comprendieron” el motivo de su reticente prudencia para no admitir todavía, como un hecho consumado, el triunfo electoral de quien despachará en la Casa Blanca dentro de un par de meses: estamos defendiendo nuestros principios.
“No es imaginable el papelón de la embajadora Martha Bárcena quien en Washington ha sido obligada –en acatamiento a su disciplina profesional— a teorizar sobre las doctrinas mexicanas, como si estuviera dando clases a extranjeros en el Instituto Matías Romero, cuando no logra persuadir a quien no se deja convencer, de lo más simple: escribir un tweet para saludar al señor Biden en esta nueva etapa de su carrera política.
“..Hoy expliqué –ha dicho con el canario azul–, a interlocutores estadunidenses la posición del gobierno de México de esperar para felicitar al ganador de la elección presidencial en EU, por instrucciones del presidente López Obrador…”
“Y después un rollo sobre los principios.
“Sin embargo para la embajadora Bárcena, a despecho de su inteligencia, su buen juicio y su impecable carrera como una mujer ejemplar en nuestro servicio exterior, esto no es ya cosa de principios. Es cosa de finales. ..”
Y el final ya llegó.
La embajadora, –cuyas discrepancias en otros campos con el canciller Marcelo Ebrard y hasta con Jesús Seade cuando se negociaba el Temec, fueron notables y dañinas, pero nimias en comparación con el barranco al cual la empujaron durante la transición Trump-Biden–, anuncia su jubilación, habla de su largo tiempo en el Servicio Exterior, agradece y muy diplomáticamente (obvio) demuestra su habilidad para terminar de buen modo, pero terminar al fin.
Sobre el caso, ha dicho:
“…En consulta con el Presidente López Obrador, he tomado la decisión de jubilarme de manera anticipada. Nadie más intervino ni tuvo opinión ni influencia sobre esta decisión personal. El proceso se concluirá en los próximos meses. En tanto, seguiré al frente de la Embajada
“…Siempre he creído, como en el Eclesiastés, que todo tiene su tiempo bajo el sol. Mi etapa como embajadora del gobierno del Presidente López Obrador ante Estados Unidos está por concluir…
“…En enero de 2021 cumpliré 43 años de haber ingresado al Servicio Exterior Mexicano, después de pasar por el
@imatiasromero, #OrgulloSEM, es la primera línea de defensa dela soberanía de México, cuerpo al que respeto y del que orgullosamente formo parte…
“…Nadie me ha regalado puesto alguno en mi carrera diplomática, ni por amiguismo, ni por nepotismo, ni por pertenecer a grupos de poder. Mi carrera la he hecho a base de esfuerzo, disciplina y preparación. Y, sobretodo, con total entrega al servicio de México…
“…Siempre le estaré agradecida al Presidente López Obrador,
por haberme dado el honor de representar a su gobierno ante los Estados Unidos de América. Satisfecha de haber cumplido sus instrucciones y alcanzado logros durante mis años de gestión en beneficio de mi Patria…”
Todos esos mensajes y explicaciones (demasiados para una “jubilación”), tienden a ofrecer un rostro amable detrás de un ambiente cuya tensión sería suficiente para hablar (como aquella célebre novela de Allen Drury de los años sesenta), de una “Tormenta sobre Washington”.
Pero esto puede llegar hasta la sede diplomática mexicana en las Naciones Unidas.
El embajador en la ONU se maneja con una enorme libertad porque su trabajo implica relaciones multilaterales, en tanto el embajador en Washington sólo mira a la Casa Blanca.
Y si hay un sitio en el Consejo de Seguridad, la autonomía relativa del embajador es aún mayor.
En este caso; siendo Juan Ramón de la Fuente un experto en asuntos sanitarios, la pandemia tiene mucha influencia en la ONU. La excitativa presidencial mexicana para la distribución equitativa de las medicinas, es un ejemplo.
Pero la discrepancia se ha asentado: Marcelo Ebrard dice: misión cumplida porque se reveló como un gran marchante de vacunas. Y De la Fuente advierte: la escasez de las vacunas, puede producir mayor frustración y mayor enojo por quienes deban esperar meses y aun años por el remedio.
La bronca ya estalló. Lo veremos.