Las campanadas del templo del Carmen marcan el comienzo del nuevo día, el frío de violáceos destellos hace de la mañana un espectáculo digno de cualquier teatro, el sol apenas da presencia y la ciudad es ya un hervidero de gente.
¡Todos se dirigen a misa de siete!
Se ha corrido la voz de que un hermano carmelita cuenta con “dones de sanación”, sí como lo escucha, puede curar enfermos, hacer que los ciegos vean, que los cojos caminen y me han dicho que hasta logra salvar los matrimonios ¡por supuesto que voy a verlo! ya mi Chon tiene días que no me habla, no me toca y menos, que me diga cosas bonitas.
Octavio y su nuevo amigo el hermano Carmelita de ojos buenos y fina garganta han hecho ya algunos días el quehacer de caminar por la pequeña ciudad, rodeada de bosques frondosos que la parte un caudaloso río de nubes cristalinas al reflejo del sol, le ha mostrado las construcciones que existen ¡de comer y platicar se les ha ido todos los días!
A bien el niño Octavio continúa refugiándose en el teatro llamado Iturbide, pero ahora le ha dado por preguntar la existencia de aquellas capillas que rodean el camposanto del conjunto de San Francisco, que dé inicio y por su edad, le habían llamado la atención, pero ahora que están construyendo una parte de la capilla llamada de la Tercera Orden —un lugar donde los religiosos tienen continuas reuniones— al joven carmelita le pareció extraña la atención de esos temas, pero no vaciló en darle un pequeña explicación.
—¿Te gustan estas construcciones Octavio?
—¡Sí! vamos, no se nada de esto, pero me llama lo grande y las luces ¡qué maravilla!… ¿por qué tan altas?
El joven carmelita gozaba en platicarle que se construyen grandes para que la gente logre comparar lo inmenso del amor de Dios por las personas, que si por ello se hacen alabanzas y cantos todos los días, por ese amor que él nos profesa.
—¿Y tú le conoces? — preguntó sagaz el niño al ver que los ojos se le iluminaban al joven carmelita cuando hablaba — ¿él nos quiere? —.
—¡Le conozco muy bien Octavio! dime ¿deseas conocerle tú?… y sí ¡vaya que nos quiere!
—¡Sí que quiero! eso me hace tan feliz de hablar de él como tú sonríes, dime ¿por qué le dices padre? sabes, no conocí a mi padre ¡o madre! tengo olvidos constantes de las cosas que aprendí.
En aquellos años los religiosos franciscanos dieron a bien investigar aquella desaparición de la Virgen María de un cuadro del templo del Carmen —justo donde habita el joven carmelita de poderes de sanación— en realidad el cuadro permanecía allí, las flores, los angelitos a sus pies y la luna ¡pero la imagen de María fue cambiada por flores!
Los encargados de la investigación —por orden de la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, diócesis a la que se rigen— son el fraile Juan de Guevara y fray Diego de Vargas quienes, de ver el tumulto de gente, la preocupación a la que se infligieron las personas, fue necesario tratar el asunto con delicadeza y la armonía de sus hermanos carmelitas.
Se solicitó al hermano carmelita mayor la atención de que a solas lograran hacerse de la obra para su inspección, no era sospechoso en aquellos años que se robaran una obra —los talleres de pintores para hacer alguna copia o simplemente colocarlas en otros retablos por la alta demanda de estos— así que los frailes franciscanos tenían la sospecha de dos cosas:
«… había sido pintado sobre el lienzo original una serie de rosas para tapar la imagen de María Santísima, osado ejercicio de blasfemia, o se había cambiado el lienzo por otro en un acto de buscar un “falso milagro” para la adoración del incremento de fieles a los carmelitas —caso poco común pero visto en provincias como las de Cartagena—…»
Con ello se les dio la anuencia y se logró una serie de inspecciones físicas.
El fraile Diego de Vargas había participado en el diseño y aprobación de la obra pictórica que se colocaría en la capilla de la Tercera Orden de los propios franciscanos —alrededor del camposanto— fue el elegido para que se lograra no solo las tallas sino las obras pictóricas en recolección o de nueva mano.
El fraile Juan de Guevara era el pertinaz estudioso de casos de milagros y sanaciones de la región, que, debido a las recientes realizadas por un hermano carmelita —al que aún no conoce— le daba la oportunidad de explorar su quehacer de cerca, saber si era verdad un prodigio del Don otorgado por el Espíritu Santo, o la simple euforia de las señoras queretanas, ávidas de ser tomadas en cuenta por sus descuidados maridos —que a bien tenían irse a jugar las cartas en los casinos de abolengo—.
Por el lado que fuere los dos estaban ante la pintura, una bella obra de delicados pincelazos para el cuerpo de cada figura, refinados tonos de varios colores en una textura, pareciera hecha por una mano de realismo no visto en estas obras, así como el de lograr una estructura uniforme entre la obra de base, aquella que tiene los signos que rodean a la imagen de María y las rosas ¡parece a simple vista fue realizada a la misma vez y por el mismo autor!
¡Imposible!
—Hermano Diego dime ¿qué observas a detalle?
—La textura del rostro del ángel que sostiene la luna, y a hora mire, observe cada una de las rosas, el pincel es el mismo, la textura de los detalles coincide, lo que me llama de más en atención, es que las grietas que hace el tiempo en el seco de la pintura —cuando pierde sus aceites— es exacta a las grietas de todas las rosas que usurpan el lugar de María Santísima, no han sido sobre expuestas a la imagen original.
—Revisa la firma hermano, ahí te darás cuenta si es el autor mismo, después lo cotejas con el archivo de notas de los carmelitas ¡seguro las fechas no coinciden!
Así lo hizo de primera intención.
El hermano carmelita que despachaba las notas de la oficina de cuentas y escrituras era de bien regordete, lleno de alegría —parece signo de los carmelitas— cada una de las notas que le pasaban les agregaba una alegoría —dibujo estilizado— las dejaba a punto de orden y pulcritud. Cuando llegaron los frailes franciscanos a solicitar las notas del momento que se mandó realizar la obra pictórica que investigaban, aquella de donde había desaparecido la imagen de María Santísima, los frailes comenzaron a tener una serie de confusiones.
En primera la nota de orden estaba fechada para 1741, en donde se le encargaba al taller de obras y tallas de materiales no vistos por estos lugares, se mencionan como los azules de Prusia hechos con materiales ferrocianuro férrico de Alemania, pigmentos de óxido de cobalto, con esmalte vidriado —técnica europea— y safre de Sajonia.
A lo que el experto fraile estaba de verdad sorprendido.
—¡Esta obra de las rosas tiene demasiado tiempo de haber sido realizada!
—Préstame por favor esos datos…
Una vez los leyó le preguntaron al carmelita la veracidad de los documentos.
—¡Cómo si los hubiera escrito un mismo ángel! tenemos voto de pulcritud, no es posible falsear documento alguno ni tergiversar traducción al castellano, lo que leen es lo correcto, además está apostillado en la notaría general.
—Sabe hermano, contamos con la sospecha de que la obra en donde desapareció nuestra amada María Santísima fue suplantada, por el simple motivo de que la obra mantiene materiales de hace décadas y muchos de ellos europeos, podría atinarnos en observar si no se duplicó algún encargo al artista ¡vamos! que se haya mandado hacer una con la imagen de nuestra Santa Imagen, y otra con simples rosas.
—¡Es sencillo, dejen busco la nota! si está, deberá coincidir con el folio del marco, todos los artistas lo hacen, colocan el numeral y la pintura con específicos detalles escritos en el registro, por ello sabemos el artista, el encargo y el numeral de la obra.
El regordete hermano carmelita tomó el libro de anotaciones, les ofreció con hermosa caligrafía en un pequeño trozo de papel los datos, para que revisaran la parte detrás de la pintura ¡ahí no habría falla ni duda alguna! si es la misma, coincide el número, de lo contrario ¡serán dos obras! una vez tomaron la nota se dirigieron de nuevo a la pintura, la bajaron del pedestal con cuidado y sumo respeto, tomaron la parte baja buscando el numeral
Vaya una seria mueca de asombro, los números eran los mismos ¡es la obra!
La entrevista pactada, entre los religiosos encargados de ir haciendo pesquisas acerca de la desaparición de María Santísima del cuadro que se ubica en la parte derecha del altar del Templo del Carmen y del hermano carmelita de dones de sanación, les tiene con varias y asombrosas dudas.
Para el fraile Diego de Vargas era la oportunidad de una vez y por todas que les explicarán si estaban repetidos los numerales de la obra pictórica, eso sostendría la hipótesis de que eran dos obras diferentes —cosa poco común—, para el fraile Juan de Guevara era la oportunidad de capturar al charlatán —si lo fuere— de una vez y por todas, aquel “milagroso padre” como ya le decían las personas.
La llegada del hermano carmelita fue con Octavio que le acompañaba, al cual se le da la indicación de que se sentara en la silla mecedora —gozaba en uso cotidiano— el fraile dejó un pequeño morral en una mesa de fino cepillado, se acomodaron en las sillas de cubierta de lona, el carmelita se quitó sus sandalias de pescador, las escondió —dejando ver sus cansados pies y una especie de llaga en el pie derecho y en el izquierdo apenas una cicatrizada lastimadura que los franciscanos no pasaron por desapercibido —les recuerda los estigmas de su seráfico Señor San Francisco—.
—Digan queridos hermanos Diego y Juan ¿a qué debo la oportunidad de tener entre mi presencia a tan entregadas personas? que el espíritu de descendencia de nuestro Señor San Francisco les guíe en esta presencia, hombre fiel a un ejemplo de verdadera caridad.
—¡Hermano nos sorprende que sepa nuestros nombres! apenas y nos hemos visto… ¡gracias por tan dulces palabras! mire, estamos a bien tratando de comprender que alboroto se trae la gente con que una imagen de nuestra amadísima María Santísima ha sido removida de su pintura, obra por la cual ya hemos podido corroborar que fue realizada hace décadas con materiales poco comunes en estas tierras, o si los hubiera, el costo sería improbable de reunir para dicha obra… pensamos que si nos orientara sabríamos algo más, debido a que pensamos que son dos obras, una la de las rosas y otra más con fino detalle con la imagen de nuestra Santa Madre, ¡aunque el numeral del marco del bastidor coincide en notas de sus archivos con la de las flores, deseamos saber si existe otra pintura.
—¿Ustedes creen que son dos obras?
—¡Sí hermano!
El carmelita les indicó que lo siguieran, se dirigieron al altar a observar de nuevo la obra, esta vez ya estaba la fina y detallada imagen de María Santísima en el lienzo ¡en el mismo lugar en donde estaba en anterior la pintura de las rosas!
—¿Qué bondad es esta? — no atinaban ambos al verla.
Octavio presuroso le indicó al hermano carmelita —¡pero si es tu madre! — el hermano le indicó con un gesto que guardara silencio.
—Perdona nuestra osadía querido hermano, pero si nos permites ¿nos dejarías con calma en nuestro espíritu que revisáramos la parte detrás de la obra? solo por corroborar.
—Pasad y hacerlo.
Tanto el fraile Juan de Guevara y el fraile Diego de Vargas se hicieron de la obra, pero ahora pesaba en mucho, más que la ocasión de las simples flores —de inmediato la suspicacia les llenó el corazón de pensar en que realmente eran dos obras diferentes— cuando se dio la vuelta a la obra las condiciones del marco del bastidor, maderas, juntas y la caída del lienzo sobre la madera eran exactamente las mismas que la obra de las rosas que habían examinado a detalle, esperando que fuera una técnica de armado del autor, decidieron sacar el papel pequeño del carmelita de los registros, comparar el número —que por supuesto tenían grabado en su memoria— cual fue el gusto y talante…
¡El número coincide a cabalidad!
Continuará…