Quieran o no los candidatos a un cargo de elección deberán revalorar la importancia del discurso político. Anteriormente el método fundamental de persuasión eran los mítines. El apoyo se obtenía tanto por el contagio del entusiasmo como por la pluralidad de grupos y sectores manifestándose a favor. se daba la imagen de que todo el mundo estaba con el candidato. La otra forma de convencer era la inter relación personal, puerta a puerta, a golpe de calcetín los candidatos recorrían las calles y las zonas de afluencia platicando con la gente, levantando en brazos a niños moquientos y regalando delantales o tortilleros. Ahora la gente no asistirá a reuniones masivas y difícilmente saludará al candidato en la puerta de su domicilio. Dorán: “Déjeme el obsequio en la puerta”. Serán campañas virtuales a larga distancia.
Anteriormente se consideraba que un discurso político debería ser primordialmente, ideología en el más amplio sentido de la palabra, es decir, juicios de valor sobre las cuestiones reales. Ahora habrá poco margen para la reflexión filosófica, el medio, la computadora, no se presta. Deberá ser un discurso fundamentado principalmente en hechos y datos, por supuesto con datos reconocidos por todos, no por otros que sólo el candidato conoce. El nuevo discurso político deberá describir lo más objetivamente posible el diagnóstico concreto de los problemas, la crítica y la solución.
El manejo de las emociones deberá ser dosificado homeopáticamente, por la ausencia del contacto personal y la perspectiva distante de los espectadores. El proceso de convencimiento exigirá, creo que ahora más que nunca, recurrir a los antecedentes y a la historia. Conectarlo todo con algo o con alguien; darle coherencia y significación no solamente con el momento político que se vive. Un buen discurso deberá abarcar pasado, presente y futuro. En una actitud de sencilla pedagogía deberá, explicar, justificar proponer, condenar, disuadir, calmar y expresar esperanzas.
Mi impresión es que el nuevo discurso político, no será el que ´presente su plataforma como algo hecho y digerido. Sino que parta del convencimiento de que se está ante un electorado esencialmente plural. Estoy de acuerdo con Habermas, para mantener la convivencia pacífica, en unas elecciones especialmente iracundas, la actitud propagandística, es llegar a propuestas como resultado de un diálogo con los ciudadanos, en el que se impondrá la decisión de la mayoría pero con respeto a las minorías. La nueva legitimidad será por tener la agenda más completa y eficaz para presentar la solución de las dificultades y retos, pero deberá ser una agenda consecuencia de una comunicación en la que todos han podido participar y han tenido la palabra.
En fin, estas son sugerencias generales, pero tomemos en consideración el verso de Lope de Vega, repuesta que hacía frente al requerimiento de cómo ser poeta. “Para que un hombre aspire ser poeta/ Pero, en fin, es sencilla la receta./Forme Usted líneas de medida iguales./Luego en filas las junta,/ Poniendo consonantes en la punta/ -¿Y en el medio? – ¿En el medio? ¡Ese es el cuento! ¡Hay que poner talento!” Sin voluntad política de decir la verdad ni talento, es imposible hacer un buen discurso político.