El genio se ha ido. Y por su forma de ver la vida, parecía que tenia prisa por irse. Sus pies y una mano lo convirtieron en mito y la mayor desgracia de un mito es estar vivo y convivir con el mismo y con el enorme peso de su sombra. Esa sombra, la sombra que tuvo el argentino fue su peor rival y se hizo cada vez más grande y pesada. Una sombra muy profunda que nunca pudo regatear con limpieza, una sombra que no era solo suya, que era la de sus vicios, pero, también la de sus éxitos, y aun mas complejo, era la sombra de todos los argentinos. En lo malo y en lo bueno, una vida de excesos fue su sello.
Nunca nadie se había detenido a pensar en el momento en que se fuera. A todos nos agarró por sorpresa y se nos fue con la velocidad de un regate. El balón, ese que él mismo decía que no se manchaba, hoy derrama lagrimas por la partida de uno de los que mejor lo ha tratado.
Maradona nunca dejara de ser futbolista. Con un gol no solo gano un mundial, gano la eternidad; y en esa eternidad, en esa rapidez de un gol, Maradona creo incluso un verbo, ese verbo futbolero que no necesita explicación, ya que todos sabemos que significa cuando escuchamos que alguien hizo un gol “maradoniano”. Ese gol estuvo lleno de arte, las piernas esculpidas escribieron un poema, Maradona uso de lienzo el Estadio Azteca para su mejor pintura, Maradona hizo honor a la danza en esos movimientos y la narración del mismo, solo sirve de aderezo como la mejor música. Ese gol fue una oda a las bellas artes. En algún momento, aunque sea por pocos segundos, todos quisimos ser Maradona, y el que no, no tiene idea de este deporte.
Hoy no se puede hablar acerca de los equipos donde jugo, ni de cuantos goles, ni a quien dirigió, ni de su vida extra cancha, no tiene caso, el “cebollita” era más grande que eso: Maradona no jugaba en los equipos, él era el equipo. Maradona no jugaba en una ciudad, él era la ciudad. El Diego era el futbol.
Maradona es un futbolista que ha nacido mil veces y en todos lados; desde que Diego Armando dejo de jugar, el mundo del balón ha buscado afanosamente a su sustituto y aunque solo uno se le ha acercado (otro argentino), nos hemos atrevido a bautizar a cualquiera como el nuevo Maradona… que ilusos.
Diego, hoy tus goles son más grandes y con tu partida, el numero 10 pesara más en la espalda de quien ose ostentarlo.
Las palabras del prólogo del libro “En mi mente sigo jugado futbol” te quedan exactas:
“A través de las letras podemos meter los goles más hermosos y a través del fútbol podemos realizar los mejores poemas”.
Contra Inglaterra eso nos diste Diego.
Maradona… cebollita, con tu muerte, hoy todos nos quedamos desparramados… tal como se quedaron aquella tarde los ingleses.
Adiós Pelusa.