Algunos hombres son criticados por sus amigos (as) cuando los demás se percatan de que no pueden “cortar” el cordón umbilical con su madre. Aquí debemos pensar que la madre tiene su grado de responsabilidad en ello. Ya que no es tanto que el hijo no pueda cortar dicho cordón, sino que es la madre quien, de manera inconsciente, fortalece dicha dependencia. Las formas y mañas son muchas, desde la creación de una dependencia emocional hacia el hijo o hija, hasta generarle inseguridad. Cuando la madre tiene un afán demasiado protector, lo que logra es reforzar la inseguridad del hijo. De manera que la seguridad del hijo depende siempre de la opinión de la madre, aunque esta sea equivocada.
Madres tóxicas
Otro grado de toxicidad se da en aquellas madres que han fracasado emocionalmente con su pareja. De tal forma que la madre vuelcan todo su libido sexual y amor sobre sus hijos, haciéndoles dependientes de ella para así no sentir el vacío emocional que dejó la ausencia de una pareja. Esta situación se agudiza cuando la madre interviene criticando las parejas de sus hijos, aunque en el fondo esta actitud no dejan de ser celos o envidia hacia las parejas de sus hijos, a los que considera un rival que le “ha quitado a su hijo”. Este tipo de madre critica permanentemente a las parejas de sus hijos, por lo que nunca encontraran a nadie que le agrade.
Maneras de ser
La madre, al imponer su manera de ser, ya sea su ideología y sus valores morales, estará condicionando gravemente el desarrollo de la psicología de sus hijos. La madre, para el niño pequeño, es fuente de sabiduría y verdad. Así sucede cada vez que la madre ejerce su opinión, aunque no lo quiera, está condicionando la libertad de pensamiento del hijo. Cuanto más dependiente es el hijo de la madre y más inseguridades tiene, ya que la madre es muy neurótica o tóxica, lo cual desemboca en la producción de fuertes cuadros neuróticos en sus hijos. Desde trastornos obsesivos hasta la somatización de los problemas emocionales, como lo son las enfermedades que afectan la piel, las alergias o incluso el asma.
Inconsciente-consciente
Se observa que la madre toxica sabe, de manera inconsciente, que lo que está haciendo está mal y que su actitud no es la más adecuada, aunque sigue ejerciendo su personalidad y modo de ser, aún sabiendo que está deteriorando la vida de su hijo. Por lo tanto, existe un grado de psicopatología en este tipo de madres, porque la influencia que ejercen sobre sus hijos es tal que estos cada vez que quieren alejarse de ella, sienten un enorme complejo de culpabilidad y no experimentan felicidad en su vida. Separarse de una madre tóxica puede llevar toda la vida y continuar este efecto aún muerta, por lo que la influencia de la madre perdura más allá de la tumba.
Psicoanálisis
Es de suma importancia la intervención de un psicólogo clínico para ayudar al hijo a poder desprenderse de la influencia de una madre tóxica manipuladora; mediante el psicoanálisis se dota a la persona de las fuerzas necesarias para poder ejercer el derecho a hacer su vida. Perdón, pero no se es mejor madre por ser más protectora. El doctor Miguel Martínez Fondón señala que estudios psicoanalíticos demuestran que cuanto menos esté cercana la madre, a una cierta edad del niño, más seguro de sí mismo se desarrollará. El especialista señala que el demás produce más perturbación que el de menos; y el tiempo acaba dando la razón. El hijo creció, pero en su interior hay un niño que no puede decir que no a la madre que lo engendró. Y actúa según lo que le dice la voz interior, en muchos casos de la madre, aunque haya fallecido, continúa viva en su inconsciente.
Cuando el amor de mamá es tu peor enemigo
Las madres que consideran que sus hijos son su propiedad personal y lo creen literalmente, son personas psicológicamente enfermas que tarde o temprano dañarán, algunas de manera irremediable, a sus hijos e hijas. Desde el psicoanálisis, donde ha surgido el concepto, Françoise Dolto las denomina “engendradoras de neurosis familiares”. Es razonable pensar en este concepto, dado los resultados que se observan en la vida familiar cuando hay madres posesivas, envolventes y dominantes.
La mujer casi Dios
Miguel Núñez, en su artículo titulado “Madres Castradoras”, cita a Jorge Gómez Lencina, quien en su libro “La Mujer, Casi Dios” señala precisamente la dificultad que tienen las mujeres que honestamente quieren cumplir su rol de manera adecuada, con esa carga que le asigna la sociedad de ser “súper madres”. Núñez continúa comentando que resulta difícil conjugar la tarea de parir (por lo tanto la tendencia de considerar al hijo como verdaderamente suyo), con la responsabilidad de formar (a un individuo que tiene que partir). La tendencia a considerar al hijo como un bebé permanente es muy alta en madres posesivas. El destete no solo debe ser a nivel físico mamario, dejar de tomar leche materna, sino que el desapego debe efectuarse también a nivel psicológico, y es allí el conflicto que se suscita a la hora de criar hijos de manera equilibrada.
Una madre posesiva
Continuando con Miguel Núñez, este autor cita como características de una madre posesiva:
a) Procura por todos los medios posibles, lícitos e ilícitos, que sus hijos hagan lo que ella desea. No acepta oposición. Manipula, llora, amenaza o pide compasión, con tal que sus hijos actúen de acuerdo a su voluntad. Configura lo que la doctora María Casilla en una ponencia titulada “Family Tradition” llama “la madre omnipotente”.
b) Prohíbe la expresión de sentimientos que supongan algo distinto a lo que ella considera bueno; en ese sentido, es emocionalmente invasiva al “dirigir” la respuesta emocional de sus hijos por el carril que ella supone correcto.
c) De manera consciente o inconsciente, busca la forma de que sus hijos la necesiten. Para que eso se logre sus hijos tienen que, de alguna forma, estar indefensos o tienen que ser protegidos. Lo que busca es protegerlos y cuidarlos, en otras palabras, dejarlos en situación permanente de dependencia.
d) Uno de sus temores es que sus hijos quieran hacer su propia vida, lo que ella considera un acto de rebeldía o de desagradecimiento de parte de sus vástagos. Eso puede durar toda la vida, incluyendo la etapa de adultos. Es la no aceptación del crecimiento de los hijos.
Madre celosa y sobreprotectora
Debido a su inseguridad, uno de los miedos más acendrados de algunas madres, es que sus hijos amen a otras personas, por eso protagoniza episodios de celos, abiertos o encubiertos. Ve con terror la independencia emocional de sus hijos y se convierte en boicoteadora de los mismos. En este caso, habría una “castración” del desarrollo libre del amor y de las emociones. Un elemento a tomar en cuenta es que el entorno suele calificar a estas madres como “sobreprotectoras”, “controladoras”, “manipuladoras”, “chantajistas” o “asfixiantes”, todas expresiones que, de un modo u otro, reflejan que se está ante la presencia de una persona con un serio problema afectivo.
Fanatismo como cinturón de castidad
Dentro de las madres tóxicas, manipuladoras y castrantes, existen aquellas que al cobijo de una pseudoreligiosidad que raya en el más absurdo fanatismo, condenan a sus hijas a un celibato antinatural en todos sentidos, justificándose en la necedad “yo me casé con el único novio que tuve…”, “Nadie habla de novios hasta que se casen”; mientras tanto les adjudican un cinturón de castidad mental. ¿El resultado? la(s) hija(s) se fuga(n) con el primero que se les cruza en su camino o, como decía mi abuelita, se quedan a vestir santos. No mamut elefantito.