Si nuestra planeta tierra pudiera hablar, lo haría a gritos: “Gracias Corona Virus”. Efectivamente, el ser humano es un animal racional pero fundamentalmente destructor y contaminante. Todo se inició desde Adán, que cortó la hoja de parra para darle otro destino, más interesante, pero no propiamente el de su función original, sino de un valor cultural creado por su intelecto: el pudor. El virus y su necesidad de no salir ni convivir, le dio una tregua a la naturaleza. Los animales recuperaron espacios, mientras sus principales enemigos estaban recluidos en sus casas, aprovecharon para incursionar en las ciudades. Desde osos hasta víboras pasearon en el cemento. Un mapache que visitó una barranca cerca de mi casa, se me quedó viendo. Parecía que me decía: “Para que sientas lo que es vivir encerrado en un zoológico”. Sin depredadores crecieron plantas y flores que sólo se encuentran en el campo. Sin contaminación en el cielo se redescubrió la intensidad de su azul y lo blanco de las nubes. Se amplió la capacidad para ver paisajes desconocidos. Sin bañistas ni lanchas el mar recuperó colores que nunca imaginamos.
Analicemos uno de los aspectos positivos del Corona virus. En virtud de que el bicho la trae contra los obesos, más allá de la estética la gente se ha puesto a dieta y a cuidar su alimentación. No es el sueño de algún día contonearse en una pasarela o aumentar la capacidad de seducción, se trata de un problema de simple: sobre vivencia. En los excepcionales momentos en los que el Presidente se da una tregua en su afición por la camorra y no está reclamando un códice, invitó a consumir arroz, frijoles y maíz. El problema es que la cosecha de ninguno de estos tres productos cubre la demanda alimentaria, se tiene que importar una buena cantidad de estos tres productos. No obstante, el Presidente. en sentido contrario para apoyar su recomendación, le siguió pegando al campo en el presupuesto de 2020. El gasto de la Secretaría de Agricultura será de casi 20,000 millones de pesos menos, de los que fueron aprobados en 2019.
El gobierno en sus tres niveles no solamente debe evaluar esta nueva importancia de los productos que el mexicano se lleva a la mesa, sino también tomar en cuenta que el virus ha hecho que muchas personas opten por regresar a trabajar a sus lugares de origen, ya sea para ocuparse de la tierra que todavía poseen o para comprar alguna parcela, aprovechando ahora la oportunidad del trabajo a distancia. En el futuro se contempla una emigración al revés, ya no a las ciudades sino de regreso al campo. No sé en qué cantidades de gente pero el mundo rural recibirá a los hijos pródigos y a los urbanitas que se quieren reciclar en campesinos. Querétaro, después de cada temblor, recibe una oleada de capitalinos, con la pandemia los nuevos residentes llegarán por goteo, pero de seguro llegarán, y de toda la República.
El “interregno” es un tiempo en el que el poder interrumpe sus funciones. Lo nuevo, los electos, todavía no terminan de nacer; los viejos, los que se van, no terminan de morir, ni de abandonar sus responsabilidades. Las campañas deben ser el espacio para que la sociedad fije los temas que le interesan.