Nada turbó la paz de los panteones municipales de Querétaro, cerrados en su mayoría desde mayo por la contingencia sanitaria. Por primera vez los deudos no pudieron visitar las tumbas de sus fieles difuntos para llevarles flores, según las tradiciones, ni las bebidas ni los alimentos que les gustaban.
Notificados del impedimento, “¡pongámonos vivos!” dice el aviso, muy pocas personas se acercaron a los cementerios, encontrándose con la firme decisión del no pasarán, dispuesta por las autoridades municipales en acuerdo con las de Salud, que llevan el conteo de más de 14 mil queretanos contagiados, mil 300 y tantos fallecidos, más los que se acumulen.
“El peor año de nuestras vidas” decretó la bien llamada Mayra Flores, responsable de la florería Cattleya (nombre científico de la orquídea) ubicada hace más de una década frente al Panteón Municipal de la Colonia Cimatario, el más antiguo de la ciudad. Las ventas se desplomaron,”peor que lo esperado”.
Pocos clientes llegaron a los establecimientos y eso porque vinieron por el cempasúchil, la nube o la garra de león para sus altares y ofrendas, pero representan menos del 30 por ciento de lo acostumbrado en esta temporada.
Y no solamente lo resintieron en las florerías. También los productores, sobre todo de Apaseo, que traen las flores para los muertos, así como los jardineros, cubeteros y albañiles que ayudaban a arreglar las tumbas, lo mismo que los ambulantes que ponían el tianguis tradicional de alimentos -el de las enchiladas, los guajolotes, etc- en la calle de Luis M. Vega.
Este 2020 fue diferente, aunque el Ayuntamiento de Querétaro colocó un florido arco en la puerta principal del viejo camposanto, junto a una manta anunciando su campaña de exhumaciones con descuento, que inició el 1 de octubre y terminará el último día del año. La tarifa normal de extracción es de 325 pesos y el permiso de cremación cuesta 230, pero ahora se pueden ahorrar 109.
En estos meses, desde mayo, los panteones queretanos han estado cerrados a las visitas. Solo pueden entrar quienes vienen a enterrar a sus difuntos o a exhumarlos. Y así seguirán al menos en lo que resta del año, según los cálculos de las autoridades.
Una más del Covid-19 que nos quitó los ritos populares de Semana Santa, la Peregrinación al Tepeyac, las Fiestas Patrias (solo hubo un grito moderado), la Feria y muy probablemente las Fiestas de Navidad. Lo paradójico es que mientras los cementerios cerraron permanecen abiertos la mayoría de los negocios, como los antros y bares, para olvidarnos un rato del coronavirus, aunque no de los contagios. Como dice la canción, “la vida no vale nada”.