El año pasado la Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del Sistema Nacional DIF, exhortó a la población y medios de comunicación a abstenerse de transmitir o difundir imágenes, videos o audios en los que se vulneraran los derechos de los menores: “Cualquier manejo directo de la imagen, nombre, datos personales o referencias que permitan la identificación de niñas, niños y adolescentes en medios públicos o de comunicación, incluidas las denominadas redes sociales, sin que medie una autorización, es considerado una violación a su derecho a la intimidad y a la protección de datos personales”.
Las medidas tomadas en México ante la contingencia sanitaria que colocan indiscriminadamente a niños y adolescentes frente a la pantalla en vivo, en tiempo real, a recuadro con maestros y condiscípulos o en videollamada, rebasa por donde se vea a la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes dejando en letra muerta el derecho a la intimidad personal y familiar, el resguardo de datos y la integridad personales. Siendo el internet tan vulnerable, diariamente se está exponiendo a los menores. La recomendación presidencial es que los padres de familia dialoguen con maestros y directivos de escuela buscando la mejor forma de continuar con la educación a distancia sin afectar a los chicos, pero es evidente que en escuelas públicas y privadas no hay opciones para protegerlos de la exposición a riesgos intangibles e indefinidos, pero lamentablemente ciertos. No queremos que enfermen pero tampoco queremos que su imagen ruede en el mundo cibernético, fuente y causa de infinidad de delitos. ¿Acaso no puede impartirse la clase sin la imagen del menor? Antes del COVID, lo que pasaba en el aula se quedaba en el aula. El acceso a la escuela era sumamente restringido, hoy el aula es universalmente pública
Y a todo esto, en tiempos del COVID ¿Por qué los niños pueden jugar en la calle, patinando, en bicicleta, echando cascarita de futbol, haciendo bolita para chatear o comer elotes o garnachas y no pueden entrar a las unidades o espacios deportivos cerrados desde que inició la alerta de pandemia? ¿Por qué los niños pueden ir a fiestas infantiles, al mercado, al tianguis haciendo todo tipo de mandados o atendiendo los puestos, o ayudando a sus padres detrás de un mostrador y no pueden ir a la escuela? ¿Por qué están cerrados los museos, las bibliotecas, por qué no hay conciertos, actividades teatrales, clases presenciales de tipo cultural o recreativo o excursiones guiadas y controladas que otorguen a los niños una alternativa para socializar?
Para estas y decenas de preguntas más, que constantemente se hacen los padres de familia y abuelos y tíos y todos los involucrados en colaborar en la educación aislada y aislante de niños y adolescentes hay una respuesta rondando en la mente colectiva: porque a empresarios y gobernantes les cayó, a ellos sí, como anillo al dedo la pandemia, para multiplicar sus ganancias unos y para generar ahorros los otros, ahorros que por cierto no se ve que impacten en obras o servicios ni se verán AL TIEMPO.