LA EMPERATRIZ CARLOTA, VISTA POR LA DRA. PATRICIA GALEANA
¿Cuál era la ideología de Carlota?
PGH: El epíteto de que Carlota era roja, fue una declaración del propio Maximiliano, pues decía que él era liberal pero Carlota era liberal radical. Compartían sus ideas liberales, Maximiliano se había comprometido a seguir una política liberal en los artículos secretos del Tratado de Miramar. Política con la que él estaba totalmente de acuerdo y Carlota más. La princesa belga había sido educada por su padre Leopoldo I, quien era un liberal que veía muy mal a la Iglesia de Roma.
A través de sus cartas podemos constatar la gran admiración que le tenía a Juárez. Consideraba que el presidente mexicano había iniciado una acción civilizadora. Desde su perspectiva, lo único malo era que el estadista republicano había tomado como modelo a Estados Unidos, en lugar de Francia. En efecto, Juárez tuvo admiración por la tolerancia religiosa que había en el vecino del norte, que pudo constatar cuando estuvo exilado en Nueva Orleans, consideró que esa tolerancia era la base de su sistema democrático. Si no hay tolerancia al diferente, al que tiene otras ideas, otras religiones o creencias o no tiene ninguna, pues evidentemente no puede haber un régimen democrático. Carlota escribió con orgullo que iban a establecer medidas más radicales que las que había dado Juárez.
Imaginen la reacción del Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, el ex obispo de Puebla Arzobispo de México desde 1863, quien fue el verdadero pilar de la Intervención francesa y el Segundo Imperio. Siempre se ha dicho que José María Gutiérrez Estrada y José Manuel Hidalgo, acompañados de Juan N. Almonte, habían sido los que habían traído la intervención, pero ellos en realidad no representaban a nadie, eran un puñado de conservadores derrotados, en el exilio.
Mientras que Labastida, muerto Lucas Alamán, fue el pilar del conservadurismo mexicano y del proyecto monárquico, en su derredor se aglutinaron los conservadores monarquistas. Él representaba la fuerza de la Iglesia de Roma. Cuando constatan su gran equivocación -que según el dicho de la jerarquía católica, pusieron a la Iglesia en manos de Lutero- se arrepintieron de pedirle su intervención a Napoleón, orgulloso descendiente de la Revolución francesa, un liberal que puso a otro liberal, Maximiliano, con una roja como Carlota, que va tener como meta consolidar lo que ha hecho Juárez, y llegar más allá la república liberal. La Iglesia primero se replegó y después no tuvieron más remedio que consecuentar al gobierno imperial y presionarlo para que gobernara de acuerdo con sus deseos. Cosa que lograron cuando Maximiliano fue abandonado por Napoleón, y se unieron para caer juntos.
Carlota era anticlerical, en su correspondencia escribió que el clero mexicano era lo peor que se había encontrado en México. Que el clero mexicano creía vivir en los tiempos de Felipe II, solamente estaban preocupados por sus bienes y descuidaba sus obligaciones. Considera, en cambio considera que los niños mexicanos son tanto o más inteligentes que los europeos, pero que han estado bajo el cuidado de un clero corrupto que no les ha enseñado la verdadera religión católica. Afirma con decisión que ellos se encargarán de que México sea sanamente católico y al mismo tiempo liberal, ya que desde la perspectiva de la joven emperatriz, no era ni lo uno ni lo otro.
Carlota tuvo una acción decisiva en la política eclesiástica del Segundo Imperio. Sobre el concordato que le propuso Maximiliano al Papa, escribe que parece inofensivo, y sin embargo es muy liberal. Claro que esto de que pareciera inofensivo no les pasó desapercibido a los jerarcas eclesiásticos, que rechazaron el proyecto de concordato, precisamente por ser lo contrario a lo que esperaban. Habían apoyado a la Intervención y al Imperio para que derogaran las Leyes de Reforma de Juárez y lo que quería Maximiliano era ratificarlas y que la Iglesia se conformara con que se declarara al catolicismo religión oficial del Imperio, pero con libertad de cultos.
Carlota no hubiera querido que hubiera una religión de Estado, como le escribe a la emperatriz Eugenia. Sin embargo, al considerar que el pueblo mexicano no había sido instruido en el verdadero catolicismo, sino que era “mediocremente católico”, a diferencia del catolicismo del pueblo francés, al que consideraba muy sólido, por ello necesitaba del establecimiento de una religión oficial. Maximiliano transigió en este punto, a diferencia de Juárez, que había decretado la separación de los asuntos políticos y religiosos de las eclesiásticas y los civiles. En su correspondencia con la emperatriz de Francia, Carlota justifica que se haya declarado al catolicismo religión del Imperio, pero destaca que en primer lugar está la tolerancia de cultos.
Por estas razones vendrá el enfrentamiento con el nuncio pontificio, el primero en la historia de México, monseñor Francisco Meglia. La relación con la Santa Sede había sido muy difícil para los gobiernos mexicanos, primero condenó a la insurgencia y excomulgó a todos los insurgentes, no solamente a Hidalgo. Después de la consumación de la Independencia, todavía tres Papas siguieron exigiendo a los mexicanos su lealtad a España, durante quince años, debido a la alianza que había entre el trono de España y el Altar romano, la Santa Sede. Cuando finalmente reconocen la Independencia en 1835, iniciará la negociación sobre el Regio Patronato. Como las constituciones mexicanas establecieron un estado confesional con intolerancia religiosa -hasta 1857, que es la primera constitución que no lo hace-, los gobiernos mexicanos consideraban que podían ejercer el Patronato real, como lo hicieran los reyes de España. Por el contrario, la Iglesia Católica señala que el Patronato es una concesión que se la dio al imperio español para la evangelización de los naturales de América, pero no estaban dispuestos a dar dicha concesión a los gobiernos mexicanos. Por ello sólo enviaban delegados apostólicos para cuestiones religiosas, y no representante pontificio oficial para asuntos de Estado. El primer nuncio enviado a México fue Meglia, ante Maximiliano, quien consideró inadmisible el proyecto de Concordato, porque sus órdenes eran la revocación de todas las leyes de Reforma y que les regresaran sus bienes a la Iglesia, estableciendo a la religión católica como única, sin tolerancia de ninguna otra, monopolio educativo, etcétera. Por tanto, el Nuncio rechazó el Concordato.
Cuando Maximiliano se había cansado de discutir con Meglia entró en acción Carlota. Ella describe la reunión, considera que Meglia tenía un cerebro trastornado, que su obstinación era nunca vista. Escribe a Eugenia que la conversación con Meglia le dio una idea clara de lo que era el infierno. Y refiere que el Nuncio afirmó que el Imperio lo había hecho la Iglesia -en lo que no le faltaba razón-, pero Carlota con gran carácter y firmeza le replicó: “de ninguna manera; un momento, le dije, no fue el clero sino el emperador, el día de su llegada”. Acaba escribiendo que le dieron ganas de tirar al Nuncio por la ventana y evidentemente no hubo concordato.
¿Hubo poderes jurídicos para legitimar la regencia de Carlota aparte del Estatuto Político Provisional?
PGH:Jurídicamente, Carlota fue regenta del Imperio. Los emperadores querían hacer una constitución. En los archivos de Viena se encuentra el proyecto de constitución escrito de la mano de Carlota. Esta constitución no pudo nunca ser discutida, porque cuando Napoleón III se enteró de que Maximiliano pensaba convocar a un congreso constituyente para discutir el proyecto, le escribió una carta terminante, diciéndole a Maximiliano que lo que tenía que hacer era pacificar al país y no andar pensando en congresos, que tendría que establecer “una dictadura liberal”, que lo primero era acabar con los republicanos.
No pudo haber nunca ningún congreso para discutir la constitución que habían redactado, Se hizo un estatuto provisional del Segundo Imperio que centralizó la soberanía en Maximiliano, o sea, estableció un régimen absoluto.
Gutiérrez de Estrada estuvo con Napoleón III, desde marzo de 1859, antes de terminar la guerra civil llamada “de Reforma”, para pedir la intervención. Por eso es que Melchor Ocampo va a negociar con Estados Unidos el que nunca llegó a ser un tratado con McLane. Napoleón III quería acabar con los republicanos antes de que Estados Unidos saliera de la Guerra de Secesión, para que ya estuviera consolidado el Imperio, y que no pudieran apelar a la Doctrina Monroe. Pero eso no pudo suceder precisamente por la resistencia republicana, y entonces le pasó a los franceses lo que en el siglo pasado les pasó a los estadounidenses en Vietnam, que tuvieron que salirse por donde habían llegado, sin haber logrado su objetivo.
Los republicanos se organizaron en una guerra de guerrillas como había propuesto Melchor Ocampo cuando la invasión de Estados Unidos a México, entonces no tuvo eco y por eso renunció a la gubernatura de Michoacán. Esta idea de Ocampo va a ser la que se retome y la que logre el éxito en contra de la Intervención francesa y del Segundo Imperio.
¿Podría mencionarnos algunas acciones del gobierno imperial en que se note la influencia de Carlota además del abortado concordato con la Santa Sede?
PGH: En su política social jugó un papel muy importante. En particular hacia los indios y las mujeres. Leopoldo I había escrito a Maximiliano que “los verdaderos dueños de México eran los indígenas y que si gobernaba para ellos, si lograba que ellos le apoyaran, iba a lograr consolidar su Imperio”. La visión de Carlota y de Maximiliano sobre los indígenas fue distinta a la que tuvieron los liberales mexicanos desde Hidalgo hasta Juárez. Ellos querían acabar con las diferencias raciales de la etapa colonial, por eso Hidalgo lo primero que hace es abolir la esclavitud, suprimir las castas, declarar que todos eran americanos; su alumno Morelos continuará la misma línea. Juárez vivió el racismo en carne propia cuando en forma despectiva le decían el indio Juárez, querían que renunciara porque lo consideraban incompetente para gobernar. Maximiliano y Carlota lo ven desde otra perspectiva, diseñan una política específica para esos grupos que son los mayoritarios en el país, una política indigenista. Crearon una comisión para el estudio de las clases menesterosas, de donde salieron medidas importantes que no habían sido todavía legisladas por la República; como la abolición del peonaje. No es que no hubiera habido quiénes tuvieran conciencia, de la marginación de los pueblos indígenas. Ignacio Ramírez El Nigromante en el constituyente del 57 planteó la necesidad de mejorar su condición, no fragmentar sus tierras. Otro fue Ponciano Arriaga, que señaló que toda constitución es letra muerta mientras el pueblo tiene hambre; Isidoro Olvera y Castillo Velasco fueron constituyentes del 56-57, quienes se ocuparon también de dar solución a su problemática. Todos ellos representaron al “liberalismo social”. Sin embargo, éste fue minoritario, no logró mayoría y por eso es que Ponciano Arriaga presentó su voto particular, porque su propuesta no prosperó, como no se aprobó tampoco el establecer explícitamente la libertad de culto.
No obstante, la libertad de cultos quedó implícita, ya que lo que no está prohibido por la ley se entiende permitido a los particulares. El tema se volvió a discutir en el constituyente de 1917, aquí en Querétaro en el Teatro de la República, entonces teatro Iturbide. Todavía hubo quienes querían que estas medidas quedaran en leyes secundarias y no en la Constitución.
Como en el estatuto provisional del Imperio la soberanía radicaba en el emperador, éste pudo dictar todas las medidas que consideró necesarias, si bien no se pudieron poner en práctica al no dominar al país. Abolió los castigos corporales, limitó el horario de trabajo, estableció el pago regular de salarios a los peones, supresión de pagos en especie, la supresión de tiendas de raya, la liberación de los peones acasillados, los hijos de los peones no tendrían que pagar las deudas de sus padres, con gran orgullo Carlota refirió estos hechos a Eugenia de Montijo, la esposa de Napoleón III.
Sin embargo, todo esto quedó solamente en el papel, pues se seguía en plena guerra en todas partes. Los ejércitos de Francia tratando de acabar con la resistencia republicana, Dupin, jefe de la contraguerrilla, era tan sanguinario que hasta Maximiliano pidió que se lo quitaran, ya que arrasaba pueblos enteros. No obstante, Napoleón lo consideró necesario para acabar con la resistencia republicana.
Finalmente, como sabemos, se dieron medidas desesperadas como la funesta ley del 3 de octubre de 1865, en la que se argumentó que Juárez había abandonado el territorio nacional y que por lo tanto la República ya había dejado de existir. Todos los republicanos que fueran encontrados con armas en las manos fueron ejecutados ipso facto y tratados como bandoleros. Haber dictado esta ley fue uno de los principales cargos que se le hicieron a Maximiliano en su proceso.
¿Cómo participó Carlota en el proceso final del Imperio?
PGH: A pesar de las acciones del ejército invasor la resistencia republicana no cesaba, a Napoleón, se complicaron las cosas, se vino abajo su cronograma de acción, terminó la Guerra de Secesión en el país del Norte, Prusia estaba tomando mucha fuerza en Europa y la oposición a la aventura mexicana en el Congreso francés crecía, había costado muchos recursos y no había dado ningún provecho. Por ello decide retirar a su ejército de México.
En esta situación Maximiliano piensa abdicar. Carlota le escribe una carta que la pinta de cuerpo entero: “abdicar es condenarse, extenderse asimismo un certificado de incapacidad y esto es sólo aceptable en ancianos o imbéciles, no es la manera de obrar de un príncipe de 34 años, lleno de vida y de esperanzas en el porvenir, yo no conozco ninguna situación en la cual la abdicación no fuese otra cosa que una falta o una cobardía”.
Carlota decide ir personalmente a hablar con Napoleón III para convencerlo de que no podía faltar a los Tratados de Miramar y retirar a todo el ejército de buenas a primeras. Desde luego los conservadores como Francisco de Paula Arrangoiz la critican, diciendo que no quería dejar de ser emperatriz, por su desmedida ambición.
Cuando los republicanos se enteran de que Carlota se va a pedir ayuda a Francia, Juárez comenta que es el principio del fin, y Vicente Riva Palacio escribe su famosa canción “Adiós mamá Carlota”.
Los últimos esfuerzos de la emperatriz en Europa son infructuosos, no logra convencer a Napoleón III, quien ya tenía una decisión tomada. Esto quebranta la salud de Carlota, que empieza a temer que Napoleón III la quería matar y sufre lo que se ha calificado como “ataques de locura”. Ahora sabemos que sufrió delirio de persecución, pero siguió teniendo momentos de gran lucidez, basta leer sus cartas para constatarlo. Ante la negativa de Napoleón, decide ir a ver al Papa, ahí su paranoia aumenta, no quiere tomar ni comer nada. ¿Cómo se habrá portado Napoleón III con ella que tenía ese miedo terrible? Toma agua de las fuentes, hace que le lleven las gallinas a su cuarto y ahí mismo las maten para comérselas, en fin, tiene todo este tipo de acciones que causan la alarma a sus acompañantes. Cuando va a ver al Papa no había comido nada, entonces le mete el dedo a la taza chocolate para tomar un poco porque estaba desfalleciendo de hambre, pide quedarse a dormir en El Vaticano (bueno no en El Vaticano, porque no existía, acuérdense que lo creó Mussolini), más bien en el Palacio Pontificio.
No obstante, escribe a Maximiliano una carta de una lucidez impresionante, en la que le dice que considera que el único obstáculo que realmente ha tenido para consolidar su gobierno -a pesar de tener el mejor programa para todas las clases sociales- es haber sido sostenido por las bayonetas francesas, que libre de éstas, el pueblo mexicano se va a dar cuenta de las ventajas que puede tener su gobierno y que lo único que tienen que hacer es lograr el reconocimiento de Estados Unidos negociando el paso por Tehuantepec.
¡Vean nada más todo lo que escribe cuando dicen que ya está loca! La encierran en el castillo de Bujalance o Bouchout durante sesenta años, lo que fue muy productivo para la Corona belga. De hecho, ya Leopoldo hijo había establecido la norma de que los esposos de las mujeres de la casa reinante belga no pudieran disponer de los recursos de sus esposas. Esto lo hizo porque desconfiaba que Maximiliano se casaba con Carlota nada más por su dinero. Yo creo que esto también fue injusto para el propio Maximiliano.
Como reflexión final, tenemos que recordar que a Maximiliano se le sigue denostando por su romanticismo, pero no se le da importancia a su sensibilidad, que también la tuvo; claro, cometió errores, pero su propósito fue ser el nuevo Quetzalcóatl que salvara a México. En cuanto a la crítica que se hace a Carlota de ambición, reiteramos que es un defecto que se achaca a las mujeres, mientras que se considera una virtud en los hombres.
Carlota fue sin duda un motor fundamental para el Segundo Imperio, hizo todo lo que estuvo en su mano para que éste se lograra establecer. Ya sin el apoyo de Carlota, Maximiliano se entregó a los conservadores y a la jerarquía eclesiástica en una medida desesperada, no por el abandono de sus convicciones, sino por la pérdida de sus esperanzas.