Terminó la incertidumbre sobre quién será el dirigente de Morena para las elecciones de 2021, que habrán de ser las más concurridas en la historia electoral de México. Finalmente fue Mario Delgado, coordinador de los diputados federales morenistas, que en una tercera vuelta de encuestas derrotó a Porfirio Muñoz Ledo. Este último no tomó bien el resultado, pero que tiene pocas posibilidades jurídicas para seguir chicaneando y prorrogar esta situación, la acefalía del partido en el poder, lo que perjudica principalmente al propio movimiento y sus expectativas de obtener triunfos electorales para refrendar en las elecciones intermedias su calidad de partido dominante, pero con probabilidades de ser derrotados y con ello poner en riesgo la consecución del proyecto de transformación política que aún está en ciernes.
Previo a la definición del dirigente fueron necesarias dos encuestas, una que serviría como filtro para reducir el gran número de aspirantes a la dirigencia nacional, más de cincuenta, para luego hacer careos entre los 6 más reconocidos, de donde resultó un empate que llevaría a la tercera y definitiva con dos finalistas, Delgado y Muñoz Ledo, misma que desconocería este último, pero sin que a la fecha se conozca alguna impugnación jurídica.
Para Morena es fundamental tener un dirigente legalmente reconocido, que pueda tomar las riendas de un proceso electoral que ya comenzó, incluso entre los jaloneos y acusaciones que se dieron mientras se llevaba a cabo la encuesta, el partido más poderoso del país perdía dos elecciones locales, una para elegir legisladores en Coahuila y otra presidentes municipales en Hidalgo.
Es cierto que los resultados en esas dos elecciones no son necesariamente indicativos de lo que sucederá en el 2021, en las 15 gubernaturas a disputarse y los miles de cargos a alcaldes, diputados federales y locales, pero si sirven para el análisis. Los pleitos internos y la ausencia de buenos candidatos, así como alianzas naturales y coyunturales, se combinaron para quedarse al margen de obtener victorias en dos entidades que históricamente siempre han sido priistas, marcando con claridad una alerta de cómo será competir en junio próximo, sin López Obrador en la boleta, en otras entidades de fuerte dominio priista o panista.
El flamante Presidente Nacional de Morena, declaró ante algunos medios, que las derrotas de hace unas semanas fueron resultado precisamente de errores del propio partido, lo cual podría repetirse en otras contiendas si no se empieza a trabajar de inmediato en generar consensos más que unidad, la cuál a estas alturas se antoja compleja, ante las profundas divisiones internas y la lucha por los cargos, que se evidenciaron en el procedimiento para elegir al dirigente nacional.
Lo que viene para el nuevo dirigente es imponer orden institucional, hacer un balance del estado actual de preferencias electorales a lo largo del país, encontrar candidatos rentables y que puedan desempeñar sus cargos, si fueran electos, por lo menos con dignidad, para no seguir desgastando la marca y llegar sin aire al 2024. Así también se requiere urgentemente que sus dirigencias estatales y sobre todo los candidatos, ayuden a la construcción inmediata de estructuras territoriales, que hoy en día no existen, lo cual requerirá de trabajos a marchas forzadas y mucha capacidad de liderazgo, así como un planteamiento convincente para sumar voluntades, más allá del voto duro, que por si mismo es insuficiente para ganar la mayoría de las contiendas a lo largo del país. Ya hay dirigente, dependerá de Morena y sus simpatizantes quedarse en la disputa interna o pasar a la contienda externa.
Notario y Maestro en Políticas Públicas
maximilianogarciap@gmail.com
@AMaximilianoGP