Todo comenzó con una sensación de ardor entre la axila y la parte alta en el lado derecho de la espalda. La instructora en físico y fitness Mary Carmen Álvarez Cevallos lo atribuye a sus extenuantes jornadas en el gimnasio. Es una de esas noches de noviembre del 2015 y después de haber tomado medicamentos para la inflamación, las molestias persisten. Al hacerse una auto exploración, Mary Carmen sintió una bolita en su seno izquierdo.
Fue el 10 de noviembre del 2015 cuando la instructora acudió a revisión con su ginecólogo. Aún cuando en su árbol genealógico hubo varios miembros de su familia que murieron de cáncer, Mary Carmen nunca pensó que este mal tocaría a su puerta. Después de varios estudios, su doctor le notificó que tenía un agresivo y avanzado cáncer de mama “ En aquél momento la única palabra que vino a mi mente fue muerte. Me dijeron que era muy agresivo y que había estado gestándose en mi cuerpo por cinco años. Mi abuelo murió de cáncer y en mayo de ese año mi papá había sido diagnosticado con cáncer y pensé que eso era todo. Estaba en mis genes”.
A partir de su diagnóstico, Mary Carmen iniciaría una dura prueba que se extendió por dos largos años y en la cual ningún doctor le garantizaba que saldría con vida. Habiendo sido deportista toda su vida, le aterraba la idea de como quedaría después de las agresivas sesiones de quimioterapia y luego, las intervenciones en el quirófano “Yo me aferré a Dios. Le dije que él era mucho más fuerte que las quimioterapias. Para mi era vida o muerte pero no quería vivir con esa enfermedad”.
Algo que entendió desde el inicio de su enfermedad, fue que el cáncer no distinguía ni edad, sexo o clase social. En aquella sala donde recibía los tratamientos, pudo conocer a un pequeñito de 11 años con cáncer testicular. También acudía una mujer madura con cáncer de mama y un hombre que sucumbía al cáncer de próstata. Inevitablemente se formaron lazos. Mary recuerda que unos hablaban mirando de cerca a la muerte de los viajes y cosas que se habían quedado pendientes o de aquello que comerían “Otra semana llegabas y te dabas cuenta que ya éramos menos. A mi me habían programado ocho sesiones de químio y solo llegué a cuatro. En esas cuatro, tres de mis compañeros ya no regresaron”.
Las sesiones de químio eran los miércoles a la 1 de la tarde. Mary Carmen nunca dejó de entrenar. Cuidaba como siempre su alimentación. No recuerda haber padecido náuseas ni mareo como los pacientes regulares “Seguí suplementándome y alimentándome normal. No dejé de entrenar. Los jueves a las 6 de la mañana yo ya estaba en el gimnasio como siempre”.
En la penumbra de la sala, Mary Carmen rogaba a Dios por que le permitiera ver realizarse a su hija Shoenstatt Álvarez. Más que a la muerte, temía dejar a su niña sin protección “Ella siempre estuvo conmigo. Nunca me dejó caer. Sí tuve familiares y amigos pero ella fue la que estaba ahí las 24 horas. Antes de irse a la escuela, me hacía mis curaciones y me dejaba mis alimentos por que yo ni me podía mover. Mis cirugías fueron muy profundas”.
Totalmente recuperada, Mary se dice enamorada de la vida y sin miedo a nada. Asegura que el cáncer le dejó mucho más cosas de lo que se llevó “Hoy siento que puedo con todo. Ya nada me limita. Somos hoy una familia mucho más unida. A pesar de que mis padres nunca supieron como expresar su amor, hoy estamos mucho más cerca”. En 2017 le suspendieron los tratamientos. No fue sino hasta enero de este año cuando le dieron su alta definitiva. En mejor forma física que nunca, Mary se prepara para participar en dos competencias de físico culturismo. Si las condiciones sanitarias lo permiten, se subirá a la tarima en San Luis Potosí el 22 de noviembre en San Luis Potosí y también en el Hércules Olympia el 28 del mismo mes.
En cuanto a su principal aliada, su hija Shoenstatt Álvarez, hoy es una estudiante de excelencia en criminología. No como hubiera deseado, pues la pandemia del Covid-19 ha obligado a que las clases sean en línea.
Hoy, en el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, Mary Carmen llama a todas las mujeres a auto explorarse en búsqueda de protuberancias y a que se hagan la mastografía. Les pide que no se engañen con pensamientos de que nunca les va a pasar “Yo era deportista, nunca tuve vicios y pensaba igual. Si les llega a pasar, nunca se rindan. Nadie viene a este mundo a sufrir y los enfermos de cáncer no necesitamos lástima de nadie. Somos personas chingonas y lo que necesitamos al lado gente que luche a nuestro lado y que no nos deje caer”.