Las contradicciones en la política, o en el discurso –eso ahora conocido como narrativa–, no son errores; son recursos.
La comunicación oscilante, el bandazo, logran también un mareo culminante con la hipnosis colectiva, en la cual el receptor de los mensajes salta de una idea a su contraria, en una mezcla entre lo dialectico y lo farragoso, donde la atención sustituye a la comprensión y quien oye se adjudica a sí mismo las tesis y contra tesis del emisor.
Por eso es posible decir sin rubor cualquier cosa. El escucha el espectador, sólo se quedarán con la última idea, con la última frase. Y mientras más abundante y contradictorio sea el conjunto, mayor será la atención.
Los mensajes no se entienden, pero se perciben. Y de tanto oírlos –no escucharlos–, , parece como si algo quedara claro, cuando nada más persiste el último de los contenidos.
Es la distracción llevada al extremo, son las manos del mago cuya velocidad y cambio de dirección (nada por aquí, nada por acá), lleva al espectador al olvido del inicio.
Madeja enredada, nudo gordiano, bolsa de gatos, jaula de monos. Un caso reciente de esto es visible en las (des) calificaciones del Señor Presidente hacia los mandos del Ejército. El discurso va de su desaparición institucional de las fuerzas Armadas, al asiento de todo el gobierno en ellas, cuya suerte iba a ser la extinción.
Lo mismo cuando se les acusa de represión para después exponerlas como el pueblo uniformado, solidarias, protectoras, cuidadosas, respetuosas de los Derechos Humanos.
El Ejército, de acuerdo con estas mudanzas es tan variable como el clima. Un día llueve y al día siguiente agobia la sequía.
¿Qué produjo esas mudanzas de criterio? ¿Cómo se viaja de la negación a la dependencia? No se sabe, pero es evidente la naturaleza de los cambios: la conveniencia, el apoyo desde el amago.
Hace muchos años, cuando México se curaba la cruda del 68 y las acusaciones contra el Ejército iban del genocidio al asesinato, Luis Echeverría decidió hacerles un regalo a las ofendidas fuerzas armadas. Construyó un nuevo Colegio Militar en San Pedro Mártir.
Cuando fue inaugurado los viejos soldados vieron aquel conjunto de arquitectura –delirio y megalomanía interpretadas en concreto liso, por Agustín Hernández, en cuya plaza cabe cuatro veces el Zócalo–; y quedaron apabullados.
“Es demasiado”, es una exageración.
Si hoy esos mismos viejos vieran cómo este gobierno se asienta en un ejército capaz de todo lo suyo y además de manejar pipas de gasolina; construir aeropuertos, sucursales bancarias, carreteras y demás y también hacerse cargo de la seguridad pública, dirían de nuevo: es demasiado, es una exageración.
Y ahí es cuando se pronuncian los discursos divergentes, deliberadamente contradictorios.
–¿Cómo explicar esto?:
16 de octubre. (AN). – Todos los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) que hayan trabajado con Salvador Cienfuegos, quien fue detenido en Estados Unidos por presuntos vínculos con el narco, y que sigan actualmente en el gobierno, serán suspendidos y retirados; y si resultan involucrados, serán puestos a disposición de las autoridades competentes, anunció el presidente…”.
17 de octubre. (Reforma).- ““No es profesional y no es justo culpar a toda la oficialía del Ejército de estar involucrada con este caso, repito, si es que se demuestra que el Secretario está involucrado.
“Aun si él resultara responsable, no es lo mismo la conducta del General Secretario Cienfuegos de una institución como la Secretaría de la Defensa.
“Estaba yo viendo en el periódico REFORMA, un periódico conservador, un pasquín inmundo, en donde saca una lista de generales, vinculándolos, de manera irresponsable, con el Secretario de Defensa. Ustedes conocen, todos los mexicanos creo yo, cómo son las estructuras en la defensa, hay escalafón…
–“¿Por lo pronto, no habrá una limpia en el interior del Ejército?”, se preguntó con insistencia.
–“No, hasta que sepamos quiénes participaron”
Veinticuatro horas para recular.
Esta forma de entrar y salir de los temas permite, como en el caso de los empresarios, llevarlos de la “minoría rapaz”, a la colaboración en las inversiones o la rifa del avión abstracto.
Pero este método no siempre sirve.
Todas estas distracciones no forman la única opinión ahora importante: la del gobierno (jefe) de los Estados Unidos, quien tiene en sus manos la justicia mexicana en los casos importantes. La mañanera y su mareo no llega a Langley, la DEA o el Pentágono. Allá nada más actúan.