Podríamos achacarle al Señor Presidente, injustamente, algunos de los humanos defectos de los cuales, obviamente, carece, pero entre los talentos suyos, sobre cuya evidencia tenemos muestra cotidiana, está la anticipación.
Sagaz el hombre mira las cosas mucho tiempo antes de su acontecimiento, como los grandes maestros del escaque cuya mente construye y plantea diez o quince movimientos posibles por venir, mientras su mano empuja la poderosa torre o desplaza al oblicuo y traicionero alfil arzobispal.
Así es él. Por eso muchas horas antes de la batalla en los medios, posterior a la contienda de las encuestas, les pidió a los ocupantes del Zócalo, esos cuya oposición (de Boas, Frenaaa y demás) le causa ternura, conceder espacio para la limpieza de la plaza, lo cual era una forma previsora de adelantarse a la instalación de otro campamento con cuya alharaca, los aspirantes a la presidencia de Morena, o sea los señores Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado, deberían llevar la disputa de su anárquico partido al terreno más conocido por su estirpe y tradición: la gritería, la calle, la protesta, la pedrea.
Pero mientras los duelistas de la nueva política, desatan en los medios la esgrima de sus quejas, el país no conoce pausa en el revolucionario afán de transformarnos desde la raíz misma, y en preparación de los festejos y conmemoraciones de tenochca fundación; hazañas de Independencia y lejanos acontecimientos libertarios, con los cuales el pueblo hallará solaz y entretenimiento y comulgará con la rueda del molino de una grandeza inexistente (ahí te voy Bernardo de Balbuena), la esposa del Señor Presidente quien no es una Primera Dama, sino una Dama de Primera (faltaba más), se lanza a las tierras de la vieja Europa en pos de vestigios, muestras, trozos documentales, códices, pergaminos, folios, mapas, cartografías rescatadas del olvido por el saqueo aleve de los imperios esclavistas, y en los archivos de Francia y de Italia o el Vaticano, hurga e investiga si podemos tener aunque sea prestados (porfa), y por poco tiempo, bajo extremos cuidados, los Códices Vaticano, Matritense, Borgia o cualquiera otro con los cuales podamos abrir las ventanas del pasado indígena conquistado por la furia de quienes se apropiaron de un mundo feliz y primitivo, para someterlo a los horrores de eso conocido por los invasores como civilización.
–¿Civilización?
Mentira vil. Eufemismo tras cuya fachada se quieren esconder muchos de los peores crímenes de la humanidad; pueblos enteros arrasados, despojados, millones de esclavos negros, negrísmos como el alma de los traficantes de personas encadenadas cruzando el Atlántico, deicidios, imposiciones culturales del idioma a la fe, de la palabra a la religión, del cielo a la tierra.
Pero, ¿saben ustedes, señores descendientes de aquellos ejércitos ambiciosos socapados por frailes, curas y monjes igualmente codiciosos?, ya llegó la hora de la verdad: nos deben pedir perdón; no nada más s los pueblos originarios, también a quienes ahora en maltrechos mestizajes de genoma incomprensible, habitamos estas feraces tierras de la América Latina.
Y eso porque de los originarios, originarios, ya casi nada queda.
Y así, toda vestida de negro, con mantilla de encaje y decoro, la señora esposa del Señor Presidente, le entrega una carta al Vicario de Cristo, en la cual México (a estas alturas no podemos negarle al Señor Presidente su condición de patria encarnada), le demanda disculpas.
Pero la solicitud se ira al vacío, no importa si aparentemente se atiende con jesuítica diligencia, porque ahí hay un error de origen: el Obispo de Roma no puede ofrecer disculpas por la evangelización.
La iglesia jamás se reconocerá a sí misma como una fuerza política militante. De ella fue la Cruz; de los soldados, la espada.
Por eso esta frase no funciona en los pasillos del Vaticano:
“…la Iglesia Católica, la Monarquía española y el Estado Mexicano, debemos ofrecer una disculpa pública a los pueblos originarios que padecieron las más oprobiosas atrocidades para saquear sus bienes y tierras y someterlos desde la conquista en 1521 hasta el pasado reciente…”
Y aunque todo eso sea cierto si se le mira desde esta esquina de las reivindicaciones históricas (las cuales no sirven para modificar los hechos sepultados en el tiempo, cuando no existía esta monarquía española, ni el Estado Mexicano ni este papado), la Iglesia nunca va a reconocer su papel en las “oprobiosas atrocidades”.
Los evangelizadores no hicieron nada de eso. Dicen ellos.
Por el contrario, salvaron las almas de millones con la verdad del Evangelio, lograron llevar a los bárbaros idólatras de Huichilobos –comedores de corazones humanos–, a los amorosos prados del perdón divino y la fe en Cristo Nuestro Señor y como complemento, nuestra Santísima Madre Celestial la Señora de Guadalupe–; les quitaron el oro, es cierto, pero a cambio les dieron el pan de la eucaristía, cuyo contenido alimenticio debe ser enorme, pues ha sustituido a las proteínas de las cuales carecen los hijos del maíz iberoamericano.
Del corazón del teocali al Sagrado Corazón de Jesús, recurso ahora hasta en el Palacio Nacional, para evitar el Covid 19.
Pero ya en el extremo del anacronismo simbólico, la carta de nuestro Señor Presidente le dice al heredero de Pedro, cómo enaltecería a la SMI, una referencia a nuestros héroes patrios –Hidalgo y Morelos–, curas los dos (los tres, si contamos a Mariano Matamoros),
“En particular, pienso que sería un acto de humildad y a la vez de grandeza, que la iglesia católica, independientemente del debate de si Miguel Hidalgo y Costilla fue excomulgado o no* reivindicara la gesta histórica del Padre de nuestra Patria quien, al ser acusado de hereje, se defendió exclamando:
“…¿Creéis acaso que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto al déspota español?
“Como usted seguramente estará de acuerdo -le dice nuestro SP al Pontífice argentino–, la anterior reflexión es bellísima, humana y muy vigente, por eso me atrevo a expresarle:
–¿No cree que en vez de afectar a la Iglesia Católica una referencia en honor a Hidalgo y Morelos, la enaltecería y causaría la felicidad de la mayoría de los mexicanos? Solo su sensibilidad podría entender la trascendencia de dicho acto de contrición histórica”.
Pero mientras la historia se utiliza como perfecto motivo para la distracción del pueblo al cual ya no solo se le dan pan y circo, sino tortillas, pensiones de anciano; juicios populares y festejos en el nombre de una magnificencia mexicana inexistente a lo largo de toda nuestra triste historia, las cosas en el mundo real de cada día, van de tropiezo en bache; de mal en peor y a punto estámos de contar a los muertos por Coronavirus con cifras de seis dígitos y nuestra quiebra económica con porcentajes de diez o quince de caída bruta.
Pero nada de eso tiene importancia: lo notable son los olmecas en París y la tournée de los códices y la entrevista con la historia; el llamado al Papa de la Iglesia Católica, tan cercano en sus criticas al neoliberalismo, de dientes para afuera porque ahora se le pillan manobras de estafa con SWAPS de la compañía Hertz y tan sensible a la demagogia de decir cosas atractivas y conducir la Iglesia por los mismos senderos del dogmatismo eterno.
Pero algunos quieren llevar este tipo de contriciones al extremo.