Incapaz de ocuparse del gobierno, López el de Macuspana distrae la atención ciudadana, ya en la homilía, ya en el columpio del trapecio. Invitación al amor evangélico y al juicio del pasado. Y como él se abstiene de juzgar, que sea su pueblo ‘bueno y sabio’ el que decida mediante una consulta. Y que sea la Suprema Corte la que determine la constitucionalidad de la consulta. Vaya brete para la Corte si declarara constitucional la pregunta “¿Está usted de acuerdo o no con que las autoridades competentes investiguen y en su caso sancionen la comisión de delitos de los expresidentes Carlos Salinas de Gortari… etc. hasta Peña Nieto, antes, durante y después de sus gestiones?” No, así no. Y la Corte le dio la vuelta:
“¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en años pasados por los actores políticos encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”.
La jugada de la Corte ha sido magistral: la consulta deja de ser ‘ad hominem’ para referirse solo, en abstracto, a los “actores políticos” que pueden ser todos y nadie al propio tiempo. En un campo de indeterminación inquietante. La jugada de la Corte salva su honor e independencia, a la par que evita al poder ejecutivo ponerse en ridículo. Es decir, no le niega la consulta pero la debilita por no decir que la aniquila, amén de que no será vinculante: ¿Quién acudirá a las urnas para que se esclarezcan las acciones de actores políticos…? Si lo que deseaba el cacique era saciar su hambre de venganza, se quedará con las ganas. Gastará, pues, en vano, millones de pesos sustraídos de los ya de por sí precarios recursos públicos pues que muy pocos entenderán de qué se trata ese “proceso de esclarecimiento”. El de Macuspana pierde y gana. Pierde su voluntad de linchamiento; gana en la medida que, a la hora de la hora, caerá en el abismo de no saber qué delitos juzgar. Comprenderá, al fin, que ha jugado mal su partida de ajedrez. López es un hábil manipulador que pensó tener la Corte a sus pies. Pero no hay tal. Una pisca de dignidad le queda todavía al poder jurisdiccional. Qué alivio saberlo. López cumplirá ‘su santa voluntad’, pero de conformidad con las reglas que otros fijan. El revés está escrito. Bendito contratiempo que le ha impuesto el principio de la división de poderes.