Fiel a su costumbre de utilizar dobles argumentos, el Señor Presidente nos ha dicho: no votaría favorablemente en una consulta para enjuiciar a los ex presientes (aunque sea idea suya, obsesiva y mendaz) pero firmo una petición para consultar si se les juzga.
–¿Por qué?
–Porque nos han dicho falsamente; la voz del pueblo es la voz de Dios. Y para eso deberíamos decidir de una vez por toda si existen el pueblo y Dios. El pueblo, en este sentido, es nada más (
Más allá de la unanimidad, el consenso o la mayoría, asuntos bastante relativos, el pueblo, la gente, la expresión colectiva, casi nunca tiene tino.
Cuando M Miguel Hidalgo fue derrotado en Puente de Calderón, llevaba cerca de 500 españoles presos. En una sola noche bárbara los degollaron a todos.
–¿Por qué hizo eso?, le preguntaron.
–Porque me lo pedía la plebe.
El pueblo aplaudió la hoguera de Giordano Bruno, la muerte a palos del comendador de Fuenteovejuna y una consulta decidió la cruz de Cristo y la libertad de Barrabás.
El pueblo materia prima, actor y factor del populismo, no existe, excepto en los términos de agrupar a los adeptos desposeídos; descamisados, humildes, pobres, etc., sin los cuales ni el asistencialismo ni el clientelismo electoral tendrán sentido. El pueblo son mis seguidores, mis favoritos.
Los demás representan el vacío, el desprecio como no sea para vituperarlos. No existen en la vela de las noches del poder, ni en la ruta de los haberes públicos excepto para exaccionarlos. El pobre es bueno por pobre.
En fin, todo ese rollo tan fatigoso a la inteligencia. El pueblo son los míos. La monarquía absolutista decía, “El Estado soy Yo”; el populismo demagógico reza: “El pueblo soy Yo”, o como les dijo a sus opositores el populista turco Recep Tayipp Erdogán en una de sus campañas:
— “Somos el pueblo, ¿quiénes son ustedes?” Sólo faltó decirles, “están moralmente derrotados”. En el fondo el populismo necesita vivir la vida y ejercer el poder con la falsa oferta (y más falsa aún creencia) de la exclusividad moral.
En ese caldo de cultivo se inscribe la convocatoria presidencial para someter a juicio a cinco ex presidentes (se le olvidó Luis Echeverría). Además de un sin sentido jurídico, es una magnifica pieza de simulación y propaganda.
El primer error es hablar de ex presidentes como si se tratara de una categoría jurídica, administrativa o social. No es ni siquiera un club. No existe esa figura ni en la Constitución ni en las leyes.
Un ciudadano regresa a su gregaria condición anterior, cuando termina su encargo constitucional. Nada lo hace diferente. No hay distinción.
Este gobierno –para bien o para mal–, se encargó de retirarles toda condición distintiva (los residuos del fuero) cuando les quitó escoltas y pensiones. Así se les devolvió al grupo social sin particularidad alguna. No volvieron al pueblo, volvieron a la sociedad.
Ahí comenzó su castigo.
Por eso, cuando se habla de los delitos cometidos cuando ostentaban el Poder Ejecutivo (único, personal e indivisible), sin especificar nada en concreto, sin causas jurídicas, sin investigaciones confiables, sin acusaciones reales, sin intervención del Ministerio Público, se debetía, además, pensar en el marco jurídico de ese tiempo; no del actual.
Su presidencia dependía de la Constitución y ésta no les reconoce ahora distinción alguna del resto de los mexicanos. Tratarlos de otra manera es aplicarles un fuero inexistente, precisamente ahora cuando se debate en las Cámaras la otra patraña de retirarles todo privilegio, cuando nada más se amplió el catálogo de faltas punibles a pesar del cargo.
El absurdo nos quiere llevar a pedir opinión masiva o manadera en cuanto a la conducta de otros ciudadanos simples, como lo son ahora todos ellos.
Mañana podríamos solicitar una consulta para ver si se quiere juzgar al “Mayo” Zambada o a la madre del “Chapo”; como si fuera la mamá de Lozoya.
Pero el extremo de esta melcocha ha llegado con la intervención de Pablo Gómez en la Cámara de Diputados quien propone una Ley de Amnistía para los ex presidentes, lo cual es otro sin sentido jurídico. La amnistía, todo mundo lo sabe, es el olvido de hechos de índole o motivación política (no supuestos) cometidos.
Él mismo salió de la cárcel por una amnistía basada en la magnanimidad de un sistema capaz de recuperar a los disidentes. En mala hora, dirán algunos. Pero así fue.