La realidad le ha jugado de manera sarcástica a López Obrador.
A él, al Presidente de la República, al hombre que tanto gusta de las plazas llenas y de abrazar multitudes, le impuso en el gran día patrio la sombra solitaria de la Plaza Mayor.
La pandemia, el COVID-19 –que a la fecha ha cobrado más de 70 mil muertes en nuestro país– impuso su presencia en el Grito de Independencia. No habría verbena, ni confeti, ni buñuelos.
Pero sobre todo, no habría quien coreara desde la plancha del Zócalo el ¡Viva México!, tradicional.
Luces, imágenes, sonido. Sí, otra realidad. La realidad virtual…, esa que parece haber atrapado al habitante del Palacio Nacional desde que deambula por sus pasillos.
Extraña metáfora para un gobierno encabezado por quien fuera un gran luchador social.
15 de septiembre de 2020. Fecha que marcará esta página de la historia con tres imágenes fundamentales: La soledad en el Zócalo capitalino, el sorteo del avión presidencial y la firma del Presidente a la Consulta para enjuiciar a los últimos cinco expresidentes: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
No el juicio de la historia. Otro juicio: el de las multitudes, el del pueblo.
Ese juicio que hace tres-cuatro años no estaba en la mente de los mexicanos, pero que al calor de la campaña presidencial fue inducido y ratificado luego con la banda presidencial ya en el pecho.
‘No es mi fuerte la venganza…; no estoy de acuerdo en que se les juzgue, pero si la opinión pública se manifiesta en favor, (yo que lo provoqué) me disciplinaré a lo que diga el pueblo…’, se excusaría el jefe del Estado mexicano, al tiempo que estampaba su firma en la solicitud de Consulta Popular para determinar si los expresidentes deben ser juzgados o no por los delitos que cometieron.
El texto, elaborado a cuatro manos junto con el consejero Jurídico, Julio Scherer, obra ya en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para determinar su constitucionalidad.
Muchos celebrarán la sola posibilidad de ver sentados a los expresidentes en esa larga banca de acusados. Hay una corriente favorable, sin duda, que estaría de plácemes mirando el espectáculo que promete momentos estelares al estilo del circo romano.
Pero toca a la Suprema Corte la última palabra. El desafío, a decir del jurista Sergio García Ramírez, es de este tamaño: “El juzgador tiene que aplicar la ley. No puede remitirse a juicios de la historia, ni a pasiones populares, ni a los dictámenes de un caudillo. Si lo hiciera, hubiera naufragado nuestro Estado de Derecho”.
Estremecedor.
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GEMAS: El más feliz (con sonrisa abierta de lado a lado) en la firma de López Obrador para la Consulta del juicio a los expresidentes era el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.