Cualquiera que diga que la mañanera del primero de septiembre no tuvo nada bueno se va a tener que enfrentar conmigo en una plaza pública. No lo voy a permitir. El Segundo Informe tuvo, en primer lugar, la gran bondad de la brevedad. En segundo lugar, vale reconocer que, bueno, pues, digo, insisto, en primer lugar, fue breve. Releo el discurso pues estaba seguro que tenía otras aportaciones que merecían un elogio. ¿Dónde están? ¿Dónde están? Me rindo, lo único aceptable de ese bodrio de lugares comunes, mentiras y repeticiones es que la tortura duró poco tiempo.
Víctor Toledo, el Secretario que recientemente renunció, acusó al Presidente y a la 4T de hacer política en la contradicción. En la mañanera del primero de septiembre el Presidente se aplicó en darle la razón. En el texto subyace, efectivamente, la contradicción. López Obrador rizó el rizo sin importarle la incongruencia. Algunos ejemplos. El Presidente oscila entre su anhelo de ser una especie de Ricardo Flores Magón o de Fidel Castro. Bueno, pues de las pocas menciones a autores en el texto del primero de septiembre, hizo una cita especial a Adam Smith, el filósofo escocés quien en el siglo XVIII fijó los principios, de la doctrina que se ha pasado denostando López Obrador; el liberalismo económico. Un disparate absoluto, negación ideológica de todo lo que afirma es su proyecto social. Es como si la Madre Teresa de Calcuta, confesara que su libro de cabecera es Maquiavelo.
Otra contradicción hasta chusca. Dijo el Presidente: “Invité al fiscal general de la República y al presidente de la Suprema Corte de Justicia y no pudieron asistir. En otros tiempos eso no pasaba, porque ellos tienen la arrogancia de sentirse libres”. El Presidente llamó públicamente la atención, sobre el hecho de que ninguno de los dos estaba presente. Mi opinión es que el Presidente se hizo una a una con los ausentes. ¿Con qué motivo? Para proyectar la impresión de que tanto Gertz como Zaldívar, no solamente se sienten, sino que son independientes y autónomos. Ergo, si no proceden contra su hermano Pío, él no tiene nada que ver. Simulación burda, que no es creíble ni en la grilla universitaria. Fundamento mi hipótesis en el hecho de que ninguno de los aludidos ha declarado nada al respecto, cuando lo menos que podían hacer era defenderse. Argumentar que no son arrogantes, simplemente guardaban las formas que exige la división de poderes.
Supongamos que estoy inoculado del virus del “sospechosismo”. Procedamos entonces a interpretar el texto. A los mencionados, me pregunto: ¿Les reclamaba o los reconocía? ¿Los ofendía o los felicitaba? Pues los acusaba de arrogantes, es decir altaneros, soberbios, en términos coloquiales, para el Presidente “eran unos mamones”, sin embargo, pardójicamente, se vanagloriaba de la ausencia, pues representaba el cambio y la transformación. Su contradictorio texto me recuerda a los niños maleteros de Alvarado, al llegar a la estación de autobús, se acercan y dicen: “Te cargo la maleta, huevón”. La cortesía y la ofensa mezcladas. El puro estilo presidencial.