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Políticamente correcto

LA APUESTA DE ECALA

por Luis Núñez Salinas
4 septiembre, 2020
en Editoriales
Levantamiento a las 400 horas
4
VISTAS

Dentro del despacho presidencial, una imponente oficina fuertemen­te comunicada con todos los arti­lugios modernos —inclusive unos aparatos satelitales que permitían la comunicación sin necesidad de cables, entre varios puntos de la re­pública— se percibía un aroma de incongruencias y falta de posicio­namientos claros, todo acerca del levantamiento del Ejército de Li­beración Nacional, el EZLN, de­bido a que los informes previos de más de treinta y cinco mil in­dígenas en la selva de Chiapas es­taban fuertemente armados y or­ganizados.

¡La información se había sos­layado!

Los reportes estaban desde el CISEN —el centro de inteligencia del gobierno federal— continua­mente se informaba cómo en Mé­xico, varios pueblos indígenas se armaban, se organizaban y nadie se esperaba que resultara un con­flicto de esta magnitud.

¡Cuando el enfoque principal del sexenio era el tratado de libre comercio! el México de primer mundo, se decía.

El presidente Salinas — difícil de hacer enojar— en esa ocasión dejó de ver un claro sentido de mo­lestia ante los hechos del levanta­miento en San Cristóbal de las Ca­sas y la declaratoria de guerra del subcomandante Marcos —Rafael Sebastián Guillén Vicente según datos de inteligencia—.

Salinas enfundado en un ele­gante pantalón de color gris Oxford, mangas arremangadas, pluma Mont a la bolsa de esta, lustrosos zapatos de color negro y una ligera chamarra de descanso de color azul marino —así como un fino reloj suizo de correas ne­gras regalo del presidente nortea­mericano— dejaba claro su enojo con el movimiento de sus dedos.

Sus expresiones corporales da­ban a todos los presentes —entre ellos el general de estado mayor presidencial Antonio Riviello Ba­zán, quien tenía al mando la incur­sión bélica a Chiapas, mostrando un alto sentido de patriotismo, y una fuerza desmedida del poderío militar a los indígenas— un grado de toma de decisiones, tal vez, una de las más importantes de su ciclo.

—Termine el asalto a Chiapas general.

Todos los presentes se asom­braron

—Pero señor presidente esta­mos a punto de fulminar al ejérci­to de liberación.

—¡Dije paren! — el golpe de la mesa con su mano derecha de Sa­linas dejo claro que ya no era un simple comentario de su tan famo­sa frase de trabajo “¿Ustedes que opinan?” —¡es una orden! paren el ataque—.

De inmediato el general Rivie­lo se levantó y tomó uno de esos nuevos aparatos de comunicación, que venían con un portafolio ne­gro, que permitía hablar a Chiapas sin necesidad de operadoras ¡co­municación directa!

Marcó las claves de seguridad y al otro lado le contestó S-3 —nom­bre clave del comando de la opera­ción en la selva—.

—¡Aquí S-3!

—Termina el asalto a subver­sivos ¡terminen el asalto! repito ¡terminen el asalto y replieguen tropas!

—¡En el instante Sr!

Desde el noveno día después del levantamiento del EZLN, el gobierno federal ya había coloca­do un desplazamiento importan­te, aunque siempre se consideró una “asalto bajo”, las baterías fue­ron bien coordinadas y la pericia militar daba una ventaja al gobier­no federal.

El presidente Salinas volvió a dirigir la voz hacia los presentes en el despacho.

—No puedo, ni debo, dejar a un lado la propia comisión de de­rechos humanos que este sexenio ha diseñado, así como la imagen de un” gobierno represor” —se­ñal que hizo con sus manos— que en nada nos beneficia con nues­tros aliados, debemos a toda cos­ta, constatar que el gobierno fede­ral está en condiciones de solucio­nar sus propios asuntos, sin el uso desmedido de la fuerza.

—No le pedimos explicaciones sr presidente — le dijo el general Antonio.

—Gracias general, deben de sa­ber lo que pasa a nivel internacio­nal y las consecuencias de la paci­ficación de la zona, que ya de por sí es conflictiva, la sospecha de la in­cursión de armamento desde Cen­troamérica está confirmada.

Volvió a sonar el teléfono —es­te que no tenía cables — contestó directamente Diamante 1.

—Sr presidente habla el Obispo de Chiapas Samuel Ruiz ¿me escu­cha claro? — le reviró una voz des­de el otro lado.

Selva de Chiapas 10 de enero de 1994.

El vuelo de los tres helicópte­ros MH-60 Seahawk de recono­cimiento de las fuerzas armadas, rugían con su potencia ensorde­cedora, permitían mostrar a los subversivos el poderío de asalto al que se enfrentaban, el sonido era tal, que los habitantes de algunas poblaciones de inmediato daban alarma de posibles ataques aéreos.

Halcón I, Pantera II y Águila II —nombres clave— se dirigían a una zona secreta dentro de la sel­va, cerca de los poblados de Oco­singo, en donde inteligencia mili­tar hablaba de efectivos militares prisioneros.

«… fuerte presencia subversi­va…escoltas armados grado tres… toda una plaza de prisioneros…” decía el informe»

El objetivo era rescatar a los efectivos, lograr esterilizar la zo­na de posibles levantamientos, fu­sileros paracaidistas que harían la maniobra estan fuertemente ar­mados con todo un sistema de captura, visores nocturnos lo úl­timo en asalto, los entrenamien­tos en Francia, China y parte de las cumbres del Everest hacen de este cuerpo de elite, una garantía para el rescate de mandos que habían sido hechos prisioneros por el ejér­cito de liberación.

¡De pronto los rotores de los helicópteros dejaron de rugir!

Un avanzado sistema de silen­ciadores —hacía que por lo menos durante veinte minutos se logra­ra dejar de escuchar los motores— con esto, el asalto sería de mayor sorpresa.

Las tres naves rayaban el aire dejando solo una pequeña línea de nubes, el sonido que dejaban era solo como un fuerte viento, dentro de los helicópteros la orden era el salto en desplazamiento con una caída libre a más de 25 metros ¡en movimiento! una altura demasia­do baja para paracaídas.

—¡Adelante cóndores! a la or­den.

De uno en uno —desde las tres naves— fueron cayendo los es­cuadrones de águilas, halcones y panteras al objetivo… ¡la misión ameritaba toda una coordinación! misma que ya había sido entrena­da hasta el cansancio.

—¡Adelante señores que no te­nemos toda la noche! —dijo líder de la misión.

El terreno de la selva es extre­mo, no solo por la maleza y las raíces de los Guarumbos o de los Guanacastes —árboles de gran ta­maño y ecosistemas que les habi­tan— sino por que de verdad no hay donde pisar ¡lodo! agua, gua­no de varios animales, le daban a la misión un toque de mayor re­sistencia.

—¡Vamos señores dos minutos para el asalto! — por la radio los avisos eran estructurados y alinea­dos a la estrategia —¡adelante vi­sores! ¿la plaza es segura? —.

Los equipos de avanzada te­nían la zona bien estudiada, ma­pas de tercera visión, objetivos marcados y vigilancia constan­te presencial con cámaras a dis­tancia y propios elementos de las fuerzas armadas que acampaban en las copas de los árboles.

—¡Se observan varios tiradores ocho en total! hay apostados fran­cotiradores en los árboles algunos fusiles de repetición, lanza grana­das, todos los objetivos armados.

—¡En treinta segundos el asal­to! atentos a las órdenes, comien­za el conteo.

De manera precisa y como ver­daderos felinos los escuadrones lo­graron colocarse alrededor y por encima del rancho en donde, pre­viamente inteligencia, había da­do los informes de ¡prisioneros de guerra!

—¡Es momento! vamos al asal­to ¡ahora!

El ingreso de las panteras fue por la parte sur, doce hábiles fu­sileros daban en el blanco al ir ca­minando —su misión era termi­nar con los francotiradores— cada uno que anulaban, cuando caían a la espesa selva se les observaba su armamento de calibres altos.

—¡Fuertes armamentos del enemigo! uniformes de guerrilla centroamericana, manchas azul y blanco, alta capacidad de ataque.

—¡Enterados!

El segundo asalto fue por la parte este, doce halcones tenían como misión repeler el fuego de los tiradores apostados en los di­ferentes del pequeño cuartel ciu­dadela, a estas alturas el fuego ya era cruzado, potentes líneas de fuego iluminaban la selva, solo dando recepción en los cuerpos del enemigo.

El último asalto lo hicieron las águilas, quienes habían puesto ti­ras desde diferentes árboles, de tal modo que crearon puentes de tiro­lesa, en donde esperaban cautelo­sos lograr bajar a la zona de ata­que, una vez recibieran la orden, desde la parte superior las águilas descendieron y a la vez disparaban en contra de los subversivos, al es­tar en tierra el dominio de la plaza era ya casi en su totalidad.

¡Las panteras fueron sorpren­didas con una ráfaga de disparos de fusiles de repetición! perdieron la vida cuatro de ellos.

—¡Tenemos caídos!

—¡Enterado!

Con los dedos en los ojos les indicaban a los tiradores la ubica­ción en la selva del fuego enemi­go, aventaron una bengala e ilumi­naron a los tiradores, ¡se observó de donde salía las flores de fuego y los halcones terminaron por anu­lar el ataque! al encontrarse los es­cuadrones dentro de la casa prin­cipal de la plaza ¡ya habían toma­do el área!

—¡Plaza tomada y anulada!… repito: ¡plaza tomada!

—¡Entendido escuadrones! re­porte de situación al mando.

Cuando ingresaron a la casa principal de la ciudadela cuartel— una vez retirados los cuerpos de los que escoltaban a los prisioneros— lograron abrir los cerrojos de gran­des puertas de madera al tirar los candados y entraron precavidos de saber que cabía la posibilidad de un ataque a mansalva, cuando alumbraron con sus linternas, vie­ron con sorpresa a decenas de mu­jeres indígenas con niños en bra­zos, otros pequeños de la mano de otras niñas ¡no había prisioneros!

—¡Reporten escuadrones! — nerviosos los de comando central por esperar una emboscada.

—¡Mujeres civiles y niños…! ¡solamente!

Para comando central la estra­tegia era clara: grupos guerrilleros de Centroamérica raptaron espo­sas e hijos de los indígenas para co­locarlos como carne de cañón, en este intento de los norteamerica­nos de hacerse del sur de México desestabilizando la región y lograr apoderarse del Istmo, en una juga­da maestra de Reagan, así se com­prendió, así se reclamó.

El 16 de enero de 1994 el go­bierno federal ofreció la amnistía para quienes hubieran participa­do en el levantamiento y el 21 de enero, daban comienzo las pláti­cas en la Catedral de San Cristó­bal de las Casas, con Víctor Ma­nuel Camacho Solís como repre­sentante del gobierno y el obispo Samuel Ruiz García, como media­dor del conflicto.

El Candidato Colosio era fuer­temente opacado por la presen­cia en los medios de comunica­ción masiva de Camacho Solís, consecuencia de la pacificación de Chiapas, los medios naciona­les e internacionales se volcaban hacia Víctor Manuel, a tal grado, que se llegó a especular que habría un relevo en la candidatura: Ca­macho Solís por Colosio.

Sanborns de los Azulejos, apar­tado privado para asuntos relevan­tes, cena privada 28 de enero de 1994.

—¿Pero Colosio de donde sacas que deseo ser quien te desplace y obtenga tu puesto de candidato? — un enfrentado Camacho Solís para con su amigo de varios años.

—¡El rumor es fuerte Víctor Manuel! — contestó el joven can­didato a la presidencia.

—Pero vamos, no hagas caso, tú mejor que nadie sabes cómo se manejan estas cosas, son solo es­peculaciones de la prensa.

Etiquetas: Ejército de Li­beración NacionalEZLN

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