Recientemente ha circulado un texto que se basa en la declaración de “La Carta de la Tierra” a la luz de la responsabilidad frente a la pandemia, a guisa de un marco ético a atender.
Dicho texto ha seleccionado algunos principios contenidos en La Carta de la Tierra, y se consideran que “ayudarán a reflexionar y accionar con una visión compartida como sociedad global que requiere de responsabilidad de unos hacia otros, impregnada de valores fundamentales como son: respeto, cuidado, integridad, justicia, inclusión, tolerancia, compasión y amor, principalmente.”
Cabe decir que La Carta de la Tierra, vista en su conjunto con sus principios y valores, se edifica sobre trascendentales pensamientos y visiones del mundo de la humanidad; es producto de décadas de diálogo intercultural mundial. Y lo relevante de ello, es su visión que se cimienta en un llamado urgente al cambio social de manera sustentable.
Así es que retomo en esta entrega algunos de los principio que resultan orientadores para el quehacer de hoy.
¿Qué hemos aprendido de la pandemia COVID-19 con relación a los impactos en los sistemas biológicos naturales y humanizados?
Conocer, valorar y conservar todos los sistemas biológicos, así como la diversidad, tanto biológica como cultural, es esencial para asegurar el bienestar de todos los seres que cohabitamos en el planeta. Por ello, es necesario “Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida” (Principio 5). Así mismo, es de vital importancia para asegurar un equilibrio dinámico entre el desarrollo social y humano de las presentes y futuras generaciones, y la integridad de los ecosistemas, “Adoptar, a todo nivel, planes de desarrollo sostenibles y regulaciones que permitan incluir la conservación y la rehabilitación ambientales, como parte integral de todas las iniciativas de desarrollo” (Principio 5a), “Establecer y salvaguardar reservas viables para la naturaleza y la biosfera, incluyendo tierras silvestres y áreas marinas, de modo que tiendan a proteger los sistemas de soporte a la vida de la Tierra, para mantener la biodiversidad y preservar nuestra herencia natural”(Principio 5b) y “Manejar el uso de los recursos renovables como el agua, la tierra, los productos forestales y la vida marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas” (Principio 5e). Lo anterior requiere de alianzas efectivas entre la sociedad civil organizada, la iniciativa privada y los gobiernos en sus tres niveles.
¿Qué prácticas individuales y colectivas hemos adoptado en esta pandemia con relación a los ámbitos social, económico y ecológico?
Lograr lo anterior implica considerar la importancia de la “Integridad Ecológica” (Eje-propósito II de La Carta de la Tierra); lo anterior nos permitirá encontrar motivación y respuestas para “Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución” (Principio 6); por ello, debemos “Tomar medidas para evitar la posibilidad de daños ambientales graves o irreversibles, aun cuando el conocimiento científico sea incompleto o inconcluso” (Principio 6a). En este sentido, nos vemos en la necesidad de actuar de manera comprometida e informada, a través de una participación plural e incluyente, basada en una cosmovisión ecocéntrica, que dé rumbo a la adaptación de nuevas formas de convivencia y producción humana.
Lo anterior cae justo en el contexto de Querétaro, sobre todo, para que sea reflexionado en los futuros desarrollos inmobiliarios que poco prestan atención a dichos principios, en aras sólo del interés económico, dejando de lado el bien común, la preservación del ambiente, sus componentes bióticos y la calidad de vida de los habitantes de la zona metropolitana de Querétaro.
No se trata de excluir, sino por el contrario, incluir las visiones, a todas las partes, pero desde una base sólida, ética y comprometida, pues es posible construir un desarrollo sustentable en beneficio de todos, sin dañar o generar impactos negativos, por el contrario, incrementar los bienes y servicios ambientales necesarios para la colectividad.
En este sentido, ya no es tiempo de desdeñar la cuestión ambiental, ya no da más un modelo que sólo atiende la cuestión económica, ya no son tiempos en los que sólo predominan los intereses de grupos económicos, el hoy implica asumir una conducta ética responsable, que mire por el bien común y respete la interdependencia que guardamos con la naturaleza como condición de nuestra existencia