Una de las más frecuentes fuentes de la agresión violenta contra las mujeres es la ejercida por el novio, esposo o concubino. Problema que alcanza niveles de patología social, aunque en la actualidad, sólo se contempla como un “problema privado, particular”. Lo cual cínicamente tiende a minimizar la realidad en cuanto a la magnitud del problema, en el cual, la violencia permea hacia la población más vulnerable: los niños(as). ¿Cuál es la o son las posibles causas que como un endemoniado andamiaje soportan este cáncer social?
Violencia doméstica.
Una de las definiciones más aceptadas sobre la violencia doméstica es la que presenta L. Walker en su libro “The Battered Woman” (1999) “un patrón de conductas abusivas, que incluye un amplio rango de maltrato físico, sexual y/o psicológico y que es ejercido por una persona en contra de otra, en el contexto de una relación íntima, con el objeto de ganar o mantener el abuso de poder, control y autoridad sobre ella”.
Trastornos de personalidad.
En mi tesis doctoral, “Neurociencia Jurídica en la Inimputabilidad Penal en situación de Trastorno Mental Transitorio, Actio Libera in Causa y estado de Emoción Violenta: repercusiones jurídicas y forenses”, señalo que los trastornos de personalidad constituyen una de las principales psicopatologías manifiestas en los agresores a sum pareja, patologías que pueden ser transitorias y, lamentablemente, permanentes. Al respecto, Sarasúa y sus colaboradores en su libro “Perfil psicológico del maltratador de la mujer en el hogar”, señala que parece darse mayor prevalencia de personalidad antisocial, algún tipo de trastorno de la personalidad y depresión mayor, pero no tras psicopatologías, como lo señala Matud y sus colaboradores en su libro “Mujeres maltratadas por su pareja. Guía de tratamiento psicológico”.
El maltratador.
Varios investigadores describen las características de personalidad del hombre violento como: “el hombre violento es una persona de valores tradicionales que ha internalizado profundamente un ideal de hombre como modelo incuestionable a seguir”. Este investigador, a través de su vasta experiencia en la observación y estudio de estos agresores, señala que las actitudes violentas podrían explicarse mediante los postulados del aprendizaje social durante la infancia y la adolescencia.
Sentimientos de inferioridad.
Señalan que los hombres que son violentos con sus parejas comparten ciertos rasgos de personalidad: frecuentemente presentan sentimientos de inferioridad, por lo cual, ante cualquier intento de independencia por parte de su pareja, lo asume como un cuestionamiento a su autoridad que trata de controlar mediante las agresiones, que, a su vez, le hacen albergar un sentimiento altamente satisfactorio de poder, al percibir el miedo que infunde en su pareja, y que repite cada vez que se considera amenazado por su pareja.
El niño como testigo.
También se señala que el hecho que un niño atestigüe actos violentos, impactará profundamente en su formación. De tal forma que el niño naturalizará la violencia en su adultez como un medio para solucionar problemas, y la podrá utilizar contra la esposa o pareja, cuando considere que ella está desobedeciéndole o actuando de manera incorrecta y atente contra su condición de hombre, según el ideal de masculinidad que él mismo se ha creado.
Mecanismo compensatorio.
Al respecto, Michael Kaufman en su libro “Las 7 p de la violencia de los hombres”, señala que la violencia se convierte en un mecanismo compensatorio, es la forma de restablecer el equilibrio masculino, de firmarse a sí mismo y a otros las credenciales masculinas de uno.
Aprendizaje del niño.
Kaufman explica la violencia de los hombres contra las mujeres como producto de una tríada: la violencia de los hombres contra los propios hombres, contra sí mismos y contra las mujeres. El investigador resalta la importancia del aprendizaje del niño, aunque sin concederle un determinante totalitario en su formación, inserto en una sociedad basada en estructuras patriarcales de autoridad, dominación y control que se permean a través de todos los ámbitos del desarrollo humano: sociales, económicos, políticos e ideológicos.
Modelo de indefensión aprendida.
- Seligman en su libro “Helplessness: On Depression. Development and Death”, menciona que cuando un ser humano experimenta situaciones emocionales de alto impacto negativas, las cuales no puede evitar porque se percibe sin control sobre ellas, el miedo y la desolación que le producen se traducen en un estado de ánimo de abatimiento y ambigüedad, que proyectará a través de tristeza y miedo a todo acontecimiento doloroso y agresivo que suceda en su entorno.
Violencia doméstica.
Esta indefensión se traduce en violencia doméstica cuando la mujer recibe repetidamente muestras de odio durante la agresión, para después verse “recompensada con muestras de arrepentimiento”. Esta incomprensible y estúpida falta de congruencia en el comportamiento del agresor, somete a su víctima en una ambigüedad emocional que le lleva a autopercibirse como indefensa en esta situación.
Síndrome de Estocolmo doméstico.
Ante la propuesta teórica de Andrés Montero Gómez, establecida en su artículo “Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica: una propuesta teórica”, publicado en la revista Clínica y Salud, vol. 12, número 1, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, en el que se trata de explicar el vínculo paradójico que se crea entre la víctima de violencia doméstica y su victimario, de manera semejante al que se crea entre las víctimas de jun secuestro y sus captores, desde el momento en que se crea un lazo afectivo al defender las razones para la captura; en el maltrato a la mujer, ésta asume las razones de su agresor para llevar a cabo su conducta violenta, aceptando sus periodos de arrepentimiento, generando de esta manera, la persistencia de los ciclos de violencia.
Persuasión coercitiva.
- Escudero y sus colaboradores, en el artículo “La persuasión coercitiva, modelo explicativo del mantenimiento de las mujeres en una situación de violencia de género. I: Las estrategias de la violencia”, publicado en el volumen XXV, número 95 de la Revista Española de Neuropsiquiatría, señalan que este modelo genera en el agresor una serie de estrategias de manipulación emocional, como la coercitiva con la finalidad de prolongar el control sobre su víctima. Por su parte, Priscila Montañez Alvarado, en su tesis doctoral “Evaluación de un Tratamiento Psicológico para el Estrés Postraumático en Mujeres Víctimas de Violencia Doméstica en Ciudad Juárez”, cita que entre las tácticas de manipulación emocional y ambiental que utiliza el agresor, se encuentra el aislamiento, el control de la información, el debilitamiento psicofísico y sobre todo la activación emocional del miedo, la culpa y la ansiedad, con la aplicación de premios y castigos, se genera una dinámica de emociones en las que el miedo genera parálisis de acción en la víctima, mientras que la culpa y la vergüenza llevan a la mujer a ocultarse y retraerse, generando con esto, la situación de aislamiento social que favorece el mantenimiento de la violencia.
Modelo interactivo de la violencia doméstica.
- Stith y K. Rosen, en su libro “Estudio de la violencia doméstica”, citan que en este modelo se analizan las causas de la relación de la pareja violenta, mediante factores multicausales que interactúan entre sí para explicar el origen de la violencia intrafamiliar. Los factores referidos son los elementos de vulnerabilidad del sujeto y la familia, el estrés situacional, los recursos individuales, familiares y sociales para afrontar la situación estresante de violencia y el contexto sociocultural en el que se manifiesta la agresión, todos ellos afectan la percepción y definición de la violencia, que daría lugar a una serie de normas en donde se aceptaría la manifestación de la violencia y la subordinación de la mujer ante el hombre. Una vez que los actos violentos resultan satisfactorios para los objetivos del agresor, su conducta se repetirá constantemente.
Modelo predictivo de la violencia doméstica.
Las investigadoras Stith y Rosen, en este modelo proponen el planteamiento que retoma las bases de la teoría del aprendizaje social, acá la agresión proviene de una variable exógena, que consiste en el haber sido testigo de violencia marital durante la infancia, y cinco variables endógenas que consisten en el alto nivel de estrés y la insatisfacción en la relación de pareja, actitud de aceptación o no de la violencia de pareja, nivel de igualdad en el rol sexual, nivel de alcoholismo y nivel de autoestima.
Resolución impositiva de los conflictos y hombres que ejercen malos tratos. – La relación que establecen los hombres que maltratan entre desigualdad y control es tal que la una (desigualdad) no se explica sin el otro (control), de ahí el deseo de controlar a la pareja, de vigilancia estrecha, etc.…, aunque pueda haber situaciones de control no sustentadas en la desigualdad. Del mismo modo, también es clara su tendencia a aceptar la relación aseverativa entre masculinidad y violencia, lo que les lleva a justificar y legitimar la violencia como si fuera un derecho suyo.
Problemas incapacitantes.
Fernando Fernández-Llebrez, profesor de la Universidad de Granada, en su trabajo “Masculinidades y Violencia de Género ¿Por qué algunos hombres maltratan a sus parejas (mujeres)?menciona que realmente ambas cosas son inadmisibles, pero esa triste realidad lo que está expresando es al mismo tiempo, o más bien por ello, una notoria incapacidad de estos hombres para resolver los conflictos con los que se encuentran y generan a través de la negociación, el acuerdo, el dialogo, la empatía, Una incapacidad de la que Michael Kaufman nos habla cuando señala que “si la capacidad de actuar en formas “poderosas” requiere de la construcción de una armadura personal y de una temerosa distancia respecto de otros; si el mundo del poder y los privilegios nos aparta del mundo de la crianza infantil y del sustento emocional, entonces estamos creando hombres cuya propia experiencia del poder está plagada de problemas incapacitantes”.
Reacción compensatoria.
Fernández Llebrez señala que de este modo, cuando se juntan el deseo de control (y el miedo a perderlo), con la justificación de la violencia (que estira hasta el final la relación asertiva entre masculinidad y violencia) y la incapacidad (emocional) para resolver conflictos de forma no impositiva (de lo que es un ejemplo la poca o nula tolerancia a la frustración) nos encontramos con una especie de reacción compensatoria donde, por desgracia, los malos tratos (psicológicos, sexuales y/o físicos) cobran vida. Es cierto que resulta lamentable e injusto que una carencia personal (fracaso como hombre) tenga repercusiones sobre otros/as y más cuando no hay relación alguna entre lo que uno/a hace y cómo se le responde. Pero que sea injusto no invalida para señalar que es esto lo que, en bastantes ocasiones de los malos tratos masculinos hacia sus parejas, está ocurriendo.