La globalidad tocará a su fin, en los años venideros y ello será así, porque la tercera revolución industrial ya está en la puerta y las lecciones de la pandemia ligadas al nuevo regreso, apuntan hacia otra dirección, que no es el capitalismo que conocemos y que ya demostró su agotamiento. Esa globalidad que promovió a empresas transnacionales que actuaban por sí solas y utilizaban las prácticas convencionales para construir infraestructura, confiriéndoles de esta forma influencia y control, al tiempo que destruían instituciones o las pervertían, como el caso Odebrecht, ya está terminando y lo que veremos, es el retorno de los bienes comunes (infraestructura) a manos de los gobiernos sean municipales, estatales o federales, para así garantizar el bienestar de las personas y no la ganancia de las empresas. El esquema de mercado vendedor/comprador cambiará a proveedor/usuario. Lo anterior no elimina la participación de las empresas, pero ahora estas tendrán que asumir la responsabilidad del riesgo y no como ahora que se les pagaba, aunque no funcionara el proyecto, o aún funcionando. Se trata de inversiones que podrán hacer en infraestructura, pero asumiendo el riesgo financiero y después dejando dichos bienes en propiedad del gobierno, es decir será temporal su intervención y no tendrán el control de la infraestructura. La tercera revolución industrial inicia con un a etapa de transición y básicamente se caracteriza por la construcción y modernización de la infraestructura en tres sectores claves: el de las tecnologías de la información y comunicación (TIC); el sector eléctrico y de energía basado en fuentes renovables y limpias y; el sector de la movilidad y la logística. Y esto como ya lo comenté en un anterior artículo en esta misma columna de Plaza de Armas, en varios estudios e informes provenientes del sector financiero, de las organizaciones comerciales globales, de varios gobiernos nacionales y de muchas instancias de consultoría de la industria de la energía, del transporte y del sector inmobiliario sugieren y advierten el inminente colapso de la civilización industrial basada en los combustibles fósiles, que bien podría ocurrir entre el 2023 y el 2030.
Y como parte de la transición, que abandona el modelo basado en los combustibles fósiles, la nueva visión requerirá de un Plan que integre al menos 7 áreas estratégicas: eficiencia energética; despliegue de energía renovables; movilidad limpia, segura y conectada; industrias competitivas y economía circular; infraestructuras e interconexiones; bioeconomía y sumideros naturales de carbono y; captura y almacenamiento de del restante carbono para afrontar las emisiones.
Por ello, el papel clave de la inversión pública en todos esos rubros y especialmente en la infraestructura, corresponderán a los gobiernos de todos los niveles, pues de lo contrario, esas economías y regiones quedarán rezagadas (por ejemplo, en Querétaro, hoy en día ya está rezagada la infraestructura de las redes de transmisión de energía y no se diga de otros estados como baja California o Yucatán que les hace falta energía y a otros estados vías de comunicación). Ahora la vara para evaluar a un gobierno será en cuanto la construcción de la nueva infraestructura para la nueva era que se avecina).
Por otra parte, en este nuevo relato histórico de la civilización, habrá que dejar a tras la línea argumental individualista, para reprocesarla en términos de especie, como colectivo. Ya en la era de los cazadores-recolectores que abarcó un muy largo periodo en el que predominó la conciencia mitológica y los gobiernos tribales, pero con el advenimiento de la agricultura, aparecieron las grandes infraestructuras y con ello, el nuevo paradigma se deslizó hacia una conciencia teológica y conjuntamente vinieron los imperios y gobiernos centralizados. Después vendría la primera revolución industrial del siglo XIX que generaron la conciencia ideológica y el nacimiento de los gobiernos Estado Nación. Y para la segunda revolución industrial, apareció la conciencia psicológica y los organismos de gobiernos globales. Pero en la siguiente tercera revolución industrial en su etapa emergente del siglo XXI estamos viendo el surgimiento de una conciencia de la biosfera y a gobiernos horizontales y de asamblearios.
Con la pandemia se reforzó la conciencia sobre el planeta, sobre el respeto a otros seres vivos y sus hábitats, pero también mostró palpablemente, aunque fue una diminuta y temporal descarbonización, con lo cual alertó sobre las consecuencias catastróficas de nuestro que hacer contaminante. Las pandemias irán y vendrán, pero el reto mayor es combatir el cambio climático antes de que rebasemos la línea de no retorno y entremos en la Sexta Extinción. Ya no basta con una responsabilidad y decir que en cada uno esta la solución, ahora, es necesario un nuevo paradigma basado en la visión de especie y en la evolución para crear una conciencia colectiva y de pleno respeto al planeta viviente que nos interconecta con todo. Se requiere poner a tono una gran fuerza superior a la que mueve actualmente la economía basada en los combustibles, y eso será posible cuando se despierte nuestra capacidad colectiva como especie.