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Sin abrazo llegó el “marrazo”

EL CRISTALAZO

por Rafael Cardona
3 agosto, 2020
en Editoriales
El “fusil” tecnológico en la IV-T
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El pasado 23 de julio los criminales del cartel “Jalisco, Nueva Generación”, divulgaron en las impunes redes sociales un video mensaje en el cual anuncian el fin de los días de José Anto­nio Yépes, “El marro”. No quedaba claro si se referían a su necesariamente finita caminata por el mundo, o nada más al fin de su hegemonía al frente del grupo delictivo de “Santa Rosa de Lima”.

No pasaron ni diez días cuando el supremo gobier­no confirmaba, quizá sin relación alguna, el vaticinio de los carteleros jaliscienses, quienes habían procla­mado su poderío en un video de exhibición de su po­tencia paramilitar, poco después del frustrado inten­to de asesinar al secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfusch quien hasta la fecha se mantiene en tratamiento de rehabi­litación por la secuela de las lesiones recibidas en el criminal atentado.

José Antonio Yepes tuvo oportunidad de experi­mentar en carne propia la falacia de aquella blanden­gue frase de campaña electoral en cuanto a los abra­zos y los balazos.

Hoy está, afortunadamente, recluido en el Penal de Almoloya del cual no se fugará excepto si contrata­ra a los ingenieros en excavación de “El Chapo”, quien –dicho sea de paso–, jamás se evadirá del calabozo gringo en cuya lóbrega estrechez lo tienen apandado.

“Marrazos, no balazos”, podría decir la nueva pro­paganda en la indeclinable labor de pacificar el estado de Guanajuato cuyo gobernador, de egipciaco nom­bre, ha sido devuelto al carril de la obediencia al go­bierno federal, después de haberse puesto muy “ga­llito” en contra del verdadero gallo en este palenque, al cual ni con todas las intenciones del mundo pudie­ron desplumar durante veinte años los conservado­res y los reaccionarios.

Menos ahora cuando el declinante ex gobernador de ese estado y ex presidente de la República, Don Vicente Fox ha pasado de los desafueros a las desafi­naciones en su improvisada y grotesca nueva ocupa­ción de cantor de “Mañanitas” por encargo y tosto­neo de gorgoritos seniles por “lo que sea su voluntad”.

Pero la captura del “Marro” es en verdad un éxito para el gobierno federal. Si tras ella se producen otros brotes de violencia ocasionados por la disputa en el control pandillero, no debe ser esta repercusión mo­tivo para dejar de perseguir a los malosos, mafiosos y mañosos. De estos y de quienes asomen la cabeza.

El privilegio estatal, del monopolio de la violencia legítima no puede quedar en una simple teoría. La ex­clusividad en el uso de la fuerza legal –y responsabi­lidad primordial– conlleva la necesidad de aplicarla sean cuales sean los costos. El fracaso de la guerra de Calderón no fue declararla; fue perderla.

En el momento de su captura; dicen las crónicas, “El marro” tenía a una persona secuestrada y guarda­ba un arsenal. Como en otros casos llama la atención la nula resistencia ofrecida.

Cualquiera supondría otra conducta en el dueño de un depósito de armas, cuya carrera delictiva se ha ca­racterizado por el desmedido uso de las armas de to­do calibre. La eficacia del ataque de las fuerzas legales lo dejó sin oportunidad de responder o simplemente se trata de otro caso de cobardía extrema.

Los bravucones y delincuentes siempre dicen lo mismo, a mi no me agarran vivo, primero me llevo algunos por delante.

Pues en el caso del “Marro” ni por delante ni por de­trás, porque se entregó con cara de sorpresa, abando­nado por quienes dentro del propio sistema lo habían protegido tanto tiempo en el sublime arte del “pitazo”.

Aquí no hubo “pitazo”; hubo marrazo y en buena hora ha sido de ese modo.

En Guanajuato hubo más de mil doscientos asesi­natos en los pasados seis meses. Toda una cifra de ho­rror en un estado cuya violencia significa la mitad de los hechos sangrientos en todo el país.

Si esta captura, seguida del exprimidor de infor­mación al cual deberán someter al capo –más allá de los métodos empleados con los de “cuello blan­co”– permite la recuperación de la paz, es algo dig­no de aplauso.

La piedra en el zapato con cuya persistencia “Don Marro” le anunció su continuidad al gobierno, ha de­jado de ser ahora un problema. El siguiente paso es terminar con todo el pedregal de los “limeños”.

FIRMA

Una vez fuera del hospital y vigilado por un bra­zalete electrónico, Emilio Lozoya no se va molestar ni siquiera en ir a firmar al juzgado mientras termi­na su proceso.

Privilegio, se llama eso. Aquí y en Turquía

Etiquetas: cártel Jalisco Nueva GeneraciónEl MarroSanta Rosa de Lima

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