El ingreso del Estado es el Estado mismo decía el filósofo inglés, Edmund Burke. Sin impuestos no hay en el fondo destino común de la sociedad, porque no hay capacidad colectiva para actuar, así que, en el centro de toda conmoción política, en la intemperie de cualquier guerra, en la salida a toda gran crisis, siempre atisba una revolución fiscal.
Hace unos días 83 millonarios de nueve países, los “Millonarios para la humanidad”, publicaron una carta que fue muy comentada en medios. Una carta en la que confirmaban su poder, aceptaban la inequidad y demandaban un incremento de impuestos no como un acto de caridad sino como un acto para “rebalancear nuestro mundo.” Un pendiente del que pocos podrán diferir, que refleja las discusiones en los países de origen de los firmantes y que no fue firmado por ningún millonario de un país en vías de desarrollo.
La crisis actual sugiere que la pobreza y la desigualdad en el mundo aumentarán, afectando de manera más punzante a los más vulnerables. Mientras en un día Jeff Bezos incrementa su patrimonio en 13 billones de dólares, millones de pequeñas y medianas empresas y de negocios familiares, no cuentan con la liquidez necesaria para sobrevivir. En Europa, por ejemplo, economistas y académicas están planteando la posibilidad de volver a utilizar el impuesto sobre el excedente corporativo para evitar el enriquecimiento extraordinario de algunos negocios a causa de la contingencia. Otra de las propuestas que más consenso ha obtenido hasta el momento es implementar un impuesto progresivo y temporal al uno por ciento más rico de cada nación, que serviría para pagar los bonos emitidos por los países durante la crisis de COVID-19 o para inyectar recursos a fondos de rescate destinados a estabilizar sus economías.
Se requerirán otras soluciones, más allá de la solidaridad y la filantropía, para atacar los problemas milenarios de la desigualdad, no solo en México sino en la mayoría de los países del mundo, incluyendo a algunos de los más desarrollados. A lo que estos 83 millonarios están apuntando es a generar esquemas progresivos sobre el ingreso, sobre el patrimonio y sobre otros aspectos que puedan generar aportaciones extraordinarias, como sucede normalmente en otros países después de momentos de dificultad económica y que las sociedades socialdemócratas aplican desde el siglo antepasado con resultados notables para atenuar la desigualdad.
Necesitamos traer a la discusión herramientas que faciliten que una vez que la crisis sea superada, haya una manera justa y eficiente de asumir el costo para volver a la normalidad.