EL JICOTE
Se dice que para ser político había que entrenarse, ´ponerse frente al espejo, comerse dos sapos y no hacer gestos. López Obrador y Trump demostraron que son políticos, se dijeron tantas mentiras que si se hubiera aplicado la moraleja de Pinocho, que al decir mentiras crece la nariz, los dos al terminar sus discursos hubieran tirado con la nariz su atril y hasta hubieran jugado espadazos. No obstante, creo que el Presidente salió airoso de la reunión.
La visita no tenía razón de ser, el mayor pretexto es que era para entrara en vigor el T-MEC no era cierto, no había nada en el protocolo que marcara esa solemnidad. Prueba de ello es que Trudeau, primer ministro de Canadá, se negó a hacer el caldo gordo en un propósito meramente electoral. Simplemente Trump le dio un chasquido de dedos al Presidente para que fuera y le diera aire a su campaña entre los méxico norteamericanos.
López Obrador, en recuerdo de su pasado priísta, fue como maraquero, llevando como maraca su discurso que le ayudara a Trump, pero que también le sirviera en su liderazgo político y fortaleciera la posición internacional de México. Creo que a costa de la ignominia lo logró. El Presidente pronunció su discurso en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, inspirado en el nombre le echó todo un invernadero de flores. Trump resultó el mejor amigo de México y los mexicanos. Amiguito que ha acusado a nuestros migrantes de: “violadores, criminales, delincuentes, malos hombres”. El Presidente, comiendo un gran sapo, afirmó: “Aprecio que nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía”. Por supuesto que no, no nos impuso el muro ni ha reiterado su intención de que lo paguemos. Nada de eso, es una especie de teletón fronterizo al que amablemente nos ha invitado. Tampoco tomamos en cuenta su amenaza de los aranceles si no deteníamos a los migrantes. Por supuesto que no nos presionaba Trump, los mexicanos, con toda libertad y espontaneidad, hemos dedicado el 64 por ciento de los elementos y recursos de la Guardia Nacional para detener a los migrantes. Estados Unidos está tranquilo, como cuidadores de su patio de atrás hemos sido más efectivos que controlando la delincuencia organizada.
Pero López Obrador también aprovechó el escenario y en su discurso, el mejor que le he escuchado, le dio a Trump y a la opinión pública del vecino, una historia de economía y de geopolítica; las ventajas comerciales reciprocas y continentales; la colaboración de México en sus cruzadas bélicas; los agravios que hemos padecido por su política imperialista. Enfatizó: “No se olvidan; de las grandes aportaciones de la comunidad de los 38 millones de mexicanos que radican en Estados Unidos”.
Incluso el posible el desquite que podría tener la visita con los demócratas es relativo, pues se les abrieron los ojos sobre la importancia de México y la necesidad de mantener buenas relaciones. El mayor costo es con la comunidad México-estadounidense, que no estuvo presente ni se sintió defendida. Será una herida difícil de cicatrizar. A pesar de todo, creo que el balance del viaje es positivo y no tengo empacho en reconocerlo.