EL CRISTALAZO
Una de las frases felices en el gobierno de las muchas expresiones alegres, significativas o no; realistas o fantasiosas, guarda relación con la política exterior: la mejor es la política interior.
Pero el Señor Presidente, en su viaje a Washington, en el cual según sus cantores y aedos, rapsodas y lambiscones sólo le faltó volver a casa con los territorios perdidos en la guerra del 46, no fue a Estados Unidos en ejercicio de su política interior sino de su política personal.
Por eso, en un patinazo desafortunado, Porfirio Muñoz Ledo dice con el pecho reventado de orgullo nacional: el Señor Presidente se volvió a poner la banda presidencial. ¿Pues quién se la había quitado?
La finalidad era mejorar aquí su imagen en un terreno poco cultivado durante su carrea política, realizada a ras de tierra y con la mirada en el ombligo y con mutuo aprovechamiento electoral.
Trump va por su reelección; Amlo, por la continuidad de su partido. Uno en noviembre de este año; el otro en junio del siguiente.
La contención de Trump obedeció a un cálculo simple: América Latina no tiene una figura tan aprovechable como la de un vecino revolucionario con ascendiente en algunas comunidades de origen hispánico.
Pero esas comunidades no quedaron todas satisfechas. Muchas, entre, las más significativas quedaron insatisfechas porque los pronunciamientos de los presidentes fueron más para el halago mutuo y menos para asuntos concretos como migración, “dreamers”; cese al hostigamiento y al racismo y otras. Todo fueron ditirambos y sahumerios. Ni un solo de los menores (ni de los mayores) enjaulados en las horrendas estaciones del ICE, víctimas de la separación de familias, fue liberado gracias al intercambio de flores en el Jardín de las Rosas.
El Señor Presidente necesitaba probar, fuera, un respaldo tan eficaz como para borrar otras críticas.
Su insistencia sobre soberanía, respeto, amistad y demás, no son sino ensalmos para no mirar la realidad. Ni nos han respetado, ni hemos tomado decisiones soberanas todo el tiempo (el uso de la Guardia Nacional en labores de control fronterizo es una evidencia), ni se pueden tener relaciones de amistad basadas en la habilidad para esquivar las amenazas permanentes.
“Mucho “bending”; poco “punch”. Todavía el viernes pasado, Donald Trump volvió sobre sus pasos e insistió en el control de las mafias de la droga en México o la aplicación de aranceles a las exportaciones nacionales. Nada ha cambiado, excepto el discurso público coyuntural de una visita, lo cual nada muda y todo conserva.
López Obrador no es un hombre de mundo.
Su monolingüismo, su obsesión etnocentrista de populismo indigenista y su formación cultural tan provinciana y decimonónica; cercana a los liberales del siglo XIX y tan lejos del mundo contemporáneo y sus avances, lo hacen creer en la inutilidad de una computadora a la cual José María Morelos y Pavón no tuvo acceso y escribió, sin embargo, con pluma de ganso (me canso) o lápiz de grafito, los Sentimientos de la Nación.
Y si a eso vamos tampoco Abraham Lincoln necesitó una “lap top” para construir la majestuosa oración de Gettysburg, pero los hombres de su país desarrollaron ciencia y tecnología hasta lograr la revolución informática contemporánea.
¡Ay!, tan lejos de Bill Gates y tan cerca de Álvarez-Buylla.
Pero López Obrador fue a Washington con un doble interés: probar internamente su habilidad para reconocer el momento preciso de las cosas, y demostrar cómo él también sabe jugar con palos (hasta de beisbol) y zanahorias. En la campaña era el furibundo nacionalista cuyos textos incendiaban las conciencias y su grito “Oye Trump” contra el racismo y la exclusión antimexicana, era clamor de muchos paisanos.
Hoy no necesita eso. Trump sigue siendo el mismo WASP insolente de toda la vida, pero ahora ya no se lo decimos. Mejor le celebramos el tono de sus palabras y le agradecemos un trato no colonial. Pero alguna de ambas posturas es falsa. O las dos.
Apostar por una colaboración solidaria y pública en una precampaña dificultosa del presidente americano quien tiene 30 millones de votos en contra (los desempleados del Covid) y una crisis económica honda y profunda, debe tener dividendos. Hasta ahora han sido personales. Los de mañana podrán ser nacionales. Y si no, venga lo hallado al talego de la mayor gloria y el fomento del ego.
Los agravios no se quedan atrás. Las antiguas quejas por ellos, sí. Quien disimula en su favor las actitudes en su contra, se convierte en cómplice de quien lo ha sobajado. Y ese ángulo nadie lo quiere analizar porque hemos tenido el supremo valor, la inteligencia –dicen– de no patear el pesebre.
El famoso discurso washingtoniano, tantas veces desmenuzado y releído, se quedará como eso, como una pieza oratoria. Ahora falta la cotidiana comunión con el pan de la realidad.
Dos días antes, Trump inspeccionaba el muro. Dos días después lo volvió a meter en su narrativa, como dicen ahora.
Pero de ese tema no se quiso hablar. El inoportuno recordatorio de ese agravio, no elimina ni un centímetro de los cientos de kilómetros ya edificados. Quizá sin debatir el precio y quién lo pague, la muralla es utilizada en estos días por Trump ya no con valladar de asesinos, violadores y traficantes, sino de proteínas invisibles: el muro contuvo al COVID19, die Don Pelmazo, con lo cual atiza otro estacazo, los mexicanos son además de todos, transmisores del virus, como en otro tiempo se satanizaba a los homosexuales por haber diseminado el AIDS por todos los rincones de la tierra.
Dentro del “Caucus” hispano del Congreso de Estados Unidos, el representante Raúl Grijalva ha sido algo interesante:
“…Trump llegó a la Presidencia (AP) calificando a los mexicanos como delincuentes, traficantes de drogas y violadores… AMLO se ha convertido en nada más que el colaborador de Trump y ha ejecutado voluntariamente el plan de Trump al otro lado de la frontera…esta es una bofetada para los mexicanos, los mexicoamericanos y todos los migrantes que viven en la frontera de los Estados Unidos…” Pero nada de eso vale un grano de sal. El éxito del viaje internacional (política exterior) ha sido interno (política nacional) y ha exaltado la figura presidencial (política personal). La maquinaria de la propaganda se ha soltado hasta con la colaboración de los entusiastas de ocasión como si en verdad hubiéramos recuperado California.
Y no es para tanto: haberle devuelto, en todo caso, la normalidad diplomática a una reunión bilateral, plagada de mentiras y con momentos sobreactuados, con cualquier pretexto, no debería rajar los bronces de todas las campanas del júbilo patrio.
Si los pronósticos de un encontronazo fallaron, pues peor para quienes los hicieron. Quedaron en ridículo. Y ya. Pero la derrota de los profetas no hace distinta la realidad de ambos países.
Mientras tanto la política personal avanza sin obstáculos rumbo a las elecciones del 2021 con éxitos notables en los discursos recurrentes: el combate a la corrupción (del pasado) se afianza con las capturas de Lozoya y César Duarte. El cantinflesco doctor de la epidemia, oscurece toda visión de la magnitud real del asunto y nos lleva a una lucha verbal, cuando deberíamos sostener una cruzada sanitaria nacional unificada y homogénea.
Pero mientras eso se logra o no, en la Ciudad de México Morena se aprovecha de esa confusión para meter por debajo de la puerta leyes contra la formación patrimonial, la renta de las propiedades, los derechos de los dueños legítimos; la legalización de la insolvencia o la cultura del no pago y la legalización de la “ocupa” como forma justiciera de una reforma urbana.
Así tomaron el poder después del sismo del 85. Los invasores de predios y edificios, fueron premiados, hasta hoy, con curules, jefaturas delegaciones, alcaldías y demás privilegios. El periódico anarquista “Regeneración” de Flores Magón, proclama la abolición de la propiedad privada.
“…el Partido Liberal Mexicano lucha sin descanso, sin tregua, sin cuartel, contra el llamado derecho de propiedad individual, aconsejando la expropiación de los bienes de los usurpadores para el beneficio de todos…”
El Movimiento de Regeneración Nacional parece dispuesto a hacerlo realidad muchos años después.