QUERETALIA
En mi Querétaro se recuerda con amor el paso del hoy santo, San Junípero Serra, por la Sierra Gorda donde civilizó con un espíritu renacentista y no medieval a la región agreste y salvaje. Escribo esto hoy que me duele el que sean objeto de agresiones sus estatuas en algunos puntos de la Unión Americana donde se han atrevido de manera desinformada de acusarlo de genocida y racista. ¡Nada más alejado de la realidad! En este trabajo explicaré por qué los queretanos y muchos texanos y californianos admiramos su figura.
El primer trabajo de fray Junípero Serra fue erradicar de las misiones a todos los españoles con el objeto de no atemorizar a los indígenas, lo que ocasionó un distanciamiento entre el fraile y el conde de Sierra Gorda. Quiero resaltar de fray Junípero que dentro de su pequeñez corporal y su espíritu pacífico se parapetaba una voluntad de hierro, firme, sin lugar para dudas, y lo digo por la forma tan elegante en que ignoraba los requerimientos del Conde de Sierra Gorda, el suavecito de José de Escandón -avecindado en Querétaro-, pacificador militar de Sierra Gorda, quien trató de indicar al insigne peregrino de que no tratara tan bien a los naturales serranos, que los pusiera a trabajar a favor de la encomienda. Junípero nada más lo ignoraba sin entrar en pleitos, dice Palou. En ese conflicto de intereses sin duda alguna Junípero se puso siempre del lado de los indios, al igual que lo sostiene Diego Prieto cuando escribe en su “Utopía Juniperiana” que “Junípero y sus seguidores comprendieron de inmediato que su lugar estaba al lado de los indios, de manera que su labor misional se apoyaba en un esquema de cooperativas sociales de ayuda mutua inspirado en los principios de humildad y caridad pregonados por San Francisco. Se trataba de fortalecer las capacidades productivas y de organización de los indios, de modo tal que pudieran defenderse del despojo, el maltrato y la explotación por parte de los ricos hacendados y las autoridades virreinales”.
Junto a las tareas de construcción de los cinco templos –particularmente el de Jalpan que quedó a su cargo- Serra impulsó el reparto de tierras, lo mismo comunales que parcelas individuales o familiares, además de no querer imponer el castellano a rajatabla. De esta manera, aprendió Serra a conocer, entender y a amar a sus indios, con el prodigio del lenguaje. ¡Qué ilusos fueron los jerarcas de la Iglesia al obligar a los misioneros a oficiar la misa y otros ritos en latín! Por ello el práctico y eficaz fray Junípero Serra solicitó y obtuvo del arzobispo de México la licencia para oficiar en pame y castellano, pero principalmente en pame. Conseguido tan importantísimo medio para el adelantamiento espiritual, tradujo en el idioma pame las oraciones y texto de la doctrina, de los misterios principales, y así se empezó a rezar con los indios en su lengua natural alternando por días con la doctrina en castellano, y cuando ni con la ayuda de un nativo podían entenderse, entonces trataban de comunicarse por señas.
Me llama mucho la atención de que fray Junípero impuso a los indios la confesión pública de sus pecados en el presbiterio cuando toda la gente ya estaba en el templo durante las principales festividades, según Palou, y que va más allá de la obligación que dicta la Iglesia Romana. Aún así, el cronista dice que aumentaron los penitentes y con mucha devoción, no por obligación, presumiendo además de que no quedó en todo aquel distrito una sola persona sin bautizar, gracias al trabajo de los misioneros y su presidente Serra.
Junípero Serra vigilaba que los indios de Sierra Gorda –particularmente los de la misión de Jalpan- no faltaran a sus labores agropecuarias, de ganadería y agricultura, teniendo para esto tierras de riego y temporal, siendo la principal siembra la de maíz, plátano, chile y frijol. Antes de irse a sus labores, fray Junípero y sus misioneros repartían las semillas que fueran a necesitar para el sembrado. Contaban con yuntas y otros aperos para la labranza. Los niños y las mujeres también recibieron tareas por parte de los misioneros, de acuerdo a sus fuerzas y capacidades, para “apartarlos de la ociosidad en que se habían criado y envejecido”.
Las misiones juniperianas constituyeron verdaderos sitios de integración comunitaria, de solidaridad social y de un fructífero encuentro intercultural que dejó su huella en esas verdaderas joyas del barroco novohispano del siglo XVIII. Junípero instauró pues en Sierra Gorda las cooperativas sociales.
Sobra decir que al terminar el templo misional de Jalpan los indios quedaron más que capacitados y ejercitados en varios oficios como albañiles, escultores, cantereros, pintores, carpinteros, ebanistas, herreros y doradores. A imitación de fray Junípero Serra, los misioneros de las otras cuatro misiones también organizaron sus enclaves de la misma exitosa fórmula además de construir los templos respectivos con la misma receta aplicada por el siervo de Dios en Jalpan. Los utensilios sagrados como los vasos, campanas y ropajes, fueron donados por los representantes del rey en la ciudad de México.
No hay que olvidar que las misiones fueron fundadas en 1744 como una realidad política y jurídica y que antes de que se construyeran los actuales templos de mampostería les antecedieron construcciones de zacate y adobe.
Qué ignorantes los que creen que Junípero Serra salió de La Cruz hacia Jalpan en 1750. Para nada; ya que su ruta fue del convento de San Fernando en la ciudad de México, Zimapán, Jacala, río Moctezuma o del Desagüe, llegada a lo que ahora es Matzacintla y vuelta a la izquierda para Jalpan sin pasar por Landa. Este era el camino de los indios para ir o venir de la capital del virreinato respecto de la Sierra Gorda. ¿Para qué ingaos iba a pasar Junípero por Querétaro si le urgía llegar a Jalpan? Esa mentira de que Juni salió de La Cruz y pasó por Bernal, Cadereyta y Vizarrón para llegar a la Sierra es una jalada de los vendedores de servicios turísticos (y se vale con tal de vender), pero no una verdad histórica. De qué ingaos sirvió que su servidor y Araceli Ardón escribiéramos un libro sobre los caminos de Junípero en Querétaro si estos noveles historiadores no lo leen? A La Cruz llegó Junípero en 1767 cuando pasó rumbo a Guadalajara y San Blas para embarcarse a La Paz en Baja California. En sus ires y venires para contestar demandas de sus enemigos políticos de las Californias en la capital del virreinato volvió a pasar por Querétaro rumbo a México, pero en la memoria de su biógrafo Palou no quedó nada documentado. La vez que en el convento crucífero quisieron envenenar con vino emponzoñado a Junípero fue en el viaje de 1767. ¿Por qué no estoy seguro de que pasó varias veces por Querétaro? Porque si vienes del hoy estado de Nayarit a la Ciudad de México te sale más corto por Guadalajara, Morelia y Toluca.