SORORIDAD
Mucho se ha dicho sobre el aborto, la mayoría de lo que el mexicano o la mexicana conoce sobre este tema se basa en creencias, en supuestos e incluso mitos. El aborto es el gran tema que muchos se niegan a abordar, hasta hace poco en las clases de educación sexual a muchos adolescentes, me incluyo, les tocó ver aquel video de un feto gritando: “ay mi piernita”, otros más conocimos de esto recitando poemas sobre “mamá yo quiero ser tu hijo, líbrame de las pinzas atroces que ya siento preparan contra mí” y todo ello era reforzado por las creencias religiosas que nos decían que es pecado abortar y nos íbamos ir al infierno.
Después con el paso del tiempo algunas y algunos comprendimos que es un derecho, a veces una necesidad e incluso la mejor opción. En las redes sociales así como en conversaciones personales sobre este tema he leído o escuchado argumentos como: “se hubieran cuidado”, “solo debería ser en caso de violación”, “no es su cuerpo”, “las mujeres que abortan se deprimen y arrepienten”, “tratan de apoyar el aborto para reducir la población”. La situación se pone más complicada cuando en los recintos legislativos hay representantes políticos que niegan la interrupción legal del embarazo porque “tratan de defender las dos vidas”, “hay que salvar a los inocentes”, “los bebés tienen derecho a vivir” y de paso aprovechan para verter discursos de odio contra quienes insisten en que se debe legalizar el aborto.
Bien hasta aquí, esto es lo que comúnmente se dice sobre el aborto, pero hay miles de historias que no nos cuentan porque seguramente cambiaremos drásticamente de opinión, como me pasó, hoy quiero contarte solo dos casos de muchos que he conocido o presenciado en este mismo sentido. Cada que escucho el argumento de que existen los métodos anticonceptivos para evitar embarazos, no puedo dejar de recordar a Anni, originaria de una comunidad alejada de la capital, mamá de una pequeña de tres años, esposa de un hombre veinte años mayor que ella porque prácticamente la violó y como eso es una vergüenza para la sociedad de su pequeña comunidad pues tuvo que casarse con su agresor, quien no le permitió a los doctores que le implantaran el DIU después de que su hija nació aun cuando ella manifestó que ya no quería volver a tener un hijo. Anni volvió a quedar embarazada como producto de una nueva violación por parte de su marido, porque sí, si existe la violación dentro del matrimonio, quedó embarazada justo cuando había reunido un poco de dinero para mudarse a la ciudad con una prima y comenzar una nueva vida, una donde no tuviera que dormir con o servirle la comida a su agresor sexual todos los días. Anni tuvo que abortar porque no tuvo acceso a métodos anticonceptivos.
Nadie nos habla que existen casos como el de Fer, casada, mamá de una hermosa bebé, quien tuvo que abortar clandestinamente y llena de pánico porque en el seguro social no pudieron realizarle un aborto, ya que como sabemos es un acto ilegal, en caso de continuar con el embarazo tenía muchas probabilidades de que se le cayera la vejiga e incluso poner en riesgo su vida.
Nadie nos cuenta de todas aquellas esposas que son violentadas de diversas maneras y ya no quieren ni pueden continuar teniendo bebés de su agresor, pocas veces mencionan a todas aquellas que por falta de educación sexual no conocen métodos anticonceptivos. La maternidad no debería ser un castigo o una imposición, la maternidad para ser efectiva, comprensiva, adecuada y amorosa primero debe ser: deseada.