ENTRE LÍNEAS
Vivir al lado de la mayor potencia del mundo no es fácil para ningún país, menos para México. Nuestra historia está llena de intervenciones y abusos de parte de Estados Unidos. Nuestro comercio se concentra con este país en más de un 80 por ciento, la IED norteamericana es determinante para nuestro crecimiento y los estados fronterizos forman, en la práctica, una especie de estado colchón, una entidad con identidad propia y con una interdependencia y problemas específicos en todos los campos de la economía, la sociología y la política.
En estas circunstancias, la relación bilateral, con la desventaja de una asimetría tan enorme, es insuficiente y peligrosa para México. De ahí que una estrategia clara para equilibrar las posiciones y obtener ciertos equilibrios para nuestro país es la política multilateral. En los foros multilaterales el peso de Estados Unidos no es tan determinante como en una relación bilateral. Esto nos da una idea de la importancia de participar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se trata de una posición de poder, en donde se pueden defender mejor los intereses nacionales. México ha sabido aprovechar los distintos organismos de Naciones Unidos para paliar las desventajas de la relación bilateral con Estados Unidos.
He escuchado entrevistas donde algunos internacionalistas y embajadores han dicho que no sirve de nada estar en el Consejo de Seguridad, que México no puede ir contra Estados Unidos, que no tenemos por qué involucrarnos en problemas ajenos y que deberíamos atenernos al principio de no intervención. La historia de la política exterior de México dice lo contrario. Por ejemplo, en los años treinta del siglo pasado, Genaro Estrada, conocido por la famosa “Doctrina Estrada”, promovió en la Liga de las Naciones esos principios de no intervención y de solución pacífica de las controversias, ahora constitucionales, de nuestra política exterior, pero en la práctica, México tuvo una actitud activa en la Guerra Civil española a favor de la legalidad de la República, condenó enérgicamente la invasión de Abisinia por parte de Italia y la anexión de Austria de parte de Alemania, así como de Manchuria de parte de Japón, ante la mirada indolente de las potencias occidentales. La Liga de las Naciones fue inoperante y no pudo evitar las agresiones que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial.
Un internacionalista, a propósito del ingreso de México al Consejo de Seguridad, llegó a mencionar en una entrevista con Pascal Beltrán del Río que la ONU era producto de la Guerra Fría, lo cual nos indica que debe haber reprobado la clase de Historia de las Relaciones Internacionales. La ONU surgió antes de la Guerra Fría, como producto de los acuerdos de Yalta y de Teherán entre Roosevelt, Churchill y Stalin durante la guerra y, al finalizar ésta, en Potsdam, entre Churchill, Stalin y Truman. El Consejo de Seguridad se estableció como garantía para la paz, las potencias triunfadoras se pondrían de acuerdo para adoptar las medidas de fuerza que fuesen necesarias para garantizar la paz. Las relaciones internacionales son dinámicas, el Consejo de Seguridad, a pesar de un gran número de agresiones regionales y conflictos locales y mundiales provocados por la guerra fría, ha mantenido la guerra en frío. No se ha provocado otra conflagración mundial.
De los cinco representantes de México en el Consejo de Seguridad de la ONU, he tenido la fortuna de conocer a tres: Porfirio Muñoz Ledo, Adolfo Aguilar Zinser y Claude Heller. Trabajé con Porfirio como asesor en la Secretaría de Educación Pública en 1977, él llegó a la ONU en 1981. Con Claude Heller coincidí como estudiante, fue compañero de mi amigo Régulo Cortés Lázaro, diplomático de carrera, fue el esposo de Rosario Green, cuyo divorcio se produjo cuando Rosario me dirigía mi tesis y fui su paño de lágrimas. Con quien sí tuve una relación más estrecha fue con Adolfo Aguilar Zinser, compañero mío de toda la licenciatura en El Colegio de México. Colaboré con él en la Consejería de Seguridad Nacional en la Presidencia de la República.
Como Porfirio Muñoz Ledo, Adolfo llegó a la ONU contraviniendo al secretario de relaciones exteriores, López Portillo nombró a Porfirio en contra de su secretario Jorge Castañeda Álvarez de la Rosa, padre de Jorge Castañeda Gutman, secretario de relaciones con Fox. Adolfo fue nombrado embajador en la misión de la ONU en contra de este último Castañeda.
Al igual que Porfirio, Adolfo contradijo en numerosas ocasiones al secretario de relaciones exteriores. Ya desde antes de la toma de posesión de Fox, Adolfo se encargó de las relaciones exteriores en el periodo del interregno. Jorge Castañeda se había separado de la campaña por desacuerdos con Martha Sahagún. Una vez que Fox obtuvo el triunfo electoral, Jorge Castañeda regresó de Nueva York y de rodillas le suplicó a Adolfo que le pidiera a Fox la Secretaría de Relaciones Exteriores para él. Fox accedió con la condición de que le pidiera disculpas a Marthita. Así me lo comentó Marta Ketchum, la esposa de Adolfo. Después de la toma de posesión de Fox comenzó el alejamiento de Jorge hasta llegar al rompimiento de una amistad de muchos años. Cuando Adolfo se fue a la ONU, Jorge Castañeda le retiró todos los apoyos y no le permitió llevar a su equipo a la ONU, excepto a Georgina Romero, su secretaria. Afortunadamente se encontraba como adjunta de la misión Roberta Lajous, otra compañera de la carrera, quien suplió los apoyos que le negaba Jorge. Estas son anécdotas, lo importante fue la posición diametralmente opuesta adoptada por ambos a raíz de los sucesos de las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001.
A raíz del 9/11 de 2001, Jorge Castañeda se pronunció por un apoyo incondicional y absoluto a Estados Unidos, literalmente así lo definió el canciller: “La postura es muy sencilla, o se adopta una actitud clara, categórica e incondicional de apoyo a Estados Unidos y punto, o empezabas a regatearlos con fines internos…”(1), a los que se opuso tajantemente Adolfo y fue secundado por Santiago Creel, entonces secretario de Gobernación. En este marco de confrontación política, administrativa y de rompimiento de una larga amistad, es como llega Adolfo a las Naciones Unidas. Jorge intentó bloquear el nombramiento de Adolfo por todos los medios, primero en los Pinos y luego en el Senado, sin resultados. Pero lo que es peor, Castañeda ya había negociado con Colin Powell y Condoleezza Rice el apoyo de México en la guerra contra Iraq. Ante la firmeza y valentía de Adolfo en el Consejo de Seguridad, Castañeda tuvo que renunciar.
Para Castañeda los principios constitucionales de nuestra política exterior eran negociables con Estados Unidos, si a cambio se recibían prebendas de su agenda personal de negociación. Al carecer Fox de una idea clara de política exterior, permitió que sus dos hombres fuertes en política exterior se contrapuntearan, al grado de generar una división en su propio gobierno en donde participaron, además de Santiago Creel, Porfirio Muñoz Ledo, entonces embajador ante la Unión Europea, Ricardo Pascoe, embajador en Cuba y un gran número de embajadores e internacionalistas que no estaban de acuerdo con Castañeda.
Pero lo más importante, es que, en medio de esas diferencias, estaba ocurriendo algo profundo y de grandes proporciones en la órbita del sistema internacional. El 12 de septiembre de 2002, George Bush desafió a la ONU, posteriormente el Congreso de Estados Unidos autorizó a Bush a utilizar la fuerza contra Iraq. Bush advirtió:” Si las Naciones Unidas no tienen la voluntad o el valor para desarmar a Saddam Hussein y si Saddam Hussein no se desarma, Estados Unidos encabezará una coalición para desarmarlo” (2). El Consejo de Seguridad adoptó la resolución 1441 que impulsó nuevas inspecciones porque la ONU no encontraba armas de destrucción masiva. Adolfo Aguilar Zinser fue quien articuló la posición más clara de México en la ONU, poseía fichas a su favor: Un gran conocedor del sistema político estadounidense, una experiencia grande como opositor en México, crítico de la agenda bilateral y actor en el proceso de toma de decisiones de la agenda de seguridad de México. Desde el 9/11 Adolfo entendía a la perfección los riesgos de un ataque terrorista a México si no se actuaba con prudencia en la política exterior. Para Adolfo Aguilar Zinser lo que estaba en riesgo era la relación con el mundo islámico musulmán y la vigencia de la Carta de las Naciones Unidas, no la relación con Estados Unidos, que de todas formas encontraría la forma de articularse con nuestro país, como sucedió en efecto.
Fox recibió una brutal presión de Powell, quien lo obligó a despedir a Adolfo de la ONU. Éste le renunció antes en una carta publicada en el diario Reforma. Ya que Fox había tergiversado una frase dicha en una conferencia en la Universidad Iberoamericana, sobre lo que algunos escritores y políticos estadounidenses consideraban a México como su patio trasero, de ahí se agarró Foz para decir que eso insultaba a México y que no debía seguir al frente de la misión en la ONU. Fox ya enfrentaba un gran desorden administrativo y una confusión en la dirección de la política exterior y tuvo que enfrentar un distanciamiento y deterioro de la relación con Estados Unidos. El foxismo termina sin un eje articulador y sin una visión de estado. Corrió a su mejor articulador y conocedor de las relaciones internacionales de México en ese momento, Adolfo Aguilar Zinser. Como se dice en Plaza de Armas: “Porca miseria”.
(1) Entrevista de Abelardo Rodríguez Sumano. En Rodríguez S. Abelardo (2008). La urgente seguridad democrática. La relación de México con Estados Unidos. Ed. Taurus. Pág. 240
(2) “http:/www.whitehouse.gov/news/releases/2002/09/20020917-8.html”.