Muchos analistas pensaron que este día 9 de mayo, el gran día de la conmemoración de la victoria rusa sobre la Alemania nazi, Putin realizaría una evaluación de los logros conseguidos en Ucrania, o que le iba a declarar la guerra formalmente a este país, para así enlistar a las reservas del ejército y escalar el conflicto con mayor poder ofensivo o dar un gran golpe militar en Odesa, Mariúpol, Kiev, o en la frontera polaca. No fue así, el discurso de Putin se enfocó en convencer a los ciudadanos rusos de la necesidad de la llamada operación militar especial en Ucrania. Tal vez algunas acciones apunten a lo señalado por los analistas, pero, aparte de hacer desfilar el músculo atómico de Rusia, el propósito de Putin fue el convencimiento interno de los ciudadanos, porque habrá problemas económicos y sociales en el futuro inmediato, que era preciso justificar.
Las justificaciones esgrimidas por Putin son, entre otras, que Rusia se decidió por un ataque “preventivo” en Ucrania ante la amenaza de la OTAN y Occidente y, aseguró, que fue “una medida necesaria” y la “única posible” en esta situación. El líder ruso sostuvo que “el peligro iba en aumento cada día”, lamentó que Occidente hizo caso omiso a los llamamientos del Kremlin en diciembre de 2021 a “un diálogo honesto” y “la búsqueda de soluciones sensatas y de compromiso, teniendo en cuenta los intereses mutuos”, reiteró que los países de la OTAN no quisieron escuchar a Moscú. “Esto significa que, en realidad, tenían planes totalmente diferentes, y lo vimos”, remata Putin. Kiev anunciaba la posible adquisición de armas nucleares y su deseo de ingresar a la alianza militar noratlántica. El bloque de la OTAN comenzó la militarización activa de los territorios adyacentes a Rusia, por ello, prefirieron escuchar los tambores de guerra, que los llamados a la negociación y a la paz.
Si abordamos con honestidad los hechos de la historia reciente del conflicto ucraniano, hay que recordar que, efectivamente, desde finales del año pasado, Rusia planteó la necesidad de una seguridad compartida con Europa. Lo había hecho desde 2005, en el parlamento alemán, y lo fue reiterando dentro de la propia OTAN en el transcurso de una década, en la Comisión de la Seguridad Europea y directamente a la administración Biden. Fueron Scholz, Macron a Moscú. A ellos y al embajador estadounidense, les hizo el planteamiento por escrito y fue pasado por alto.
Nunca escucharon ni vieron las masacres que se sucedieron en el Donbás por ocho años, con más de 14 mil muertos hasta la víspera de la ocupación, ni a los “mártires de Odesa”, quemados vivos en la Casa de los Sindicatos en 2014” por los pro-nazis ucranianos, ni se tomaron en cuenta los incesantes bombardeos del ejército ucraniano contra la infraestructura y la población civil del Donbás, ni que se prohibiera el uso de la lengua rusa a una población mayoritariamente rusa. Esa realidad no se difundió, ni existió para Occidente.
Desde el golpe de estado ocurrido en Ucrania en 2014, con la revuelta del Mayrán, patrocinada por Estados Unidos, se ha desvirtuado el nacionalismo ucraniano, con la glorificación del líder nazi Stepán Bandera y la incorporación del Batallón Azov, pro-nazi, en el ejército regular ucraniano junto con medidas de represión de la población rusoparlante fueron el pan de cada día.
Sí, Ucrania es la víctima y por esa condición ha recibido el apoyo indiscriminado de varios países de occidente, pero este apoyo no puede ser acrítico y ahistórico. Zelenski no tiene la calidad moral de dictar la política exterior de los países sólo porque es el representante de un país invadido. Tiene responsabilidad por no haber negociado dentro de los acuerdos de Minsk, que hubiesen evitado la intervención rusa, por haber roto las negociaciones directas con Rusia, confiando en el apoyo de Estados Unidos y de algunos países europeos, que le han hecho creer que puede ganar la guerra, a costa de un endeudamiento gigantesco, que nunca podrá pagar, y estando de por medio la destrucción de un gran número de ciudades ucranianas y de su infraestructura productiva.
Exigir más armas y retirarse de la negociación sólo significará más destrucción para Ucrania. Rusia no puede darse el lujo de perder, por lo que ha anunciado el uso de su arsenal atómico, si fuera necesario, para asegurar su propia supervivencia. Si un líder de determinado país no ve los contextos geopolíticos, económicos y sociales del país que encabeza, está destinado a perderlo. Putin ha sido claro en su discurso, del triunfo en Ucrania depende la seguridad y la viabilidad de Rusia en el futuro. El todo por el todo. Ese es el techo de toda negociación y acción sobre Ucrania.