La universidad Marista celebró sus 80 años de presencia en Querétaro y para tal efecto, Carlos Martínez Lavín, quien es Hno. Marista desde 1958 habló sobre la importancia que la obra marista ha tenido para todo el país.
Para conocer la Proyección de Querétaro Marista a México y el mundo se dio cita en el molino de San Antonio, que fue la casa de formación para los aspirantes a ser hermanos maristas, lugar que es tan significativo para toda la obra puesto que ahí se formó todo lo que se tiene y se conoce hasta el momento y que de acuerdo con Martínez Lavín es el mejor lugar para celebrar.
“Celebrar es mirar la vida desde una perspectiva mas alta, y es una invitación a recordar el pasado con gratitud, abrazar el futuro con esperanza y a vivir el presente con una mayor pasión” mencionó.
En este sentido, compartió que la organización Marista a lo largo del tiempo atravesó por distintas fases que la caracterizó desde la llegada de los Hermanos Maristas a México en 1899, y que identificó como los años pioneros. También atravesaron años turbulentos puesto que sucedieron eventos en el mundo que causaron desorden social tales como la Primera Guerra Mundial; la Guerra Cristera; la Reforma Cardenista; la Guerra de Francisco Franco.
Conforme los años avanzaron, todas las escuelas empezaron a multiplicarse y de este modo la orden marista a crecer dando el resurgimiento de la organización, una crisis y renovación y la vivencia de una emergencia del laicado, que como mencionó Martínez Lavín, es “para tener hombres y mujeres en el corazón del mundo y estos mismos en el corazón de la iglesia”.
Actualmente cuentan con alrededor de 15 preescolares, 36 primarias, 37 secundarias, 31 preparatorias y 100 universidades, además de misiones y obras de reinserción en México que comparten eventos deportivos, artísticos y religiosos que dan sentido de pertenencia y cercanía a los jóvenes estudiantes compartiendo los valores maristas.
Por último, motivó a transmitir los valores maristas mediante las “5 E” que son la exhortación, explicación, experiencia, entorno y por último el ejemplo entre los jóvenes y concluyó indicando que para educar se tiene que amar con interioridad, inclusión e interacción conservando las virtudes como el amor, la alegría, la paciencia y perseverancia que sembró en los Maristas Marcelino Champagnat.