El caserío aún dobla el aroma de los panes que se hornean en las cocinas de la casa del general Tomás Mejía, entre los sabrosos panes de pulque tradicionales de su natal Pinal, los nuevos y jugosos panes de miel, jaleas, azúcares fundidos y mantequilla de manufactura de los cocineros franceses que le fueron encomendados, a la par de nuevas maneras de cocinar lo tradicional, el general se observa un poco pasado de carnes, o como dicen la tropa ¡Engorda al calor francés!
Afuera un piquete de custodios les da indicaciones a los policías imperiales; esta nueva fuerza del orden que emergió de los soldados de leva y tropa de los ejércitos conservadores, su función es mantener el orden dentro de la ciudad, más que alineados a un mando militar, buscan una amabilidad de estar cercanos a los pobladores, evitar el delito que más se lleva acabo ahora en el imperio ¡Robo de comida!
Bajo el orden del que fuera sargento del ejército de Tomás Mejía ahora comanda unos doscientos hombres con fusiles sin bayoneta que uniformados en pantalón negro y casaca azul – francés- caminan entre los ciudadanos, les dan los buenos días, hay saludos cordiales preguntan sobre sus familias, permiten que sean quienes viven en estas mismas calles, eso les da atención y conocimiento que se acerquen al cuidado.
Un policía que sea vecino ¡Cuida mejor!
Así el padre de familia que ahora es policía recibe una paga de un cuarto de real por semana, esto le alcanza para la compra de su familia que en el barrio son de los más necesitados, no se consume la leche porque es resguardo para hacer la mantequilla, quelites, tortillas, pan seco – harina y agua- frijoles, lentejas – que están restringidas aún por la tradición de que ninguna familia judía es vista- papa, nopales, chile en su variedades y la varios años llevan probando una serie de especias que traen los comerciantes de Francia como parte del nuevo sabor al que están acostumbrados, pimienta, tomillo, canela y romero – también restringido-.
Los militares que asisten las casonas de los generales imperialistas no se dan abasto del trabajo administrativo, postales, paquetería, recibo y atención de armas y municiones ¡Todo un proceso de distribución y almacenamiento! Un peligro cunde por el barrio de la casona del general Tomás Mejía ¡Hasta las ventanas de almacenamiento de pólvora! Un descuido, toda la cuadra puede desaparecer.
Esta gran casa es una de las más cuidadas por el vandalismo que se ha suscitado, resulta que algunos piquetes de civiles se acercan y tratan de dañar algunas casas de los mandos militares conservadores ¡Hacen pintas con obscenidades! Esto por ocasión de ya varios bandos del emperador Maximiliano que han dejado claro que a los curas y obispos ¡No se les devolverán los bienes raíces nacionalizados por el gobierno del presidente Benito Juárez! Desde Forey – Comandante General del cuerpo expedicionario francés en los inicios de la intervención- en su programa del 12 de junio de 1863, reconociendo la nacionalización y desamortización de los bienes del clero, lo cual tiene a los conservadores con trago de polvo por lo que seguramente en unos cuantos meses será una nueva ley ¡Es más! El propio Benito Juárez ha sido invitado por el emperador como plenipotenciario Ministro de Justicia, a lo que por supuesto el liberal presidente que ahora vive en Estados Unidos – lugar de sus amores, aunque la prensa dice que en Chihuahua- ha rechazado.
¡El clero mexicano está herido! Muchas de las políticas nuevas del imperio se sientan más en un quehacer liberal, como garantizar los derechos fundamentales del hombre – Francia revolucionaria – los derechos de los trabajadores en los cuales incluyen a los indígenas con usos y costumbres, así como minorías de los esclavos que siguen siendo explotados por las haciendas exitosas por todo el país que, al no pagar salarios a los trabajadores ¡Se relamen los bigotes en sus ganancias!
Los liberales Pedro Escudero Echánove y José María Cortés y Esparza del constituyente de 1857 que propiciaron la guerra de reforma, que de una parte había sido el argumento para traer al emperador Fernando Maximiliano y evitar a toda costa el crecimiento de esta corriente liberal, resultaron ser invitados dentro del gabinete del emperador, ellos fueron los encargados junto con la honrosa Asamblea de Notables de repartir todo el país en Departamentos y que cada uno de los ayuntamientos municipales estuvieran regidos por la ley electoral para que fueran las personas y vecinos quienes decidieran por votos – que se hacen en las parroquias- la persona que dirigiría por un año los designios de los municipios, así se evitaría que malandros y perezosos municipales repitieran en el poder, debido que el dinero que recauda el ayuntamiento por impuestos a los productos traídos por los franceses – incluyendo el pan dulce- no se lo gastaran en juergas y prostitutas – que para el caso de Querétaro está penado siquiera dejar que alguna de ellas llegaran a este departamento.
¿Cómo solucionan los señores queretanos estos impulsos de ser caballero? Debido a que la iglesia prohíbe que los varones cohabiten con la esposa, una vez tengan hijos, inclusive que la vieran desnuda ¡So pena de ser castigados! Debido a que colocan a las mujeres en “estado de pecado” y posible condenación eterna ¡La solución fueron las consortes! Que no solo eran normalizadas por el clero, normalizada cualquier expresión de fiesta o diversión a costa de ellas.
¿Qué pasa en los barrios ante esta falta de beneficio de la consorte? Claro que el bando de permisividad del emperador establecía que los notables gozaban del beneficio, pero los pobladores comunes no ¡Adhiriéndose a la castidad matrimonial para evitar el pecado! Por ello las consortes siempre fueron vistas como un simple rumor.
La policía era la encargada de que cualquier manifestación de faltas a la moral en las vías públicas se propiciara, inclusive tan solo ir tomados de la mano – no del codo- era suficiente falta de respeto, enseñar uno de los talones ¡Dios mío que ofensa! Por ello las mujeres llevan bota. Cabe resaltar que los delitos y malos comportamientos de los pobladores del imperio se denota que, al finalizar la jornada, dentro del tiempo después de la comida los trabajadores se van a las pulquerías para pasar la tarde ¡En el abuso comienzan las riñas! Es ahí donde se utiliza la fuerza pública para presentarlos ante el síndico, en caso de faltas graves como daños a los propietarios ¡Se encarcela! El imperio es severo con las penas, van desde cinco días hasta un mes entero por faltas a la moral.
¡Mayores penas evitan que los pobladoras incurran en faltas! Al menos eso se piensa.
Ocurre que afuera de la casona de Tomás Mejía ocurre un hecho poco común, al ver el general conservador que los olores de los hornos que preparan el pan para el día, algunos parroquianos se acercan a observar desde las ventanas, que por esta razón de hacer el horno deben tenerlas abiertas ¡La fila es larga y solo piden un mendrugo! Algún pan quemado o algo que se pueda comer ¡El imperio ocupado con sus cosas deja al pueblo en pobreza! La falta de alimentos ha ocasionado en la ciudad un caos.
El general tomó decisión ¡Preparar pan para toda la comunidad! Esto implica la construcción de varios hornos más, personal que lo elabora, así que se hizo de valor – debido a que no era una persona parlanchina- llamó a los parroquianos y les hizo una pequeña petición desde el portón de brillantes hierros de su casona:
“… a quien de ustedes amables personas, si lo desearan, cada día al partir el sol aquél árbol que observan tendrán no solo el pan del día, sino también la vianda, procuraré que solo sea para ustedes sus personas, pero sí de alguno me indicáis que tiene más familia, solo podré hacerle del rancho de dos personas por familia ¡Atenerse de con favor que si al terminarse todo no podré en el día haceros más! …”
A partir de ese momento ¡Todo el barrio acude por la mañana por su rancho! Ocasionando que los empujones e improperios estén a la orden del día ¡Ahí actúa la policía imperial! Pone disciplina, con gallardía se comunican para que cómo fueron llegando obtengan el preparado que otorga el general Mejía, al verse el desorden los policías incriminan “¡Tomen su comida y corran!” así que algunos han llamado a esta tradición ¡Comida corrida!
10 de septiembre de 1864, Oficina de Abraham Lincoln.
La guerra entre la Casa Blanca y los Estados Confederados de América – Carolina del Sur, Misisipi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana y Texas en primera instancia, aunque luego otros más se revelaron: las dos Virginias, Arkansas, Carolina del Norte y Tennessee, quienes mantienen a la esclavitud como base de su economía y la supremacía blanca, le tenían con un sabor de amargura que no le cabe en el pecho, cierto es que los conflictos internacionales volvían la cabeza a todos lados, en específico la invasión de Francia a México por deudas económicas ¡Nunca algo tan colonialista como esta acción! Argumentaba a sus cercanos.
Estados Unidos está dentro de una verdadera guerra intestinal, en sí los territorios del norte que dominan a los del sur- o eso parece- dan por claro que las relaciones entre Estados Unidos y Francia se encuentren estancadas, es más, realmente los norteamericanos a pesar de su guerra denominada de secesión –separarse de su nación- están al tanto de lo ocurrido en México, a tal grado que no solo los ejércitos están liándose de manera fratricida en el territorio de ambas naciones, sino que las misivas entre norteamericanos y el emperador francés Napoleón tercero ¡No cesan!
Una de las ofensas con las que no pueden los norteamericanos – más por la doctrina Monroe- es aquella afrenta de que Napoleón mismo le escribió el 3 de julio de 1862 al mismo Fontainebleau:
Su acción al considerar si, por el contrario, México conserva su independencia y sostiene la integridad de su territorio, y si un gobierno estable se perpetúa allí con ayuda de “La Francia” habremos devuelto de la raza latina su “fuerza y su prestigio de otro lado del Océano” en pocas palabras Napoleón tercero establecía que venían “a mejorar la raza”
El café de la mañana le hace al presidente Lincoln un sugerente comienzo de actividades, por un lado, las constantes cartas con Napoleón tercero que le invitaba a reunirse con Maximiliano para lograr una zona de paz, el avance de las hostilidades entre los estados del norte y los del sur –separatistas- y sus generales llevando a la frontera con México más de cien mil soldados para lograr adquirirse un apoyo al presidente Benito Juárez quien constantemente se escriben.
Ahora la preocupación de Maximiliano con los Estados Unidos era que descubrió que los norteamericanos y el emperador francés no se veían con buenos ojos, además de que constantemente se confrontan de manera postal con aseveraciones cada ves de mayor fuerza:
“… desconocemos al imperio mexicano del señor Maximiliano por considerar que violenta todos los acuerdos internacionales, además que es un precio muy caro el disponer de una invasión para solventar una deuda…”
El emperador Maximiliano está a punto de la ira porque descubre que esta animadversión de los norteamericanos le puede traer una mala jugada, por un lado el apoyo incondicional a Juárez con dólares, ejército y la posibilidad de estar rearmando al poderoso Ejército del Norte, aquel que enfrentó mismo a los invasores; por otro, la capacidad diplomática de Abraham Lincoln para hacerse de aliados por todo Europa para garantizar que una vez termine su guerra de secesión comience una nueva invasión a México, ahora escalando a un conflicto mundial entre Americanos y europeos ¡Eso deja en mucho que ver las constantes misivas postales!
Abraham Lincoln se dirigió a su secretario particular:
– ¡Napoleón – tercero- cree que invadir México nos iba a pasar desapercibido! Una situación apremia que estamos a punto de ganar esta guerra, pero no nos distrae del verdadero valor de la diplomacia, enfrentaremos a Francia si es necesario para evitar a toda costa dejar un precedente de que cualquier corona europea puede venir a desalinear nuestra América ¡Escribe claro! No permitiremos intromisión alguna de coronas antiguas y caducas ante la inminente libertad que tanto defendemos ¡El apoyo al presidente Juárez está signado!
Su particular le sigue pasando las cartas entre su gobierno y el imperio francés, le muestra una que le llama la atención ¡Tiene el escudo del emperador mexicano Maximiliano! En oro fundido que hace de sello, en una hoja de exquisita manufactura.
Al abrirla el sello dorados cayó al suelo alfombrado, lo levanto el propio presidente, lo observó y efectivamente constató que es ¡Oro puro!, admirado abrió la carta y en caligrafía por demás excelsa se le invita:
“… Su excelentísima persona, de entera verdad y entendimiento es a su Excelentísima Majestad le sea recibida esta Invitación para visitar el Palacio de ensalce dignidad y apremio de su serenísima Fernando Maximiliano de Habsburgo, en fecha del dieciséis de septiembre para conmemorar la Independencia del imperio a la sujeta bajeza del tenor Hispano, ahora en manos de la Francia ancestral y libre, se a los tantos de este año, para ello se signa carruaje y atención en la clara llegada de su persona a esta solicitud. México 2 de setiembre de 1864… “
Al cerrar la invitación notó que una pequeña nota de dorados destellos cayó al escritorio con el siguiente mensaje:
“Que, de gloria y honor, al maestre del grado supremo, constructor del mundo”
¡Esa invitación no la podía negar!
Continuará…