El día arrecia como no se había sentido, el calor quema las rodillas del elegante traje del encargado de llevar la demanda al cacique más prominente de la zona Estímides Ponciano, una presentación ante un juez. Resulta que Don Estímides goza de abusar de la jornada de trabajo de sus campesinos con tal de mejorar sus ganancias, con ello se ha ganado el desprecio de todo el campo laboral con que goza, el abogado responsable del juicio es el encargado del Instituto de Ciencias de Oaxaca el licenciado Benito Juárez García, joven masón de incipiente carrera.
El caso implica más que una justa recompensa al jornal de más de dieciocho horas diarias, una sola comida, deuda impagable en la tienda de raya, así como el constante aviso verbal por parte de Don Estímides de que, si no cumple, las hijas y esposa del jornalero zapoteco Juan Nepomuceno se verán obligadas a laborar en la hacienda grande. Los trabajadores – los valientes- deciden levantar una queja en el tribunal de Oaxaca, es citado a comparecer el hacendado y su administrador se harán, una vez se deslinden opiniones, acreedores a la falta económica que marca la ley – salve comentar que nadie ha hecho valer esta ley en la región, el movimiento santanista tiene a la aplicación de la ley “patas pa´rriba”-.
La callejuela que lleva a la hacienda grande de Ixtlán “La Comedida” es de un escarpado extraño, un largo canal de aguas le colinda y aprovechando su forma natural la calle fue diseñada por el municipal, elegantes piedras de color rosa y violeta realzan la entrada, una reja de hierro forjado de color blanco contrasta con el ladrillo grana de la entrada, remates de la fusilera, troneras y descampos son de un albo exquisito ¡Es una estampa febril de las condiciones de extrema riqueza del hacendado! – el joven abogado se ofende-.
Caminando estaba hacia lograr como acceder a la propiedad, mientras trata de ventilarse el calor con el porta folios de piel que lleva en su mano, a pesar del sol no es permitido que un masón de comienzo de rango se despoje de sus vestiduras “a sazón de ser, primero hay que parecer” dictan sus cánones. Observó sus zapatos y miró los cordones desordenados – ¡Dios si me vieran! – pensó. Al levantarse de su arreglo observó que un piquete de soldados con el uniforme de Santa Anna se acerca ¡Sintió un nudo en el estómago! Trató de hacerse hacia un lado de la callejuela de acceso, pensando que iban también por el hacendado cuando el capitán se acercó de viva voz.
– ¿Es usted el licenciado Benito Juárez García? – Con fuerza le indicó – ¡Sí señores! ¿A qué debo el gusto? – el capitán estiró su mano y le entregó un sobre, el abogado lo leyó detenidamente, su piel perdió color y el sudor corrió por su frente.
“A razón de llevar a cabo su expulsión del país, sirva este acompañamiento de los mejores hombres de varias compañías, que defienden el honor de conservar un México limpio de pensamientos ajenos a los leales, donde se quiere imponer un liberalismo no propio de estas tierras, sirva dejarse llevar sin resistencia o de lo contrario se utilizará la recíproca dejándose conducir. Firma: Ministerio de Guerra de su Altísima Serenísima”
El joven abogado trata de resistirse, solo un simple jaloneo de su brazo por la espalda le indicó que no era en físico lo suyo, el soldado fue reactivo a su posición – ¡Evíteme la pena de ponerle la bayoneta en la espalda y camine erguido! – da indicaciones mientras caminan por la callejuela. A lo lejos los perros de la hacienda hacen lo suyo ¡Ladran despavoridos ante lo que miran! Los soldados pegan en la reja para callarlos.
Cuando llegaron al cuartel el joven abogado ya no sentía su muñeca izquierda, le despojaron de sus pertenencias mientras esculcan los fólderes con los oficios que lleva, le quitaron los zapatos y los guardaron en una bolsa de papel, luego le desnudaron y le pusieron el uniforme de celda, unas muñequeras de fierro hacen de imposible moverse, le leyeron el decreto de expulsión del país firmado por el propio Santa Anna, le indicaron paso a paso el camino que seguirían hasta llevarlo a la frontera con Tamaulipas, el capitán del cuartel decidió darle una entrevista que solicitó el joven abogado.
-Mire señor licenciado, yo solo cumplo las órdenes de mi general de zona, se nos ha indicado que usted es una persona peligrosa ¡Que puede lograr un ejército si solo se lo propone! Yo la verdad no le temo a todos los reaccionarios liberales que cunden por todo el país, tratan que la nación se parezca cada vez más a los norteamericanos, les gusta esa manera de gobernar ¡Váyanse para allá! como sí les satisface eso ¡Pues va a ser exiliado al norte! La verdad es que unos meses en las prisiones de cuba no le caería mal para saber si deciden o no qué hacer con su amable persona ¡Si por mí fuera yo mismo lo llevo al paredón! Pero no tengo la indicación.
El joven abogado solo hace de solicitarlo que un papel y un tintero le sean facilitados, situación que se le negó. Tomó la palabra con el permiso del encargado del cuartel.
-Solo hacemos lo que nuestras conciencias nos dictan, la tiranía y el oprobio no son lo que nuestro país necesita, solicito se me anexe al protocolo de subsidio – un tratado que emana de como atender a un exiliado firmado por el propio José Morelos y Pavón- ¡Le fue negado!
-Mantenga la boca cerrada joven licenciado, de amigo le convengo, de lo contrario cada frase que emane de su persona será inculpado inmediato al desacato, estará un poco a la falta de sol aquí ¡Vamos refrésquese! Se irá a vivir con lo que le inspira ¡Sus norteamericanos que tanto admira! Lo llevaremos mañana hacia Xalapa y después nos dan órdenes del quehacer con su persona.
¡Fue aventado a una celda! Sin comida ¡Esa es la orden!
28 de mayo de 1853, camino de Tecocuilco a Xalapa.
Los también exiliados Manuel Ruiz y Francisco Rincón fueron escoltados con el abogado Benito Juárez fuera del Estado de Oaxaca, se temía que el batallón que ya está formado por el joven litigante hiciera de las suyas intentado rescatarle – aunque no se sabe de dónde obtiene el dinero este prominente jurista, se sospecha por parte del gobierno de Santa Anna que los norteamericanos llevan meses apoyándolo- el camino es cansado, lo llevan a lomo de caballo pero sin silla, las manos atadas a su espalda y el animal hace de rienda de Manuel Ruiz. Aunque hace el joven por tratar de llevar un diálogo con su escolta, el mismo piquete que lo aprendió es quien lleva de sustento para cualquier salvedad, le recuerdan que no debe hablar en el camino, se atenga al viaje y la pernoctación ¡Él insiste!
– ¡Sus señorías! Que de un largo camino siquiera un diálogo no vamos a permitir ¡Les prometo que soy bueno en contar historias! – insistía el jurista – ¡Andad! Ni siquiera es permitir que ustedes me contesten con que me hagan el favor de escuchar ¡Lo agradecería mucho! Saben soy una persona que siempre ha platicado con quien convive ¡Deseo no sea la excepción!
– ¡Que el preso se asigne a lo acordado! – insiste el capitán – no vamos a escucharle no es de un detenido al exilio darle la oportunidad del habla ¡Que se signe a lo sometido! Además ¿Qué de un traidor como usted podríamos aprender? A cansancio ha querido hablar ¡Denos la oportunidad de hacer el viaje en cumplimento de la orden!
– ¿Saben la historia de este camino? – insistía el joven Benito- ¡No nos importa! – le contestó el capitán – Bueno señores a menos que me hagan el favor de poner una mordaza ¡Que de mi propio corazón les puedo contar una buena historia! – No me de ideas prisionero, de favor le pido- le volvieron a insistir.
¡La tarde venció! Decidieron hacer un improvisado campamento rodeándose de las montas en forma tal que les tapen el frío de la noche, una fogata bien armada permitió asar liebres que por el camino se hicieron, frecuentes abrevaderos les dan el sustento del vital que les permiten hacer pequeños potajes de verduras y quelites que ofrecen estas tierras ricas en sustento. La fría noche domó los cerros, los capitanes están exhaustos y el piquete hace la primera guardia. El prisionero sabe que no debe hablar y comienza a cantar un sonetillo zapoteco de cuando era niño, a reserva de hacerse los desinteresados ¡No es desagradable la tonada! Inclusive de bondad grácil.
¡Una patada en la espalda sintió el despertar! – ¡Levántate cabrón que ya nos vamos! – le indica el soldado que le cuida, le acercó un tazón con algo de brebaje de verduras y un duro pan ¡Continuó el camino! De varios días de camino por fin le hicieron de hacerle una monta con silla ¡El cambio fue agradecido! Le soltaron las manos, pero le dejaron amarrada una soga al cuello ¡Por si se ocupa! Menciona el capitán. En esta parte del camino ya los ríos son de grueso andar cruzarlos no es lo más conveniente ¡El caudal puede arremeter hasta un robusto buey! Deben ser precavidos.
– ¡Si me permite capitán! – obligó el prisionero a ser escuchado porque no encuentran la forma de cruzar – en los costales podemos juntar piedras grandes del río y así la monta tiene más peso, con ello logramos cruzar sin problema ¡Lo he hecho infinidad de veces! No son mis tierras, pero las conozco desde niño – ¿Ahora le haces al erudito prisionero? – le dijo el capitán – ¡Algo de ciencia sé señor! Con esto de los pesos y los cruces ¡Creo podemos cruzar y nos ahorramos los dos días que usted quiere ganar al cruce más cercano!
– ¡Haced lo que dice el prisionero! Una vez cruzaron continuaron con el andar ¡Faltan ya solo un día para llegar a Xalapa!
New Orleans, 2 de agosto de 1855, imprenta de “El Noticioso del Bravo”
Cuando llegó Melchor Ocampo a las oficinas de su revista el sabor fue desagradable ¡La policía había disparado a un ladrón que se había introducido a la imprenta! Los investigadores aún están realizando sus pesquisas cuando le llamaron la atención – ¿Usted qué hace aquí? – ¡Soy el editor de la revista! – Pues acompáñenos de favor- lo llevaron a una mesa de su propio lugar y le dieron a leer un par de cartas que traía el invasor, discreto trata de que no se noten sus emociones ante el avance de la lectura ¡Es imposible! – ¿Eran para mí las cartas? – pregunta a los oficiales -Creemos que sí, las encontramos una vez se le avisó que le teníamos por descubierto, él no hizo caso a la orden y trató de echársenos encima ¡Tuvimos que accionar nuestras armas! – Pero ¿Cómo se enteraron ustedes? – Un vecino nos avisó que alguien se había metido al negocio en horas que no acostumbran estar, pensamos era un simple ladrón de tinteros, lo demás lo observa, una vez vimos que no contaba con signos vitales al repeler la agresión decidimos investigar, al hacer la inspección de sus cosas vimos las cartas y pasaporte ¡Tenga! – Se lo acercaron.
-Tal vez usted nos podría ayudar a entender lo que aquí sucedió, un ladrón que solo quiere entregar un par de cartas ¡Yo las hubiera dejado en el buzón! Entra a su oficina como buscando algo ¡Vemos que aquí no se cuenta con nada de valor! Ni siquiera joyas o monedas, al sorprenderle la mayoría de las veces no atacan, simplemente se dejan capturar, salen de cuenta a las calles después de unos días y vuelven a delinquir ¡Es el modus operandi! Pero aquí nos atacó ¿Podría acompañarnos con el juez? Tal vez él tenga una mejor visión de lo sucedido.
– ¡Será un gusto! Pero antes debo de avisar a algunos amigos de lo sucedido, mis socios – ¡Bueno pues le escoltamos a avisarles y luego todos nos acompañan! – varios oficiales cuidan la escena, el capitán de policía cercano a Melchor Ocampo que se dirigió a la bodega de la imprenta en donde, acondicionados varios espacios, le hacen de casa a un par de inquilinos, Ponciano Arriaga, José María Mata y Miguel María Arriaga quienes sorprendidos tratan de entender lo sucedido. Para estos días el abogado Benito Juárez abandonó la ciudad de Nueva Orleans rumbo a Panamá, de donde tomaría un barco buscando entrar por Acapulco a México, una vez los ejércitos del Norte le han avisado -lleva una comunicación postal con ellos- que el dictador Santa Anna está a punto de claudicar ante la deuda inminente y su fallida dictadura.
Una vez llegan todos ante el Juez, hacen sus presentaciones, se le da el informe policial, el juez solicita las cartas, una vez lee la primera la cual describe el lugar en dónde está una serie de bandos y leyes diseñadas -o sus bosquejos- donde preponderantemente debe buscar el cuaderno de apuntes que dice: “Ley de desamortización de fincas rústicas propiedad de corporaciones civiles y eclesiásticas, Ley del Registro Civil y Ley de obvenciones parroquiales” la carta especifica el lugar, escritorio, colocación del mueble y la ubicación exacta de la habitación misma, una vez se acceso a la parte alta. Lo que al juez le llamó la atención fue la segunda carta, una vez la leyó solicitó solamente hablar con Melchor Ocampo, haciendo salir de la sala a todos los demás incluyendo a los policías investigadores.
-El joven jurista que diseñó estas leyes, que al parecer son importantes, de no saberse que alguien mandó inclusive apropiarse de ellas ¿Está en la ciudad? – increpa el juez a Melchor – ¡No su señoría! Partió hace días hacia a Panamá – ¿No es acaso este joven de las logias que en cada reunión nos increpa de la importancia de la república romana? – ¡Sí su señoría es el mismo! – Tengo entendido por indicación del policía que lo recibió en su imprenta ¡Usted no abrió la segunda carta! ¿Sospecha en algo del contenido? – Sí su señoría, me lo imagino.
-La leo en voz alta para que no quede duda alguna: “Que de encontrarse los manuscritos de las leyes que según nos informa nuestra infiltrada, que finge de ama de casa, una vez las obtenga y destruya en un incendio ¡De muerte a Benito Juárez García! A quien encontrarás en la casa contigua de la bodega, en el dormitorio pegado a la ventana principal ¡Con una daga será propicio para no dejar evidencia de tu presencia! Firma: General Tomás Mejía”
Continuará…