Playas de Veracruz, desembarco de las tropas francesas.
El teniente Henri Loizillon se encuentra al tanto del desembarque de su escuadrón, ciento veinticinco soldados franceses a su mando le son recurridos de uno en uno, montas, bridones, uniformes, mochilas y arreos de guerra, fusiles Meriden de bayoneta con percusión y avancarga, las pequeñas recargas de pólvora y las municiones, así como el mapa de la región que les toca cubrir bajo la gran estrategia del general Charles Ferdinand Latrille.
El desembarco de su escuadrón está denominado Brigada de Vanguardia a la cual después se le unirá un regimiento completo con aproximadamente novecientos hombres, serán los encargados de vislumbrar el paisaje desde la perspectiva francesa de la invasión al país que de ahora en adelante se le denomina “Envahi” –ovei- de comienzo todo aquel soldado con uniforme diferente a los franceses es “un ennemi” –onemi- tienen libertad de disparar o capturar, por el contrario todos aquellos vestidos sin uniforme o a la usanza se les denomina “Citoyen” –cituaya- Loizillon es un teniente hábil ya con mucho expertís de las guerras de Crimea, sofisticado y con honores, un hombre culto y de academia, no solo en las artes de la guerra, sino en el constante social aplicado por los franceses en este tiempo.
A todos ellos se les instruye desde niños en sus aprendizajes tempranos, con espíritu combativo, se les encomienda la expansión de la cultura francesa, buscando algunos, el colonialismo que a Inglaterra le ha funcionado de maravilla o también lograr la expansión de los territorios ultramarinos que se saben ricos en recursos naturales como el mercurio, plata y mano de obra de costo casi de probidad, ante la ideología de que “el pobre tiene asegurado el cielo” a lo cual el laicismo francés pretende aprovecharse.
Loizillon es un antropólogo por su familia misma, preocupados de lograr que la “Egalité” llegue a todos los rincones del orbe –claro, gracias a las invasiones- es en este momento propicio propagar los ideales de lo que se llamará una “República Franco mexicana” así se signó ¡Se tendrá que cumplir!
Al paso de sacar a sus hombres de la playa para facilitar el arribo de más tropas que también gozan del orden y estructura de ya varias semanas en los barcos a merced de la orden de invasión, se trasladan unos cientos de varas tierra adentro para levantar su campamento, comida, animales, acompañamientos y todo lo relacionado con el rancho está sujeto a lograr un intercambio con doblones de oro en las diferentes poblaciones en unos curiosos expendios y comercios que existen por el camino, donde atienden españoles avecindados que van tomando, a decir verdad, con poca violencia o resistencia, pareciera que los mexicanos no toman en cuenta la invasión o como dice el propio comandante francés – ¡Le ignoran de seguro!-.
Sus capitanes están al tanto de que son el primer escuadrón invasor en tomar camino hacia tierra adentro, sus compañías de avanzadas van palmo a palmo dibujando, haciendo mapas, ilustrando y describiendo lo que van viendo, de inmediato un postal de a caballo les hace llegar la información, le revisan, sellan y de cuando logran estar con una copia se le hace llegar al campamento de comando y generalias para el armado del mapa general de invasión, la información fluye conforme se adentran, no se observan aún destellos de algún ejército mexicano, esto tal vez facilita a la mente sacar meditaciones de que si es México un país digno de invadir por el mejor ejército del orbe “Armée Napoleón Francaise”, al llegar a su campamento el comandante Loizillon es invitado a comer y degustar algunas de los frutos típicos de estas poblaciones cercanas, pescados salados a las brasas y bebidas embriagantes de algún fermento de maíz, con cuidado les come y pareciera algo jocoso buscar la comida de la región en vez del rancho oficial.
Le muestran que se come con las manos – situación nada bien vista por los invasores- hace por sus cubiertos corporales para alimentarse, con cuidado comienza a probar el pescado a las brasas –de un aroma exquisito- una vez ha tocado ya con su paladar el vino que trajeron para la invasión, un gran reserva de uvas cabernet franc que al probarlo a la misma vez que el pescado le hace explotar de tonalidades al sabor.
– ¡Quelle délicatesse!- llevando su mano derecha a su boca y haciendo una genuina mueca de saber apreciar tal manjar. Lleno de éxtasis por la comida comienza una ligera plática con las avanzadas que ya regresan con el informe del día.
– ¡Explíqueme capitán sus albores! – mientras degusta otro pescado que le han traído, el oficial le muestra algunos esbozos en lápiz de lo que los dibujantes han logrado hacerse, mujeres de pechos grandes y redondos con facciones muy marcadas hacen del mareo de lujuria del francés al ya tener ¡Varias semanas sin estar en el amor! – como dicen ellos-.
-Puede usted observar teniente la diversidad de mujeres que hay, todas ellas de un hermoso color de piel como las gitanas españolas, pero con rasgos marcados de una raza impensable, son sencillas y de recaudo ¡Muy higiénicas! Realizan labores fuertes a costumbre de los de la zona, aquellas que tienen hijos, si son mujeres son una calca tal de ellas ¡Endemoniadamente idénticas! Los varones en cambio son iguales a los progenitores, quienes tiene fuerza y viveza ¡Hombres sanos! Pero se nota una ligera pobreza ¡Todos ellos son creyentes!
-¡Los caminos mi señor! A la orden- expresa su interés hacia el terreno y la geografía- A reserva de recibir más información teniente los caminos están marcados, algunas zonas con lo que ellos llaman “veredas” es un camino profuso dentro de verdes valles, que al acercarse a las poblaciones se logra ver algunos empedrados como los de Roma, eso es indicativo que se acerca uno, al entrar se mira la base de cualquier lugar, una calle vertical que de largo atraviesa a todo el pueblo, al centro la base de agua en una circular fuente, en el jardín principal se observa el poder religioso como el de mayor relevancia con su parroquia, el militar con apenas un piquete de soldados mal vestidos y en harapos, el poder civil con un alguacil y el portal de comerciantes de frente, se repite en cada población.
– ¿Hombres sanos que sean soldados o guardia?
-Yo le informo que observo pocos señor, aunque en algunas poblaciones podemos leer en los bandos de las plazas la invitación del gobierno del presidente Benito Juárez a “…defender la tierra y sacar a los enemigos…! Me hace suponer que somos nosotros señor.
– ¿Algún cura o religioso se acercó?
-¡Sí señor! Los pocos religiosos que vemos cuentan historias de que fueron despojados en su totalidad de sus edificios y parroquias, algunos en condiciones seriamente afectados deambulan, los templos están cerrados y los accesos tapiados, hay una gran mendicidad de hermanas que en su vez se miró eran bellas religiosas de conventos floridos, pero ahora en penumbra huelen a orina y heces hacen de la limosna su modus vivendi ¡Enfermas de sus emociones! Locas les dicen.
– ¡Viste a algunos curas en condiciones de realizar ejercicios religiosos? – ¡No mi señor! Sus condiciones son deplorables – El teniente se hace de probar su última copa de vino una vez degustó suculentos manjares, es hora de su tabaco que de manufactura de Santo Domingo le hace a la fuerza del digestivo.
¡De la parte de afuera se escucharon detonaciones!
– ¡A las armas señores! – ¡Instó el teniente! Cual su sorpresa que un par de piquetes del ejército mexicano que realizan patrullaje en la zona descubrieron una avanzada de soldados franceses, que en la vanguardia tratan de escapar de los destellos de luces y nubes de pólvora ¡Un piquete de caballería surge de entre los ramales y sorprenden a un capitán francés que le toman preso! Los soldados franceses no supieron que llevar a cabo bajo las órdenes de aprender al enemigo, pero los mexicanos fueron más ¡Son capturados!
Paso de Telaya, Veracruz, mañana del 27 de abril de 1862.
La indicación del general Ignacio Zaragoza Seguin es de lograr desbandar lo más que sea posible los arreos franceses para evitar a toda costa logren entrar a la ciudad de México, si se logra pararlos en combate abierto son peligrosos ¡Seis mil hombres hacen de la entrega total de la invasión! Se debe poner fin al avance.
Dos escuadrones del ejército mexicano de sesenta soldados patrullan la cercanía de un ligero paso en una gran entrada de agua, a lo lejos se observan los campamentos de los franceses, hasta este momento han desembarcado más de seis mil hombres con toda la indumentaria de invasión, cañones pequeños pero que a la prueba destronan las copas de los árboles a las distintivas aves que por la matinata hacen del fervor de sus trinares.
Un escuadrón de caballería y otro de infantería sigilosamente tratan de hacer el dibujo y la formación de descanso del enorme campamento ¡Cientos de barriles llaman su atención! Doblegan por mucho la formación misma, entre ellos observan algunas imágenes marcadas en la madera que dice “vinos” y en otras “polvorín” se cuentan casi del millar de ambos. Pequeñas casetas de lona hacen de cocina, los soldados se la pasan fumando y haciendo el descanso, armando y desarmando sus fusiles y llenando las costaletas de pólvora.
Por la alborada un piquete de soldados franceses junto con varios de sus contingentes vestidos completamente de blanco bajan a las poblaciones, compran huevo, harinas, arroz y algo con qué hacer sus comidas, la sorpresa radica en que compran todo lo que sea comestible con doblones de oro, a lo cual os tenderos no le hacen la cara, al paso del tiempo varias carretas se acercan al campamento para lo necesario ¡El ejército francés trae monedas y eso beneficia a la región!
El sendero de la población de San Rafael al campamento son apenas un medio día de camino, los soldados franceses están encantados con las mujeres de la región quienes por primera vez han visto de cerca a gallardos y rubios aprendices de la guerra de otra nación, la primera invasión de los franceses en 1838 dista mucho de las mujeres casaderas, solo le recuerdan las abuelas.
Entre las carretas que llevan la comida fresca, huevos, así como varios canales de res que mercaron, hacen ya toda una caravana, en sigilo los soldados mexicanos esperan la orden del capitán para echárseles encima, solo un distante propio lograr que se acerquen a las marcas establecidas y a la orden ¡Todos caen en la emboscada! Sin clemencia los soldados que cuidan las carretas caen muertos de sus montas, los de infantería al tratar de correr son fusilados en corto ¡Solo los diferentes vestidos de blanco se levantan en las carretas y alzan sus brazos! Señal de rendición.
Quienes espían con los miralejos los campamentos franceses dan la señal de que nadie escuchó las detonaciones, como algunos cuerpos de formación hacen pruebas de disparos y arengas, los truenos pasaron desapercibidos ¡Todo sale como el plan de se estableció!
Aproximadamente unas veinte carretas llenas de provisiones, un puñado de soldados quienes aún sin entender que sucede solo observan con temor ¡Más por la sorpresa que por los hechos! Tratan, nerviosos, de hacerse de su mente lo que sigue ¡Seguramente serán fusilados!
-¿Alguno de ustedes habla español? -Con fuerza les dirige el capitán Montero a los apresados – ¡Tú! ¿Hablas español? – se dirige a uno que se observa más avispado que los demás – ¡Sí señor! Mi familia es de la zona cercana a la Hispania ¿Aquí todos los mexicanos hablan español? Nos dijeron que algunas regiones tienen su propia lengua- el capitán bajó de su monta, revisó el uniforme del soldado y observó una virgen en uno de sus botones de la chaqueta – ¿Son todos creyentes en tu ejército? – ¡Sí señor! – al saber que en definitiva la muerte es lo que sigue.
El capitán mandó los amarraran de pies y manos, abrieron todos y cada uno de los costales en los que llevan la comida y sin que vieran los franceses ¡Rociaron de veneno los canales y comestibles! Volvieron a cerrar todo y luego en un excelente francés el capitán Montero les dijo:
– ¡Regresen a su campamento! Que no se diga que somos malos anfitriones, nuestros generales no han dado la orden de entrar en batalla, pero diles a tus mandos que viste un piquete de soldados mexicanos, que solo cruzamos algunos disparos y que por eso murieron tus compañeros ¿Entendiste? Detrás de aquella sierra les esperan miles de mexicanos armados hasta los dientes, nosotros solo somos la avanzada.
Los soltaron y escoltaron a tan solo unas cuantas varas para que no se desperdigaran, los hombres vestidos de blanco fueron hechos prisioneros por el capitán Montero, quien los presentó a sus superiores en el campamento de avanzada, hablando con ellos les hizo que si sabían de alguna maniobra militar o se escuchaba la estrategia debían informarlo, respondiendo que no sabían nada ¡Después de varios arrastres con los caballos seguían sin decir palabra alguna! Al sumergirlos varias veces en agua para ver si recordaban algo ¡Nada! Montero no obtuvo información alguna, cuando ya con los hierros de numeración de los bridones al rojo vivo se acercaban a sus espaldas sospechosamente comenzaron a recordar.
– ¡Piedad señor! ¡Les ruego piedad! – llora y se atascaba con el esputo – ¡Mi señor somos simples cocineros! Los mandos no hablan delante de nosotros – ¡Le acariciaron en la piel el rojo fierro! Los gritos atemorizaban a los cercanos ¡Se desmayó!
Continuará…