La Angostura, un viejo camino entre Saltillo y San Luis Rey, campo de batalla.
El terreno de la Angostura se encuentra entre dos grandes formaciones geológicas, en lo cual el difícil y rocoso suelo evitó que los norteamericanos cavaran trincheras, por el contrario, levantaron muros de rocas para estar al resguardo; por un lado, ofrece la roca calcárea y el otro cerro ofrece bancos de tierra y roca sedimentaria.
La vegetación está compuesta principalmente por chaparro prieto, zacate búfalo, coníferas, cedros, palmas de desierto y algo de lechuguilla, de la cual sacan mucho provecho los dos ejércitos; el paso de La Angostura está a un ciento de vara de la ciudad de Saltillo, por mucho tiempo fue el paso obligado para lograr acercarse a la parte más septentrional de México –y la más abandonada- aquella parte a donde nadie le pone atención, el centralismo alarmante de aquel entonces presidente Anastasio Bustamante deja claro que no era prioridad atender estos recónditos parajes, desérticos, áridos que a tiempo pareciera no le importan a nadie.
La suntuosidad de las palaciegas ciudades de la recién extinta Nueva España ¡Son el tesoro a conseguir! No solo por los conservadores, quienes tienen esta guerra de invasión americana, sino el sueño constante de los liberales de cada vez parecernos más a la política norteamericana con sus logias masonas y edificios neo romanos, con la idea inclusive de ser un estado más de la unión.
¡Mal par de destino es México! Unos luchan por evitar el expansionismo territorial del presidente Polk y otros se mofan del intento bélico de evitar el avance real de las tropas invasoras que en el día se enfrentan al poderoso Ejército del Norte, alguna vez comandado por Mariano Arista –mayo de 1846- ahora dirigido por su serenísima presidente Santa Anna, confrontando a lo que tal vez la historia se referirá como la mayor batalla en suelo mexicano al defender el resquicio más olvidado de la política centralista, a lo que parece los norteamericanos saben reconocer el valor de una tierra de aridez y engaño.
¡Las políticas expansionistas de Polk buscan oro y petróleo! En ello ya van miles de muertos de ambos lados.
El general Tomás Mejía al mando de su corcel lleva el descarnado ataque a los ya replegados batallones de Illinois, el sonido del acero de las relucientes espadas mexicanas tañe al sonar de la sangre del invasor ¡Lúgubres tintineos que cobran la vida! Caen uno y otro a la par del aguerrido y encendido enfrentamiento entre la brigada que comanda y los espantados soldados de reserva que huyen despavorido ante el ataque. Los norteamericanos retroceden loma a loma desde su lugar de comienzo de batalla, mermados y espantados por infinidad de sucesos que observan, el poderío del ejército que defiende, los arrebatos singulares de generales osados y valientes que al mando de sus tropas dan cercena al invasor ¡Son apenas unos niños los rubios soldados evangelistas invasores! Caen de un modo u otro ante el arrebato mexicano en idilios de gloria con letras de oro ¡Todas las posiciones de los estadunidenses han caído!
Taylor está acorralado, seis banderolas han sido arrebatadas a los invasores, dieciséis cañones de seis libras han sido diezmados ¡La derrota del espíritu está por demás quebrada! -escribe una carta a su esposa ese mismo instante- Santa Anna se ha retirado – prosigue en su misiva- seguro va por agua para reanudar las batallas, sus soldados son ayudados por las mujeres que los acompañan les hacen el rancho, cuidan y proveen. Mis hombres están heridos, lejos de sus hogares extrañando tal vez un simple pan de leña ¡Hemos sido abandonados en el campo de batalla! Desvalidos, sordos, amputados mis hombres hacen el regreso ¡Perdimos!
Solo un joven arrecia con los pocos sobrevivientes que nos cubren la retaguardia ¡Un general de voraz glotonería de sangre! En su corcel hace estragos ¡Se ha tocado a retirada! Pero los hombres sucumben a sus largos brazos de brillante metal ¡Una y otra vez solo caen de bruces en el rojo caudal! Les persigue en oblicua densidad ¡Pareciera fueran varios como él! El deslumbrante jinete de la muerte regresa y no deja en pie a soldado alguno ¡Si la orden fue diezmarnos ha cumplido!
¡Sus hombres le gritan mesías! -Termina en su carta Taylor-.
24 de febrero de 1847, ciudad de México.
En la oficina del liberal y vicepresidente de México Valentín Gómez Farías las noticias de la batalla no llegan, una y otra vez pregunta del correo a caballo y la negativa continúa. Sus afilados dedos dedicados a la medicina le hacen un poco de malestar por un incesante temblor que no cesa, ya lleva varios años tratando de ocultar su condición, pero los cercanos le consienten haciéndole saber que no le miran o disgregan comentario alguno. Aún recuerda sus años de estudiante en la Universidad de Guadalajara, aquella de grandes letras, elocuentes y magnánimos lustrados jurídicos, jueces y diputados, así como ayuntamientos se trinan en debates constantes de la patria, libertad y el centralismo ¡Volver a ser una monarquía! O perecer en el grano de la república, cada vez más allá de parecer una burda copia americana o una sentida labor republicana ¡Roma como patria! Eran sus descansos entre materia y práctica.
– ¡Presidente el correo! – le saca de su disertación un joven cadete del Colegio Militar, quienes resguardan el Palacio ante los pocos activos militares que hay en la ciudad ¡Todos están en férrea batalla ante el invasor! Un joven que no rebasa los diecisiete años, en su voz le nota. Abrió la misiva y leyó las frases heroicas y ecuánimes de su presidente generalísimo Santa Anna en plena labor de batalla:
“A su disposición el parte de nota señor vicepresidente… resalto la labor de mis generales al mando de diseminar las entrañas del invasor, al día de hoy 22 de febrero de 1847 ¡La gloria nos observa! Le hago saber que llevamos el avance de territorios ganados por nuestro Ejército Libertador del Norte quien ha sido suficiente para retirar al enemigo a posiciones inferiores del comienzo de hostilidades, el frío arrecia y lo escarpado del territorio nos beneficia ¡De seguir así cantemos victoria! Los hombres luchan en feroz efectividad… a la Patria y servidor General Santa Anna…”
El vicepresidente de inmediato convocó a reunión con su gabinete, acercando a los casi niños cadetes que custodian el palacio para el resguardo, quienes gallardamente hacen de su papel con arrojo y valentía ¡Arrecian sus galas de uniforme! En formación cada seis horas hacen cambio de guardia y mantienen el espíritu alto ¡Son inspiradores!
Una vez llegaron los convocados, entre ellos el general Nicolás Bravo -expresidente de México, férreo contradictor de Santa Anna que ante la invasión sacó sus dotes para dirigir al Ejército del Centro, conformado casi en totalidad por cadetes- Mariano Monterde y el coronel Santiago Felipe Xicoténcatl, todos ellos encargados del Colegio Militar y que su participación era considerada como valiosa ¡Son el último alfil que cubre las torres y el rey en esta jugarreta de invasión llamada ajedrez!
-Señores hemos recibido noticias del campo de batalla del mismísimo y serenísimo presidente de México, su señoría y excelsitud Santa Anna, quien a bien me hace el código de que la batalla ha sido flanqueada ¡Retirada de los hombres del invasor presidente James Polk! Arreciando que el clima está a nuestro favor.
¡Todos aplaudieron y levantaron sus copas en señal de entusiasmo!
-Cabe de por sí por instrucción de su serenísima, que tomemos en cuenta solo una situación que se esté gestando, la posible caída del invasor hará que quienes custodian el Río Bravo seguramente se rearmen y regresaran para invadir por el lado contrario de Saltillo, bajando por la parte de Tamaulipas y Veracruz en donde debemos estar al tanto de esos movimientos.
¡El silencio en la sala de mando fue sepulcral!
Washington, USA. Hora de la cena en casa del presidente de Estados Unidos James Polk, 24 de febrero de 1847.
Las ideas expansionistas de Polk no arremetían a un capricho burdo o mal pensado inclusive visceral, es toda una estrategia que ha salido desde el mismo hogar – en conjunto con su esposa Sara- donde la política exterior se basa en la primera guerra pensada en su totalidad por un presidente para invadir al país del sur; al no haber existido un arreglo económico con México para adquirir el territorio que los mexicanos ni siquiera le ponen atención por sus políticas centralistas, se arrebata para lograr una extensión que se logre habitar, cabe resaltar que los Estados Unidos nada o poco ocupan los estados del centro de su territorio geográfico partido por las grandes cordilleras rocosas, estos territorios invadidos serán el único camino que puedan tener para comunicarse, en lo cercano y futuro.
Lograr que la doctrina del sexto presidente John Quincy Adams de “América para los americanos” logre el cometido de convertir esta frase en toda una doctrina política de invasión, primero con ideales y haciendo creer a otras culturas del continente – entre ellas por supuesto México- que es sano y posible de lograr una unión continental, donde el idioma inglés fuera el primordial y único, después se vislumbra vendrá el domino comercial.
La esposa Sara del presidente Polk también nutre la teoría expansionista con” ¡Buenas ideas!” -menciona a veces el presidente en reuniones- de que una vez se invada al vecino país del sur, se firmen tratados de paz sujetos a la no re intervención del país afectado, dejando clausulas castrantes a quien se derrote que si desearan producir armas o cualquier fabricación bélica sin la autorización de los americanos será considerada afrenta.
¡Así es la participación de la esposa de Polk en la sencilla cena del día!
Mientras se descubre el delicioso paté de hígado de pato con verduras de temporada en la mesa, que es acompañada por una sopa de maíz con leche, de entrada, son simples alubias en pan que se logran embarrar como una ligera pasta, se acompaña con un vino de mesa estocado con simples hierbas de mentol y panes con ajo.
El presidente Polk lleva varios días impaciente por las noticias de las hostilidades que no llegan, hace ya varios meses que el ejército de Zacarias Taylor no hace de noticias más que de las propias de su avance y ciudades ocupadas, los correos a caballo tratan de mantener la línea ¡Es imposible saber del campo de batalla en el preciso momento! La última misiva entre ellos fue la de mostrar el plan de invasión tomando el camino a San Luis Rey desde la empinada de Saltillo, un camino lleno de escarpados desfiladeros que los llevaría más que un par de días mover a sus seis mil hombres.
Uno de sus capitanes hace del llamado a la puerta de la casa, un frío llega a la nuca del presidente quien es un continuo seguidor de lo paranormal ¡Cree seriamente en lo que denominan “La mente maestra”! Una moda que ha palidecido a las familias presbiteranas desde hace años, con afiches de circo y variedades hace de la creencia de poder comunicarse con muertos y lograr predecir el futuro. Su esposa arrea el servicio de la esclava con la que cuentan ¡La ocasión lo arropa! – miles de esclavos han sido traídos para el servicio de los estados del norte, los cuales son tratados como animales, olvidados y explotados ¡Así florece la economía del invasor! – se recibe la carta, es llevada en bandeja de plata a la mesa del presidente quien primero se la coloca en la frente, respira profundamente y con una mueca del malestar la abre compungido.
– ¿Malas noticias percibes? – le recrimina su esposa Sara quien le mira hacer su rito – ¡Sí! – responde, la abre y comienza a leer.
“… señor presidente nuestros espías han filtrado formaciones de lo que denominan Ejército del Norte, comandado por el presidente de la república en persona Santa Anna, quien es un comandante arrebatado y diestro ¡Diecinueve mil hombres armados! Hace del total de los efectivos que le acompañan, están utilizando un camino escarpado de cerros y picos, nos doblegan de tres por uno, seguimos en la espera de lograr un arreglo desde la Isla de Cuba, de no ser así ¡Seguiremos esperando sus instrucciones! Prestos… Zacarías Taylor”
– ¿Qué espera Taylor para echárseles encima? – reclama Sara una vez ha leído la carta en su turno- te dije que era pendenciero y poco diestro ¡Debiste haber enviado a Smith o Spenser, ellos son hombres de guerra y tenaces confrontantes!
– ¡Es verdad! Taylor debió ser más arrebatado, pero dime en la causa y lo frío de tomar decisiones ¡Debo enviarle refuerzos! Son muchos hombres a quienes enfrenta, deberemos rearmar al ejército que custodia el Río Bravo, bajaremos por Veracruz y haremos un desembarco en el puerto ¡Me informan mis espías que no está vigilado! De inmediato daré la orden para que preparen todo.
¡Sara animosa y casi en un canto! Toma la copa del presidente, la sirve de un poco más, casi borboteando ¡Toma un gran trago! Volviéndola a llenar ¡Se la da a Polk! Quien divertido toma un gran sorbo, casi atragantado ¡Ambos se abrazan! Juegan un poco tratando de que el presidente alcance a su esposa que da vueltas a la mesa ¡Ríen! Mientras todo el servicio, asombrados observan la escena.
Continuará…