¡La entrada del Ejército Imperial de José Tomás Mejía fue apabullante! Diez mil hombres han entrado por el lado del cerro de San Gregorio y por el Cerro del Espanto a la pequeña ciudad de violáceos atardeceres y verdes frescores ¡Querétaro ha sido tomada por el imperio! Gritan los vecinos barrio por barrio. Realmente ya la prefectura de la ciudad llevada a cabo por el José Antonio Septién y Villaseñor destacado estadista se suponía que, al mando del emperador, pero algunos liberales han permeado el entorno, le han convencido de hacerse de los liberales, dentro de sus acciones ¡Cerró la escuela imperial básica! Que es gratuita, así como las oficinas de control indígena ante la orden del presidente Benito Juárez de prohibir en todo el territorio nacional el uso de lenguas indígenas.
México debe hablar una sola lengua ¡El español! Todo lo que contravenga esta orden deberá ser considerada afrenta a la república, esto de raíz tiene una buena intención ¡Evitar que explotadores cubanos esclavizaran indígenas mayas en la zafra de la isla en los años de 1861! Pero sus hombres tergiversaron la orden y obligaron a desaparecer las lenguas indígenas por todo el territorio nacional.
El ejército de Mejía tomó de inmediato las plazas, los edificios de gobierno, cárcel, tribunales imperiales – que ya se habían convertido a juzgados republicanos, o en eso están- reabrió la escuela imperial pública y reapertura las oficinas de los pueblos indígenas dejando claro en legajos las órdenes ¡Los pequeños comercios se espantaron! En el primer día de ingreso cerraron las puertas, excepto quienes venden abarrotes y viandas ¡Ellos hicieron su agosto!
¡La ciudad de México es asediada por Escobedo tratando de hacer capitular al Emperador! El enfrentamiento se acerca entre los grandes ejércitos, por una parte, los imperiales que son considerados unos verdaderos predadores de batallas y en el otro el recién construido, pero bien calado Ejército del Norte ¡Una última batalla se aproxima! Mejía desea sea cerca de los llanos fríos de las montañas boscosas del Lago Brumoso y a Escobedo le da igual ¡Terminar con el emperador y su fuerza disminuida en Mejía! Ambos se respetan, Escobedo teme más a Mejía de lo que piensa el propio.
Para estas fechas el emperador ya le ha encargado en su testamento el alocado príncipe Sal Salm – inclusive dejado en su testamento en la cláusula quince- que narre lo ocurrido en los años del imperio, que de base se suscriban las cartas que ha enviado el emperador a su castillo de Miramar y las propias de sus escribas.
El ejército de Mejía se asentó en todas las calles de la ciudad, realmente es pequeña ¡Pero llena de escondrijos! Los mandos se colocaron en las tiendas de campo que se colocaron en el camposanto de San Francisco – que es el centro de la ciudad, toda la traza sale de este conjunto religioso- las calles están llenas de luces multicolores ¡Las farolas tintinean dando una gran vida a la llegada del ejército! Algunos abogados de abolengo están en contra ¡Inclusive el prestigiado Don Próspero C Vega se queja ante el propio general a gritos desde su balcón! Mejía solo le esgrima un cortés saludo.
A pesar de lo pequeña de la ciudad cuenta con grandes casonas palaciegas ¡Dignas de las mejores novelas románticas! Toda una estirpe de abolengo familiar con descendientes del propio virreinato, presuntuosos escudos aún subsisten a las leyes de abolición de nobleza ¡Desde la llegada del agua en 1737 por el Marqués de la Villa el Villar del Águila toda la ciudad se pobló de nobles peninsulares! Sus familias han pasado al delicado arrebato de la historia.
En el templo de San Francisco se hace misas en agradecimiento de la llegada de tan numeroso ejército y las mujeres de sanidad e higiene que los acompañan, en números más o menos, le reportan al general Mejía una vez logra hacerse de sus aposentos que más de dieciocho mil personas incluyendo a diez mil soldados han ocupado la ciudad sin resistencia ¡Las mujeres se han apoderado de las grandes lagunas del carrizal y los canales de agua de Casa Blanca! Cuentan con cañones napoleónicos, parque de sobra para rearmarse ¡La llegada de fusiles de manufactura belga le alcanzan de las vías de Veracruz! Un poderoso ejército se rediseña para las batallas que se susciten ¡El imperio está en juego! Se va a defender con sangre.
A los belgas les tocó la parte de la ciudad que se mantiene en escombros, es donde alguna vez existieron cinco capillas anexas al conjunto franciscano -que en una de sus múltiples borracheras el general José María Arteaga destruyó hasta el último cimiento de las mismas en 1861, ahora conocida como ¡Plaza de los escombros!- Ahí estuvieron la capilla del Sagrario de la Iglesia Parroquial, de los Naturales- donde para no haber pleito con los peninsulares solo entraban los otomíes-, la capilla de la Tercera Orden, la Santa Casa de Loreto -que era la más elegante y llena de infinidad de obra artística barroca y de innumerables joyas en su vestimenta- y el Santuario del Santo Cristo de San Benito ¡Fueron destruidos en su totalidad entre la locura liberal! Ahora esta gran plaza es el centro del campamento de los belgas.
Un pequeño mercado le hace al tianguis, se ubica cerca del barrio de la Merced de aquellos del antaño humor, se puede mercar desde ropa y alimentos, siendo las mujeres que acompañan al ejército quienes han terminado de un salto ¡Lo expuesto y lo apalabrado! La comida es parte básica para el funcionamiento del ejército imperialista que ya tiene a bien hacerse de la costumbre de estas tierras, le rodea a esta pequeña ciudad grandes haciendas productivas, algunas de propiedad de civiles, pero en su mayoría aún administradas por el régimen de haciendas y comunales de la diócesis.
¡Cabe recordar que un soldado imperial jamás se ha quedado sin cobrar su paga! Igual para los mandos, los generales cuentan con el suficiente soporte no solo para negociar armas – aquellos que vienen de cunas nobles sus familias no dejan de enviar el sustento para el ejército, aunado la producción del clero que les apoya y propios pagos de impuestos que son cobrados de facto en cada prefectura donde se pasa- además que la gente les consiente ¡El imperio a pesar de las quejas de los liberales ha caído bien en la población! Hay seguridad, comida, cuidados y buena paz ¡Aunque los liberales han levantado toda una guerra en las prefecturas imperiales tomando una a una!
¡Querétaro es fiel al emperador! Eso tendrá como consecuencia un precio que pagar.
La ciudad borbotea en júbilo por la llegada de tan numeroso ejército ¡Albricias en las familias! No dejan de llegar los postres a la casa de campaña del general Tomás Mejía quien piensa si fue buena idea meterse a la ciudad o se debieron de haber quedado en las afueras ¡Ahora se deberán de cubrir los flancos! Por un lado, la gran Alameda rodeada de sus bosques amplios de eucaliptos que con sus cortezas multicolores dan un gran espectáculo al amanecer junto a su gran cascada que baja desde el codo del acueducto.
Por la tarde noche Mejía y sus hombres salen a realizar el visto a la ciudad, obtener la información suficiente, reconocer a los prisioneros que pusieron resistencia a la llegada del ejército, abogados recalcitrantes liberales han alzado la voz ¡Ahora serán escuchados! Uno de ellos, entre varios, el licenciado Próspero C. Vega, quien se ha hecho notar de estar en contra. Se bajaron de las montas, se acercaron a los detenidos – que más bien era oportunidad de escuchar- los llevaron a la sala de reunión del Colegio Civil de Querétaro donde esperaban varios académicos dispuestos a entablar nutrido debate.
Se obtuvo dos sillas en la parte superior del estrado para que se entablara el debate a lo que Mejía se negó – ¡No es un tribunal- dijo- estamos puestos a dialogar por simple educación ¡El general Mejía no debate! Lucha – increpó hablando en tercera persona. No era de esperarse el asombro debido a que los académicos nunca habían visto a un general con la fama de Mejía, diestro, a pesar de su baja estatura se le mira magnánime ¡Su uniforme luce impecable! La gallardía de sus actos deja murmullos de halagos ¡Se increpa! Domina la estancia.
¡Sube al estrado y comienza sus palabras! – ¡Señores académicos! La gloria del imperio por sobre todas las cosas les traiga la paz y tranquilidad que todo deseamos ¡Luchamos por ella todos los días! – ¡Arrebatado! – le gritan de fondo – ¡Sois un arrebatado de la ocasión! – le increpa Próspero C. Vega – ¡Atinado de la ocasión! Tus hombres por encima de la patria ¡Has mandado tu fuerza y habilidades del lado de los traidores de la patria! – ¡La escolta de Mejía se hizo al presto de guardia! Con una mirada el general los calmó y logró apaciguaran su entusiasmo.
– ¡Señores calma! Es verdad que las virtudes son puestas al emporio de la patria ¡Misma que subsiste ante la deuda que aun ronda estas tierras! Misma que mal negociaron sus presidentes, tanto el señor Juárez como Comonfort – ¡Traidor a la patria eso eres! – le comenzaron a gritar los académicos. El general con toda la calma apacigua a sus escoltas, los mira y deja que las voces suban de tono – ¡Maldito traidor aquí cavarás tu tumba! – le arrecian. Con toda la paz del mundo hizo sonar su espada en el piso de madera del foro varias veces, a la misma vez les menciona: ¡Atended señores! Tranquilidad a la ocasión- una vez se calmaron tomó la palabra.
– ¡En estas tierras la voz por encima del barullo! El tono correcto para las personas correctas ¡Ustedes pueden continuar con sus arrebatos! Yo no me cansaré de escucharlos – después de un rato todos se callaron, razón lógica a la experiencia de Mejía, volvió a dirigir la palabra.
– ¡Ustedes y un servidor por supuesto que podemos acalorarnos en el debate! Escuchar todas las arengas en favor o deshonor a mi persona ¡Ninguna de sus palabras mancha mi ser! Soy un soldado que ha defendido estas tierras mexicanas desde que ustedes apenas eran unos infantes ¡La guerra con los apaches la ganamos a mi mando! Las batallas contra los norteamericanos las libramos y obtuvimos victoria ¡Hemos difuminados a los arrebatos liberales en múltiples ocasiones señores! ¡Arrebato tras arrebato les hemos ganado! Igualdad de orador requiero para el debate ¡Traedme un similar a mi persona y hablaremos de nación y de paz!
¡Ningún académico le dio por igual!
-Entiendo – les espiró- mirad señores el imperio ha dado beneficios, aunque a muchos no les guste, partiremos de que el acuerdo correcto es que cedamos los dos por partes iguales ¡Tendremos así una conciliación verdadera! Caminaremos en paz, yo represento al imperio ¿Ustedes a quién representan? ¿Un reflejo de una república similar a los norteamericanos que nos ha venido a mal cada vez que se les ha dado la oportunidad? ¡Deudas, guerras internas que no paran! Arengas por la libertad que no ceden, le han quitado los bienes al clero, pero ¿Qué hemos obtenido? endeudamientos con varias naciones en pro de la “modernidad” la paz se ha convertido en un fruto imposible de paladear ¿A quién siguen sus personas? Han inclusive ¡Prohibido hablar nativo! Convirtiendo la lengua castellana como lengua oficial ¿A tenor de qué beneficio? Solos sus masonerías les dejan contentos ¡Son buitres de una rapaz águila que ensalza sus ideas!
¡No hubo respuesta! Alzando la voz el letrado maestro Próspero C. Vega arenga unas frases ¡Armándose de valor!:
– ¡A la caída del imperio ¿Sabe lo que va hacer usted? El norte ha sido tomado por los ejércitos liberales que se dirigen a la ciudad de México harán capitular al emperador. Sus ordenanzas solo nos recordaron los motivos suficientes para la rebelión en contra de los peninsulares ¡A quienes diseminamos de nuestro país para convertirlo en nación en una guerra de independencia! ¡No más reyes ni ordenanzas! Le vuelvo a preguntar mi señor ¡Sin tener cualquier grado militar como usted! Un simple ciudadano ¿Qué va hacer cuando el imperio se termine? Porqué deseo hacerle saber mi señor que mucho tiempo no tiene ¡Ha tomado Querétaro sin resistencia señor! ¿Sabe por qué? Porque sabemos que los ejércitos del Norte terminarán con el emperador en la ciudad de México ¡Estamos seguros de ello!
– ¡Mi señor! Recuérdeme su nombre de favor – ¡Don Próspero Vega señor! – ¡Señor Próspero dígame! ¿Tiene familia? – ¡Sí señor! ¿Pero a qué viene al caso? – ¿Ama a su familia? – ¡Vaya pregunta! Claro que sí, aunque el amor es una debilidad para los hombres ¡Eso es cosa de mujeres! – ¡Muy bien! ¿Qué le haría cambiar de opinión del amor que les profesa a sus hijos? – ¡Algo muy grave mi señor! – ¿Cómo qué? Explíquenos de favor- ¡No lo sé! Que alguno de mis hijos me salga ladrón o vicioso ¡Eso me cambiaría el amor hacia ellos
– ¿Eso implica que los dejaría de amar por sus actos? – Si fuera razón de pena a mi corazón seguro lo olvidaría hasta el fin del mundo ¡Estoy seguro! – Mi señor, ¿Ha estado alguna vez dentro de alguna batalla? – ¡No señor nunca! – ¿Sabe qué nos cambia el amor por las cosas mi señor? Ver un amigo sin cabeza que aún se mueve, que hace solo unos minutos me había hablado; cuando al revisar a los heridos de una batalla vemos ¡Niños sin brazos en manos de sus madres! Que sollozan la perdida ¡Pero aún! Que saben que sus hijos vivirán para siempre mutilados; ¡Ver a un soldado sin vida del mismo color de la piel que nosotros! Un hermano que por causa de un ideal dio su vida ¡Y que ninguno de sus generales sepa su nombre! Es de valientes defender en batalla a nuestro país ¡Qué cómodo hacer una crítica de lo ocurrido en un simple sillón de casa! Al calor del hogar y una buena taza de chocolate, al abrazo de los hijos que amamos.
¡Continuó!
-La nación se forja al crisol de la batalla! Para que los idealistas deformen lo ocurrido a su pertinaz creatividad de no haber tomado fusil alguno ¡Para la defensa de la patria! Eso es usted mi señor Don Próspero ¡Le saludo! Le conmino a un día solo tomar un arma y defender su país en batalla ¡Entonces sí habrá palabras sabías en su boca! Lo demás será siempre ¡Demagogia!
El licenciado Próspero C. Vega quedó callado, el Mesías es de verdad no solo válido a su fama, tenor de caudal remanso al pensamiento ¡Es de verdad una guía para esta nación! En sus arrebatos propios ahora le considera inclusive ¡Quién deberá de guiar a esta patria que colapsa en la caída inevitable del imperio! Pero a salva de una presidencia que jamás tendrá solo por el hecho de ser conservador.
¡A partir de ahí Próspero C. Vega se hizo amigo del general Tomás Mejía!
Continuará…