Aunque no es una zona fría, la ciudad que rodea el sistema penitenciario de San Luis Potosí es relativamente oscura. Durante el día, ¡un inmenso calor! Al caer la noche, solo se siente la ausencia de éste; el olor a hierro, posiblemente sangre, se deja venir cada noche. ¡Gritos, súplicas, resuenan en las brillantes paredes verdes y albas! La celda en donde está preso Madero tiene como paisaje en la pared un largo canal, que un anterior huésped raspó por toda la celda. Cuando llega a las esquinas, dobla con destreza, pulcramente, con la misma medida desde el suelo. ¡Perfecta! Seguro le llevó años de locura realizarla.
La captura de Madero ha zumbado como un enjambre de moscas los rumores de una posible ejecución. Toda la penitenciaría sabe que su vida está a horas de ser contada. Algunos celadores se pasean fumando y le invitan un cigarro, otros tratan de hacerle plática, pero poco responden. ¡Madero se ha ensimismado en sus meditaciones! En la captura, la joven Amira ha sido recluida en otra parte del penitenciario. Le ha causado temor el no estar cerca de su inseparable señor. Ha sido lastimada y violentada por los celadores. ¡Maldice su destino!
En la misma área donde se encuentran los presos políticos, hay varios sediciosos de Díaz encarcelados por sublevarse, entre ellos Villareal, Tomás Paredes, uno de los hombres más cercanos al revolucionario Emiliano Zapata, y en una celda cercana, Otilio Montaño, también cercano a él. Tres hombres del general Felipe Ángeles —Gumaro Ruiz, Evastines Rodríguez y Lucio Blancas— están presentes. Todos los presos en esta área cuentan con uniformes de color caqui para distinguirlos de la población. Aunque andrajosos, se diferencian.
¡Los presos son reunidos a las siete de la mañana para el pase de lista! Al pasar nombre por nombre, cuando llegan al de Parras, Coahuila, lo repiten tres veces: -¡Francisco Madero! -Todos gritan: -¡Presente!- En señal de que es el reo de mayor jerarquía. El director del penitenciario es José María Lozano, que a simple vista parece correcto, ¡pero es un anti maderista de cepa! Así que la ocasión de tenerlo preso es solo cuestión de que Madero cometa un error… ¡llevarlo al paredón! Con todo el alboroto del pase de lista, le mandó llamar.
A jalones y empujones trajeron al reo, que, en condiciones nada buenas por la falta de alimentos que ha ordenado el propio director, llega desvalido. Lo sientan cerca de una ventana; el aire le permite respirar a fondo. El director, de acentuados chinos y frente amplia, solo hace gala de su “poder”. Madero, al verlo, le recordaba los saltimbanquis de aquellas lecturas de su niñez en un libro de cuentos.
-¡Así que aquí tenemos al “magnate” que quiere ser presidente! –burlándose– ¡Salvador de la nación! No te has subido ni a un caballo para defender estas tierras y te quieres poner al nivel de nuestro señor presidente, Don Porfirio Díaz. ¡Luchó por expulsar a los invasores! Su pecho deslumbra de medallas de honor y valentía. ¡Eres un trapo de la opulencia! Mira ahora, en andrajos y descalzo. ¡Eres un paria! –Mientras lo empuja con su bota para que caiga de la silla. Los soldados solo observan. – ¡Anda, levanta al país en este momento! Descúbrete. ¡Alza la cara!
Uno de los soldados lo ayuda a levantarse, lo vuelve a sentar. El director le da la espalda y hace un gesto por servirse agua del mueble que le queda de frente.
Cuando volteó de servirse el agua, ¡el soldado que levantó a Madero le apunta con un Colt en la frente! El director tira su vaso del susto, sintiendo el frío del fierro en su piel -¿Pero qué demonios pasa aquí!? ¡Soldado! –Madero, tomando el mando, comienza a dar indicaciones al otro cuerpo de custodios– ¡Anden de prisa, señores! Vayan como acordamos a las diferentes áreas, busquen el lugar de la joven Amira, los demás abran las rejas de las celdas de todos los reos ¡Hagan el caos!
¡Disparos y gritos comienzan con la revuelta! –¡Motín en la prisión! –¡Un fuerte estallido derrumba un muro y caen algunos custodios! Comienzan las advertencias. ¡Desde las torres los disparos comienzan a cazar a los rijosos que corren como señuelos! Son distractores. Por la parte norte de la prisión comienza a entrar gente armada de Madero, ¡después de abrir un boquete con dinamita! Se esperaba que él ya estuviera, pero rompiendo lo planeado, ¡salió a buscar a su Amira! Un grupo de hombres tiene ya amarrados a los celadores que no aceptaron el soborno de Madero para abrir las celdas y dar escape. ¡Madero fue claro! No deseaba que hubieran caídos, ¡no es su estilo!
Un par de hombres con un gran cajón llevan dinamita a diferentes puntos de la penitenciaria. Comienzan a prenderla una a una y la colocan en la base de las celdas donde está la mayor cantidad de presos. ¡El estallido les ensordece! A pesar del esfuerzo por no lastimar a los celadores, ¡comienzan a caer uno a uno! Madero está confundido, pero sigue el plan: ¡Encontrar a su Amira y salir por el punto norte!
¡Todo está saliendo como lo planearon, pero no la encuentra! Al paso de varias entradas a las áreas de celdas, le avisan:
-¡Aquí está! –Uno de los soldados la carga, envuelta en sábanas pestilentes de sangre y comida. Se acerca Madero a observar su cara, quita los cabellos y trata de limpiar con sus manos– ¡Es ella! Lastimada y ultrajada. –¡Rápido, llévensela! No pensé que estuviera tan lastimada. ¡Corran!
Por toda la ciudad de San Luis Potosí se ha corrido el rumor de que en la cárcel hay un motín. El ejército porfirista corre al refuerzo. ¡Todos saben que Madero está ahí! Así que la gente, al enterarse, comienza a estorbar al ejército en su paso con la intención de atrasar su llegada. ¡Las mujeres con sus canastas caminan lento por las calles! Algunas familias sacan a sus hijos junto con las vecinas para que los niños anden en la calle y no pueda pasar el piquete. ¡Los coroneles no saben que toda la ciudad ayuda al escape! Muchos de los hombres de las familias no salieron al jornal, ¡se han apoltronado en las calles aledañas a la prisión!
¡Azadas, hoces, machetes, sachos y rastrillos son sus utensilios en caso de que se tuviera que hacer uso de la fuerza! Esperan sea liberado ¡El Apóstol de la democracia!
Ante el retraso ocasionado, el ejército porfirista llega tarde a la penitenciaria y descubre que ha sido saqueada. Los reos han escapado y se pierden entre las calles de la ciudad, ayudados por los habitantes…
-¡Ahí! ¡Observen! ¡Es él! –Un grupo de personas lleva a Madero para subirlo a una carroza. Al ver al ejército, ¡castigan las riendas y azotan a las bestias! Salen endemoniadas con rumbo al Camino Real. ¡Les persiguen por toda la intrincada ciudad de callejuelas! Cuando entran por la arcada, un grupo de campesinos y hombres leales a Madero hacen una barricada de paja y pólvora. ¡Vuelan partes de los porfiristas y montas a la vez! La carroza hace por pasar frente a la catedral, cuando al doblar, el ejército estuvo a punto de hacerse con ellos. ¡Una caja con dinamita los rompe en pedazos! Siguiendo su intrincada carrera hacia la libertad.
Al llegar al límite de la ciudad a toda velocidad, pasan por en medio de una escarpada sierra. ¡Una vez cruzaron, los habitantes cerraron el camino con una explosión! Quedaron ahora sí en la posibilidad de huir.
Cuando tomaron camino, pensando que ya habían pasado lo peor, ¡un piquete de soldados porfiristas les espera en el cerro de San Pedro! La escolta de Madero se da cuenta y saben que no hay escape. ¡Deben entrar a la vieja mina y cruzar por debajo! Al menos un tiro de unos cuatro kilómetros que, si mal no olvida, sale por la parte detrás del pequeño pueblo, así, libran el piquete de soldados porfiristas.
Letreros avisan del peligro de la cavidad frágil; algunos pilotes sirven de soporte. Los hombres de Madero han recorrido este camino cientos de veces; ellos eran los encargados de traer algodón por vía terrestre a estas comunidades. ¡Por eso los escogió Madero!
Señor, si pasamos estos primeros veinte metros de tiro, se abre una gran cámara natural que conecta con varias poblaciones. Tenemos reconocidos todos los pueblos a los que llegan, pero hay algo que deseamos decirle… —se miran entre ellos—. No sabemos si nos tomará por locos, pero… ¡Se aparecen espectros! Algunas viejas almas de las minas del virreinato, o tal vez de tiempos recientes, no lo sabemos. ¡Cuando aparecen, se nos hiela la sangre! Quienes les miran algunos desmayan o sufren parálisis, espero que no nos tome por locos, señor.
Madero observaba a su Amira, amortajada y débil. ¡Debe comer pronto!
-Hagamos lo propio, señores. Entremos a la mina. ¡Ustedes dos! Busquen comida, esta es zona de buenos venados, mientras tanto, vamos entrando a la cámara principal. ¡Ahí nos volveremos a encontrar! ¿Entendido?
Los dos hombres asintieron y tomaron rumbo hacia la vieja mina. El cerro de San Pedro había sido durante muchos años la mayor proveedora de plata de San Luis Potosí, hasta tal punto que su producción sobrepasaba la de toda la ciudad de Guanajuato. ¡La noche los alcanzó! El rayo de plata de luz de la Coyolxauhqui los guía por el interior. Los encargados de la caza regresaron con sendas piezas de ciervo que lograron avistar cerca. ¡Un macho brío grande! De buena edad, lo saben por la gran cornamenta. Al recién abrir el cuarto, comienzan a desollar las piezas.
-¡Francisco, auxilio! —escuchó Madero -¿Quién me habla? —preguntó, mirando a todos los presentes, pero todos negaron haber hablado—¡Francisco, ven, auxíliame! —De nuevo escuchó la voz. Madero se levantó. Sabía que la voz ya no era terrenal. Después de darle algunos trozos de carne asada a su Amira, quien apenas podía masticar por los golpes que había recibido en prisión, le ofreció caldo de ciervo. ¡Apenas probó! Una vez que terminó, se levantó y dijo al encargado de su escolta:
-Mire, Leonardo, voy a ver algunas cosas. Usted ya sabe qué hacer. Si no regreso en un buen rato, ¡vaya por mí! Si me ve en trance, solo espere. El puente que me regresa es la mujer herida que yace allí. ¡Pero esta voz resuena en mi cabeza! Sé quién es, conozco estas tierras. ¿Entendido?
-Sí, señor —respondió Leonardo, quien ya había visto estos trances varias veces.
Madero partió, siguiendo la voz. A pocos pasos, una caída de unos doce metros lo separaba de lo que parecía ser una persona atrapada entre la mina y las vías por donde pasaban los carruajes cargados de material. Desde aquellos tiempos, la plata se extraía mediante un proceso rudimentario llamado “Amalgamarse”. Las rocas con plata se trituraban y se mezclaban con mercurio, el cual se fusionaba con la plata. Después, la mezcla se calentaba para evaporar el mercurio, ¡quedando solo la plata!
-¡Esta mina debe guardar secretos valiosos! —pensó Madero, mientras lograba distinguir al hombre atrapado— ¡Madero, ven, auxíliame! —volvió a escuchar. Comenzó a meditar, ajustando su respiración a largos y profundos episodios. ¡Su iris desapareció! Comenzó a hablar con ellos…
-¿Quiénes son? ¿Acaso están condenados a esta mina? Decidme, buenas almas, ¿en qué os puedo ayudar? ¿Cómo puedo ser útil?- En todas las ocasiones en que Madero había sido un canal de comunicación con las personas del más allá, ¡ellos solo le advertían! Ahora deseaba que fuera diferente, que no fuera solo un sencillo aviso. ¡Querían saber más! Madero trató de comprender, ya no solo para prevenir, sino para entender.
¡Qué claro agradece! Se hubiera salvado, pero su ímpetu lo ganó. Ahora aprendió que, si es paciente, se logra un puente. Ellos tienen toda una eternidad para escuchar -¡Escucha, alma! Soy un mensajero y deseo ayudarte -se presentó Madero-.
-¡Escucha, Madero! Tu joven Amira yace al borde de partir al espectral espacio. Si fallece aquí, ¡vagará una eternidad por estas galerías! ¡Llévala a un destino santo! Solo allí hay una manera de salvarla. Aliméntala, estamos seguros de que llegará. De no ser así, cuando muera, no sueltes su mano; si lo haces, su alma se quedará en el lugar donde la soltaste. ¡Asiste pronto!
Esta vez, Madero, con toda la tranquilidad, presta atención -¡Escuchen, no se vayan! Díganme, ¿qué camino debo tomar? Me siento perseguido, traicionado… ¡Díganme algo más!- Los espectros, esta vez, no partieron. Se acercaron, como si flotaran, y le advirtieron:
-¡Hemos insistido en que no debes cruzar el umbral aún! Pero si deseas hacerlo, dinos: ¿a quién deseas contactar? Lo cercano y lo lejano no existen; todos estamos aquí. Solo es cuestión de saber. Pero ahora, ¡tú dinos! ¿Qué nos ofreces a cambio? Dado que no es tiempo de que marches… ¿Serías capaz de entregar a tu Amira a este mundo?
¡Madero se horrorizó!- ¡Es un precio demasiado alto que pagar! Si ella estuviera por fallecer, ¡que juro me duele en el corazón solo de pensarlo!, ¿qué razón tendría yo para ofrendarla? En otrora ocasión se me indicó que, si hacía una ofrenda, se me darían bondades… ¡Y las obtuve! De igual forma, ¿hacia dónde se iría el alma de mi amada?- Las almas hacen por retirarse. ¡Madero intenta llamarlas de nuevo! Lo ignoran.
De regreso a la gran galería de la mina del Cerro de San Pedro, ¡los hombres de Madero le hacen señas para que apure el paso! -¡Señor, corred! ¡Milagro… es un milagro!- Cuando llegó, se dio cuenta de que su Amira rebosaba de salud y entusiasmo. Buscaba algo que ponerse, e insistía en que debían partir de inmediato.
-¡Con rapidez, mi señor! Debemos partir. Los hombres de Díaz están por darnos alcance. Mi señor, espera… -se acercó para que nadie los escuchara -Un espectro en mis sueños vino a advertirme que debemos cruzar la frontera en no más de tres días. Tu vida peligra, amo… ¡Vamos!
Continuará…







