Regreso triunfante de la batalla del Río Papagayo.
La turba vencedora saqueó todas las comunidades y rancherías aledañas, desde las simples chozas para buscar la comida ¡Hasta las exuberantes haciendas de cultivo y ganado! Todo era botín de guerra, Las Cruces, Dos Arroyos y Cacahuetepec, junto con sus caciques quienes enfrentaban y sostenían lo que podían, negociando el botín e inclusive haciendo promesas de financiamiento para Santa Anna “Que si se logra dejarles en paz ellos ponen quinientos caballos y parque” describen los valuadores de sus serenísima, para evitar el saqueo y la desaparición de los comercios de la zona.
Los heridos que son atendidos por “el otro ejército” que en toda ocasión su excelencia lo ha permitido, ellas logran la vasta recuperación de los hombres, aunque los periódicos de la ciudad arrecian que el acompañamiento de las mujeres es solo para la juerga y el jolgorio ¡Situación alejada de la verdad!
Santa Anna a pesar de su brioso sentido del honor que debe acompañar a un varón, si es de rango y actividad de la milicia ¡Con más razón! Es lograr que sus ejércitos mantengan el ímpetu en alto ¡Como en la Roma de Julio César! En donde el papel de las mujeres siempre fue preponderante en la toma de decisiones. A pesar de que su serenísima estuvo cerca del enjuiciamiento de la señora Esposa de Quintana Roo Doña Leona Vicario – de quien aprendió que las mujeres deben seguir a los soldados en la batalla- los embates de Lucas Alamán en el juicio en contra, aprendió a verla con los ojos de una libertadora ¡Todo el ejército de Santa Anna corea aun versos de la famosa hoja veintidós! Un cántico marcial que escribió Vicario para elevar la moral en las batallas, que le costó su juicio.
Leona Vicario, cuando acompañaba a su esposo a las batallas, pagó las armas a los insurgentes, hizo decir en un papel a los españoles “detestables próceres” y lo imprimió, incitó a la revuelta – dentro de otras- Lucas Alamán hizo todo un expediente de acusaciones en las cuales la hoja veintidós venía escrito un verso a manera de himno para hacer de los cuerpos de batalla insurgentes un aliciente emocional, dicha hoja desapareció del expediente y se hizo a sonar en las tropas, poco dicho que lo había escrito la señora Vicario, Santa Anna siempre así lo hizo saber.
Por ello la imperiosa necesidad de contar con un Himno Nacional exprofeso para el uso de las tropas y los habitantes de México.
-En el año de 1847 -platica Santa Anna a sus acompañantes- el poeta cubano Juan Miguel de Lozada, siendo presidente Joaquín Herrera, con música del gran concertista mundial Henry Hertz hicieron un canto marcial ¡Lleno de logros y notas para la marcha! – les tarareó una frase- “Mexicanos alcemos el canto, proclamando la hermosa igualdad, al oírla los ecos repitan: Libertad, Libertad, Libertad” ¿Hermoso verdad? Pero como ninguno de los dos autores era mexicano, ni había sentido la necesidad de serlo ¡No fue más que un ligero pasquín que pasó desapercibido!
– ¡Su excelentísima nos acercamos a Tenoc! – le indica su escolta de seguras.
– ¡Continuad con la orden! Para el caso de lo que les venía comentando, el cubano y Hertz además pertenecían al pensamiento libertario ¡Un himno debe salir del corazón propio de nosotros quienes amamos a Dios, a nuestra madre María de Guadalupe y a la patria!
– ¡Amén! – gritó todo el ejército ante la orden del capitán de caballería al alzar su espada de cargo.
-Por eso estoy atento al resultado de la convocatoria que de seguro ya se tienen los poemas de los artistas, se me ha indicado que viene en camino el resultado con el capitán de correos.
En Tenoc, una olvidada población de esclavos negros que durante muchos años levantaron las armas en contra de los caciques locales – Vicente Guerrero hizo uso de ellos- los recibe el capitán de guardias quien les tiene preparada comida, agua y recintos para pernoctar, las mujeres del “otro ejército” también son recibidas por las lugareñas con las cuales intercambian hierbas y comida para lograr reabastecerse ¡Toda una comunidad administrativa se requiere para tal ocasión! El capitán quien las protege – en ocasiones manda- solo observa y se hace del rancho fácil por la cercanía.
El capitán postal tiene en sus mochilas todo el expediente de lo sucedido y solicitado por su excelentísima, en lo referente al concurso del Himno Nacional, con firmas de Miguel Lerdo de Tejada y Joaquín Velázquez de León se le hace todo un informe, del cual se lee con atención a detalle por lo escrupuloso del asunto.
Para lograr que su serenísima logre llegar a sus aposentos, fueran los de batalla o los de fijo, cuenta con toda una comitiva para ello. En primer lugar, su capitán de avanzada revisa que no existan flancos débiles en la posición, blanco a disparo o posible desde cualquier lugar, si lo hubiera se coloca una escolta, se revisa el catre ¡Nunca en piso! Es una serenísima, siempre con una ruta de evacuación en caso de emboscada y tres caballos al pendiente para cualquier ocasión ¡De uso exclusivo de su excelentísima!
Tiempo después entra la labor de sanidad, mujeres al tanto revisan y limpian cada rincón, comúnmente son quienes dan de comer; después llega los cargos y uniformes, así como las viandas y los arreos para su higiene personal: el trapo de axilas y nalgas, el trapo de aseo militar -piernas y brazos-, la hoja de afeitar con su tazón y brocha. Todos estos instrumentos de reluciente oro, junto con los peines de carey y colonia para el cuerpo de aromas frescos y cítricos. Su serenísima de viva voz ha expresado su labor de gallardía y arrojo, por ello las armas que porta ¡Nadie las toca! Aprendió desde joven soldado que sus armas las bendice Dios y cargan los valientes, por ello en las empuñaduras de sus espadas se lee: Dei Victoriae.
Una vez que llega su serenísima a los aposentos en día de batalla, un mayordomo le hace de quitar la chaqueta en primer lugar mientras le recita en manera de alabanza:
“Por ti mi serenísima que tengo a bien desfundar de vital caballero tu armadura de batalla ¡Gloria al altísimo por igual que llegasteis con vida!” a lo que su serenísima responde: “Gloria a mi Dios ¡Victoria!”, al quitar la bota y su pierna falsa le canta en náhuatl: “Eres mi señor de tierra y agua, tus pies alados del cenzontle, tocas la victoria al son del canto” responde: “Hemos seguido el plan celestial”, al quitar las polainas y los zajones le continua cantando: “Héroe de batallas, has llegado completo a tu tálamo, que los bridones de los ancestros te lleven en carruaje celestial en tus sueños, que la alada victoria bese tu frente de cenit magnificencia” al finalizar revisa que no existan heridas sencillas o profundas y mientras le pasa el cebo de descanso le canta: “Duerme mi serenísima, duerme mi bien ¡Arrulla tu espíritu en contado! Arrulla tu mente en el corazón” y le deja descansar.
¡Un capitán resguarda la entrada de la habitación! Quien toca con fuerza para despertarle. – ¡Pero que chingados pasa! ¿Qué os permitís? – vocifera furioso Santa Anna. – ¡Mi señor! Soy Párvulo ¡Traigo su orden al cumplimento! – mientras sostiene el expediente que manda Miguel Lerdo de Tejada. ¡Abrió la puerta en total desnudez! Hizo que entrara el capitán de correos, prendió el quinqué y abrió la espora para dar mayor luz – ¡Déjalo ahí capitán! – señalaba la mesa, el joven cansado está admirado de todas las heridas de guerra de su serenísima ¡Contó un par de docenas! Además de que no sabía de su pata de palo. – ¿Qué miras capitán? ¿No has visto a un soldado desnudo en tu vida? Mis faltas y mis lamentos corpóreos son la historia de mis victorias ¿Acaso creías que era inmune? No soy Tomás Mejía. – ¡Mi señor una disculpa! Vengo de un largo camino, no es mi necedad faltarle su serenísima ¿Es necesaria mi presencia? – ¡Sí! Acomódate-.
Santa Anna abre el sobre que le envían y saca todo un fajo de expedientes, en los cuales escrupulosamente ordenado se le muestra el proceso para elegir al poeta ganador de la convocatoria, toma algunos papeles, manda al capitán a leer:
-Esta es la primera carta su excelentísima: “Que de salva y gloria a su serenísima… – ¡Sáltate eso! Cansa – aburrido movía la mano en señal de seguir – … que le informamos del jurado: Don José Bernardo Couto, Don Manuel Carpio y Don José Joaquín Pesado han tenido a bien una vez se han leído al orden los poemas de José Ma. Esteva, Félix Romero, Ma. Escalante, José Rivera y Río, Francisco Villalobos y Francisco Bocanegra… – ¿Quién el último? – ¡Francisco Bocanegra! – ¡Por Dios! Fue lo primero que indiqué ¡No quería a Bocanegra!… prosigue.
-Que de tenor al resultado y con lo expuesto a las bases del concurso expedido en fecha el resultado expuesto en el Diario Oficial del Gobierno de la República Mexicana el ocho de febrero de 1854 que, a bien, siguiendo sus indicaciones, hemos reabierto convocatoria para lograr que el poema ganador sea acompañado por la música misma al tenor de la nueva para llevarlo a cabo…
– ¿Quién ganó dime?… – apurado le indica – ¡No viene señor! – ¿Qué? Déjame intentarlo…- le arrebató los papeles y continuó leyendo mientras se pasea en desnudez por la habitación, cojeando -… siendo el ganador del poema el destacado Francisco De Paula González Bocanegra – tomó aire y llevándose su mano a la cabeza maldecía- ¡Que la chingada de mi madre que todo esto es una broma! Les dejé claro que no estaba permitido la participación de este poeta de febriles pasiones ¡Desencadenados arrebatos! ¡Ardo de encabronamiento! – gritaba.
– ¡Señor aquí hay más que creo debe saber!… “que si de manera esta misiva su serenísima considera se han violentado sus órdenes -lo conocen- el jurado calificador solicita a su altísima la oportunidad que lea los párrafos que anexamos del poema ganador para que observe, una vez compare, que, por encima de todos los participantes, Erato musa de la poesía ha besado su frente.
El capitán buscó el poema ganador entre todos los papeles donde se veía que de pulso el juez escribió: “Victoria” se lo entregó, en un tiempo lo leyó, tratando de comprender el sentido que había solicitado, alzó los ojos al cielo y abrazó las hojas, casi llorando lo leyó en voz alta completo.
-… el acero aprestad y el bridón ¡Y retiemble en sus centros la tierra! Al sonoro rugir del cañón… ¡Es magistralmente hermoso!… – gemía. El joven capitán comenzó a ver que su serenísima se iba perdiendo en un éxtasis, alejado de la realidad, hizo a bien dar su saludo y retirarse. Al guarda de puerta le indicó – ¡Que nadie moleste a su serenísima! – Se marchó a descansar.
13 de junio de 1854, Gran Teatro Nacional, cumpleaños de su Serenísima.
A sazón de todos los generales que visitaron en el suntuoso recinto para más de dos mil personas, que la gente ya le apoda Teatro de Santa Anna que se ubica frente a la Alameda de la ciudad, en consideración de la fecha, uno de quien presentó las mejores galas y acompañado por la potosina Ebriael Toranzo – una mujer hermosa de finas caídas- están prestos los generales para escuchar por primera vez la música que acompañaría el poema ganador de la convocatoria para el himno nacional de México ¡Todas las galas han visitado esa noche!
El programa conduce a que el director, el filarmónico Juan Bottesinni ha puesto música al poema de González Bocanegra, interpreta la diva Enriqueta Sontang quien cantará la letra variante y los coros las italianas la Fiorentinni, la Vetti, la Casini y la esposa del propio Santa Anna – que dicho sea comentado no atina tono alguno- así como los tenores Rocco y Espoli, Posselini Arnoldi, el barítono Solares y el coro de la ópera del Gran Teatro Nacional.
La sala se llena del elegante humo cubano, vinos y viandas corren por todo el recinto, a lo lejos se escucha la vibración de un órgano tubular que ayuda al director de orquesta a afinar los instrumentos, como es una marcha marcial se requieren algunos brillos en las trompetas. El propio director Juan Bottesinni dio la indicación, a la orden del alguacil del teatro todos ocuparon sus lugares, se apagaron los candelabros con los vientos de cúpula (Abrían las escotillas para que el aire de afuera apagara las velas) ¡Comenzó el himno! Después de un rato al finalizar todos aplaudieron.
Santa Anna desde su palco, mientras sonaban unas arias de ópera para la ocasión de seguir con el programa, mandó llamar a Lerdo de Tejada que se encontraba con su esposa en un palco contiguo.
Al llegar le dijo su serenísima al oído para no interrumpir: – ¿Suena el apellido Bottesini muy mexicano? ¡Contesta cabrón! – mientras lo toma de la solapa de su elegante traje, Tejada le responde: ¡No su serenísima! En nada suena mexicano – espantado contestó. – ¿Entonces hijo de la chingada? ¿Qué pasó? ¡De inmediato me convocas a otro concurso para la música del Himno Nacional! Le pagas a este cabrón y lo mandas a calacas. A todos los que participaron hoy en esta gala me los llevas al recinto ¡Despachas a los músicos! No los quiero volver a escuchar en México ¿Entendiste? La música del Himno debe ser construida por un apellido mexicano ¡No quiero Botinis ni campaninis! ¿Qué en toda la ciudad no podemos encontrar un cabrón que lo componga? Pon en la convocatoria claramente: ¡Nacido en México! ¿Está claro? – ¡Sí su serenísima!… – partió Lerdo de Tejada acongojado a cumplir lo ordenado ¡Sintió un jalón de su saco que evitó saliera del palco! Era su excelentísima.
– ¡Lerdo otra cosa! Júrame por tu madre que mi esposa no vuelve a cantar jamás ¡Pero que no se entere que su carrera artística la trunque yo! ¿Quedó Claro?
Continuará…