La ruta hacia San Luis Rey fue un paso complicado para el general Tomás Mejía ¡Con diez mil hombres al mando arrebató la ciudad! Dejando estragos por todos los caminos por su paso el poderoso ejército, recordemos que las mujeres los acompañan ¡No importa el grado! Lo mismo de alto rango que simple tropa, ellas soportan los estragos por la promesa perene del amor filial ¡Hasta que la muerte los separe! Lo hacen valer.
Los caminos son oscuros, largas veredas vislumbran la caída de la noche, una gran caravana militar se hace sentir en las pequeñas poblaciones por donde pasa ¡Restablecen a los curas de sus aposentos! Devuelven algunas casas en pequeños juicios de adjudicación – ¡Ha llegado el general Mejía! De seguro él nos ayudará con este problema ¡Oh aquel! General ¡Mi señor! Atended…- gritan, los más – ¡Señor dadle una bendición a mi hijo! Se llama como vuestra merced ¡Solo observadle!… ¡Mi señor! – la gente en tumulto enloquece al paso del gran convoy de miles de hombres que arrecian con su paso los verdes valles y frutales huertas, después de su paso no queda nada ¡Devoran los bienes! Lo mismo mujeres para el arreo que jóvenes en la leva ¡Inspirados por las grandes proezas del mejor general de estas tierras los voluntarios! Por mucho ¡El águila de grado del imperio! Elocuente y magnánimo – ¡Dichosa tú mujer que le guardas en el regazo! – le instan a su joven esposa que apenas carga al niño Juan Nepomuceno Mejía.
Tras el paso, el ejército conservador llega a una pequeña población ¡A tiro de unos tres días apenas de la puerta del camino real Querétaro! Es extraña y escabrosa ¡Sus casonas virreinales están en ruinas! Caminos llenos de gatos y perros que se pelean entre ellos ¡Forza que los corceles cambien el tino de la monta! Hábiles jinetes doman con gallarda habilidad ¡Las mujeres que caminan junto a sus hombres les patean! Pero saben que si logran hacerse de uno los llevará a dónde hay agua y si son posibles de tener la paciencia suficiente ¡Los gatos le envían a la comida más suculenta de las casonas de pie! Todas están al acecho.
El piquete de generales que le hacen de escolta al general Mejía ha entrado al centro de la plaza del pequeño pueblo ¡Hermosas paredes bien caleadas le hacen de resguardo! Espectral visión de casas abiertas de par en par ¡Aun con muebles completos! Pero nadie les aguarda ¡Cautela entre la escolta! Se agazapan con el fusil en las manos y la bayoneta a resguardo para el ataque, otros con el sable imperial en la mano para atravesar al oponente ¡Una vez se acerque! Avanzan con tino, acostumbran su vista a lo oscuro de la casa – ¡Eh aquí! Contestad ¿Hay alguien? – gritan al vacío del gran espacio, no responden – ¡Tú sube al desnivel! Carguen a la escalera – manda el primer general de escoltas-. ¡Todos suben! No encuentran a nadie.
Después de asegurar el perímetro se dan cuenta que las personas se han ido ¡No es nada de novedad! Solo que es difícil que esas señoriales casas estén sin resguardo, inspeccionan y se adueñan del recinto, no sin antes haber buscado ¡En lo más profundo!
Al prender los candelabros y limpiar algunas partes se dan cuenta que la mayoría de las casas cercanas y las del fondo de la calle – aquellas palaciegas- están en la misma condición ¡Todo está en espectral condición! Al paso de las horas el general decide -una vez ha cenado el rancho de filetes de puerco con alubias y crema de hierbas finas, acompañado de un vino de procedencia francesa- que es momento de inspeccionar el pueblo.
Toma su escolta y se dirigen en pequeña comisión a visitar el campamento mayor donde pernoctan mandos, el de los heridos, y aquel que se guarda de reserva con los hombres más aguerridos, aquellos sanguinarios belgas que son sedientos de sangre y venganza. Después se dirige hacia el campo de las mujeres a quien tiene de mando al general Covarrubias y su piquete de escoltas, que se nota que el constante comer de quienes cuidan les ha dejado con algunas libras de más ¡Muchas más!
Una vez pasaron al parte se dirigen a la escarpia del viejo río, – ¡Vaya panza de estos cabrones mi general! Debería tomar en cuenta de condecoración que el cuidado de las mujeres tenga grado de asenso- rezongó el general de la primera brigada de custodia del águila de grado imperial – ¡Pero asenso de libras mi señor! – resolvió el tercero de brigada de condecoración ¡Todos rieron ampliamente! El general Mejía solo levanto apenas los labios en señal de sonrisa – ¡Son ocurrentes mis señores! Debo reconocer- respondió, mientras su mano de espada la descansa en su muslo y al vaivén de la monta compasa su cuerpo al ritmo del brío.
– ¡Mi señor allá! – señala un grupo de uniformes del ejército del norte- Liberales ¡Andad señores! – instó el primero de brigada, a lo lejos al ser descubiertos todos corren – ¡Atraedlos! – instó Mejía – ¡Es más! ¡Cubridme voy al mando! – el galope del general es de trueno diferente a su escolta ¡La fuerza y peso del bridón domina el camino! Los cascos suenan como el rugir de la entrada del mismo infierno ¡Todos se doblan ante este trueno! – ¡Seguidme! – ¡Insta a todo galope! – tomaron hacia al camino llano ¡Al ir adelantándose la escolta sabe el movimiento! El general se hace al señuelo, después se cubre con el cuerpo de la monta recostándose de lado contrario a la vista, para que no le vean y piensen que el animal va sin jinete ¡Al mismo tiempo sus hombres atacan por el flanco contrario y hacen una pinza ¡El general se levanta del escondite a veloz trote y dispara con sus dos manos las pistolas de carga! ¡Para después enfrentar a los sorprendidos liberales!
¡Todo sale como el plan!
¡Seis liberales que custodian a un prisionero! Cuatro a caballo, dos a pie de avanzada y el prisionero con grilletes en los pies y muñecas, la condición del prisionero llama la atención ¡Temblores de su cabeza le sacuden a cada instante! Sorprende a quienes le miran ¡Todos de hinojos y bajo el tiro de los fusiles amenazante son mostrados al Mesías! Quien baja de su monta y trata con la antorcha de acercar los rostros para reconocerles – en ocasiones varias los liberales llevan prisioneros a diferentes pueblos para ser juzgados en caso de delitos mayores o extrañados al fuero de batalla – en los estados que ellos toman- aquello que por su peligrosidad ponen en riesgo a los soldados mismos, fueran inclusive violentos con las mujeres a tono de cegarlas o amputarlas, que sufran de condiciones mentales de importancia ¡Si no eran de inmediato llevados al patíbulo! Son escoltados a una ciudad con tribunales imperiales ¡Pero si fueran todo lo malhechores! Solo son escoltados en piquete quienes practicaran estas condiciones y tuvieran la cercanía en primer grado de familia de gran alcurnia ¡Nobles! Hijos de generales ¡Solo así!
– ¡Llevan un prisionero valioso! – pensó Mejía.
Hizo a levantar al capitán de la cuadrilla, le obsequió un tono de chancho – vino en alforja- caminaron para separarse del grupo y le confirió el beneficio de darse por vencido en pequeña plática, el simple hecho de haberlos visto cerca del gran campamento del convoy militar basta para llevarlos a la pena capital ¡Está en los mandos imperiales!
“… al mando del ejército imperial del grado que fuere, desde el simple de tropa soldado de Dios, hasta el propio mando supremo – Maximiliano no es mando supremo del ejército imperial- al capturar al enemigo ¡No sucumba a misericordia! Dadle la muerte de paz inmediata, con ello hacen de su alma privar el sufrimiento del encarcelamiento, y al imperio una baja del soldado enemigo que pretende mancillar ¡En cualquier oportunidad que tuviese! El contrincante no piensa como persona ¡Sino como enemigo! …”
Ambos caminaros y trata el prisionero capitán de identificar al general – ¿Es usted mi señor? – ¿A qué te refieres insensato? Soy el general que camina hacia la ciudad de Querétaro, seguro ahí te diriges, dime ¿Cuál es tu orden explícita? – el prisionero tomó a tino de emoción – ¿Es usted el general Tomás Mejía? Señor – avispado- yo serví con usted en la brigada en contra de los norteamericanos ¡Fui parte del escuadrón que robamos la bandera al batallón! – El general observó fijamente al capitán, con un aire de fuerza le contestó: – No recuerdo a los traidores que sirven al interés de una república que cuando tuvieron oportunidad de construirla ¡Se destrozaron entre ustedes mismos! – ¿Pero sí me recuerda señor? – ¡Familiar a caso me resulta! Pero insisto señor ¿Cuál es su orden explícita?
El capitán sintió una profunda decepción al saberse desconocido por el propio Mesías, pero no dijo palabra alguna- ¿Sabe capitán? Mi paciencia los últimos tiempos ha caído en baja, antes rozagante llenaba de entusiasmo mis historias, ampliaba la esperanza del triunfo y determinaba el camino para un futuro mejor ¡He conseguido todo lo que me he propuesto! Dominamos esta nación bajo el tono de un imperio que será recordado por decenas de años, no es tiempo ya de esperar ¿Me va a decir la orden? ¡Tengo por justicia mi mano y por verdugo mi espada! – ¡Desenfundó su sable imperial! – ¡Hablad insensato o te partiré en dos! – ¡Toda la escolta puso sus sables en los cuellos de los prisioneros! – ¡A mi voz señores!
¡El capitán no hizo por moverse un solo tino! – ¡Mejía le cortó la garganta! – solo hizo por tomarse el cuello que no dejaba de brotar ¡Asombrado! Dejó caerse de bruces aun tratando de hilar palabra. Antes de que sus escoltas hicieran lo propio, el prisionero que le temblaba su cabeza ¡Les conminó! – ¡Señores miradme de favor! Acercar el silo ¡Vedme por piedad! – uno de los generales acercó la luz y todos quedaron helados ¡El parecido del prisionero con el emperador es impresionante! Avisaron de inmediato al general – ¡Señor acercaos! No lo va a creer. Mejía al irse acercándose recuerda la vez que obispo de Oaxaca les dio arreos para la constitución del ejército conservador, cabezas de ganado, oro, montas e infinidad de enseres comestibles ¡Aquella ocasión vio posiblemente a este hombre! Claro en condiciones desfavorables hoy, pero no olvida el trato que desearon realizar.
Aquella ocasión le incitaron que se uniera a un bando mitad conservador y mitad liberal, una posición llamaban ellos “neutra” la instaron a que si le interesaba el oro y la riqueza llenaría sus alforjas, que de héroe no bajaría – ilusión ahora sembrada en su corazón- pero en aquella ocasión tanto el obispo de Oaxaca, como el alguacil de Veracruz habían sido claros – ¡Hay un riesgo general! Si se sabe ¡Ni Dios padre nos podría ayudar! – seguramente -piensa Mejía- fueron descubiertos por el general Mariano Escobedo y ha llegado el momento de pagar la deuda – ¡Eso acredita que Escobedo tiene en la mira la pequeña ciudad de Querétaro! ¡Habrá que tomarla de inmediato! – resolvió que era el momento de actuar con mayor presteza.
– ¡Atended señores! Haced lo propio con los prisioneros solo dejadme al escolta de primeras del prisionero, ¡General Ramírez! – ¡Sí señor! – dirija ya a todos los hombres rumbo a Querétaro ¡Tomaremos la ciudad! Entrad por los flancos de San Gregorio y Cerro del Espanto ¡Alinead el plan como lo discutimos! ¡No habrá clemencia con los liberales! La ciudad debe ser nuestra antes del comienzo de los vientos fríos ¡Atended la salida! Es una orden ¡Partieron raudos a comisiones! Se quedó el escolta personal del general, el escolta de primeras y el propio prisionero que no deja de mover su cabeza en espantosas alucinaciones – ¡Te atiendo mal hombre! Decidme tú, primeras ¿Quién es este prisionero? Te recuerdo que el resguardo de información de tu capitán les costó la vida a tus compañeros ¡Atended! ¿Quién es este hombre?
– ¡Se llama Juan Primo señor! Sufre de una condición de espasmos involuntarios ¡Aterra! Pero el parecido con el emperador es voluntariamente prodigio ¡El mismo general Escobedo nos ha mandado a la prisión de Salamanca para llevarle! Tengo la orden explícita de subirlo a un barco en el relevo y dirigirlo fuera del imperio ¡Una persona así cuando vuelva de sus cabales sería un arma mortal de la tiranía y de la república! – Mejía va de asombro más- Esa era la orden de mi general – señala con desdén el cuerpo que aún se mueve convulsionando en el mortis final.
– ¿Tienes más datos de este pobre hombre? – ¡Sí señor! Posee una riqueza inmensa ¡Propia de un príncipe de gallardas finuras! Sostiene campos de siembra en Guatemala y gran parte de la república de Yucatán – así se conoce estas tierras como una tierra libre- ¿Qué razón de verdad hay en tus palabras? – inste Mejía y coloca su espada en el mentón del prisionero encadenado – Este pobre hombre hoy deslucido ¿Es un boyante comerciante de Guatemala? – ¡Mis palabras son verdaderas mi señor! – ¿Dónde lo capturaron? – en una escaramuza contra tus hombres en Tamaulipas iba en un corcel de mando con finas ropas, y aunque no es diestro en la batalla ¡Sabe de monta y arreos mi señor! Fue capturado con los mil hombres que vencimos y pues su distante diferencia de apariencia llamó la atención del general Escobedo ¡Le tomó como prisionero de caldas! – aquellos prisioneros que valen más vivos- ¿Su condición a qué merece? – Trató de huir mi señor ¡El guardia le dio con el garrote! Dejándolo en constante diluvio corporal.
– ¿Cómo supieron su estirpe? – preguntó el general- ¡El general Escobedo investigó con los mandos tuyos mi señor! Dieron el santo y la seña, además de acreditarlo con el título de propiedad de sus bienes que carga ¡Mismos que están en ese morral que llevaba el capitán! – ¡Atended y buscar lo que dice este granuja! – el escolta de Mejía hizo a mano de esculcar y encontró los títulos de propiedad – ¡Es verdad general lo dicho por el primeras!
En un acto ya perfeccionado ¡Mejía le cortó la garganta a quien escoltaba al prisionero de la misma forma que a su capitán! Tomó al encadenado que aterraba su condición y lo llevaron al campamento del ejército ¡Los coyotes ya se acercan a los cuerpos! Habrá satisfacción en la madriguera.
Continuará…