GOTA A GOTA
La provocación
Amos Oz es escritor israelita (1939): un polígrafo que lo mismo escribe ensayo que narrativa. Su libro más leído lleva por título “Una historia de amor y oscuridad”, una autobiografía conmovedora que nos habla de su desgarrada infancia, herida por el suicidio de su madre. El libro ha sido llevado al cine por la bella y talentosa Natalie Portman (1981) también israelita; la actriz, graduada en Harvard University, nos ha regalado una magnífica obra fílmica, homenaje a su paisano.
Amos Oz cuyo apellido, original es Klausner, adoptó ese otro que significa ‘coraje’. Es un pacifista convencido de la necesidad de fundar un Estado palestino. Su pacifismo ha encontrado espacio en el movimiento Shalom Ajshav, considerado como una traición por muchos israelitas, pese al compromiso práctica de Oz en un Kibutz (comunidad agrícola que, en los campos del Estado de Israel, desafía la adversidad de las condiciones desérticas)
El escritor cree, pues, en la posibilidad de sembrar la paz, reconciliando a esas dos familias, israelitas y palestinos, en pugna desde hace muchos años. Su idea fundamental es clara: ‘no hay que elegir entre estar a favor de Israel o de Palestina; hay que estar en favor de la paz’. Eso afirma quien, con sus padres de origen ruso y polaco, huyó de Odesa en 1933 para residir en Palestina, entonces territorio del mandato británico.
Tal vez en la raíz del fanatismo que alienta la enemistad y el odio de pueblos hermanos, está la semilla que brota de una actitud de superioridad moral, la cual no es para Amos Oz históricamente circunstancial sino “es un componente de la naturaleza humana, un gen del mal” ese fanatismo, ha sido hoy avivado no sólo por el Estado islámico, sino por la torpeza provocadora de ese débil mental que es Donald Trump, al declarar, por así decirlo, a Jerusalén capital de Israel, ese Jerusalén, espacio multicultural, que al cambiar su ‘status’, ha desatado la indignación musulmana. Pero la construcción del edificio de la embajada estadounidense en Jerusalén tardará más de dos años. Y esperamos que para entonces, el delirante Trump se haya ido o al menos debilitado. Pero por lo pronto ha causado incendios, peores que los de California.